29 de marzo de 2024

De campañas, tamales y elecciones

10 de marzo de 2018
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
10 de marzo de 2018

Por Augusto León Restrepo

Quien esto escribe, ha estado en la actividad política de Caldas desde su lejana juventud, o mejor, casi que desde su remota pubertad. Algún día me sentaré frente al computador para tratar de recordar paso a paso las experiencias vividas, que van desde pegar con engrudo (quienes no sepan que es engrudo, favor preguntárselo a sus padres o a sus abuelos o acudir al Diccionario) propaganda política en paredes y muros, repartir volantes, empacar votos o papeletas (?) escribir consignas y panfletos y editarlos en mimeógrafo, escribir editoriales, columnas y discursos para perorarlos en cuerpo propio o en cuerpo ajeno, posar para carteles y pendones con marcado narcisismo cuando aspiré a cargos de elección, ser miembro de comandos de juventudes y directorios municipales y departamentales (?) y asumir cuanta actividad se ocurriera para conquistar el esquivo respaldo popular, que desde luego había que aceitar con refrigerios, aguardiente que estimulara los gritos y las pasiones partidistas y tamales con frescola(?)- el tamal ha sobrevivido como emblema del domingo electoral-. Un escorzo, un dibujo apenas de lo que eran las campañas políticas de antaño, que abandoné desde 1.991.

Pero que reincidí en ellas hace unos cuatro años, cuando quise ser gobernador de mi provincia, en cuya campaña estrené, con ojos abiertos, las novísimas redes sociales y estrategias para mí desconocidas, bajo la milimétrica dirección y auditoría de un nutrido grupo de líderes conservadores, liberales, y de otros sectores, a cuya cabeza estaban Omar y Arturo Yepes Alzate, Simón Gaviria Muñoz, Adriana Franco, Jorge Hernán Aguirre , Jaime Ramírez Rojas y Jorge Hernán Yepes y Agustín Moreno, gerentes estos últimos, quienes con un grupo de preciosas comunicadoras y de jóvenes periodistas fueron artífices de una impecable labor política, alegre y civilizada. Mis agradecimientos reiterados para ellos y para todo el leal equipo de amigos y adherentes cercanos, a quienes me abstengo de nombrar, para no caer en el nefasto pecado de la omisión. Y por razones de espacio.

Con Omar Morales Benítez y Beatriz Zuluaga, entre otros contertulios, hablamos con alguna frecuencia sobre el acontecer político de Colombia y de Caldas. Y hace como un mes, tratamos el tema de las costumbres políticas de ahora y de siempre. Y Omar me entregó una carta que, ojo, el 2 de febrero de l981, ¡¡1981!!, le envió Otto Morales Benítez a María Elena de Crovo, en la cual renuncia a su candidatura a la Presidencia de la República. Pues bien. Las razones que adujo el Gran Otto para no atender los sonidos de sirena que le lanzaban amplios sectores de opinión para que la aceptara, fueron entre otras las siguientes, que resumo por que nos haríamos interminables tanto como las intervenciones de Otto, que el mismo reconocía a carcajada batiente como tales.

Hay que dar los siguientes pasos, según los expertos consultados: organizar casas para las labores de proselitismo; repartir unos buenos afiches revelando excelentes dotes; crear un aparato para manipular la opinión a través de informaciones que se deben llevar a los diferentes medios de comunicación, para que aparezcan gradualmente; dar la impresión de que uno domina todos los problemas y analizar éstos sin ir a herir los grandes intereses económicos; organizar encuentros-desayunos, almuerzos, cocteles,- para atraer la voluntad de los grandes electores; y así, va desgranando Morales Benítez otras clases de mecanismos que permitan llevar la causa a buen puerto, pero que van contra las convicciones personales, el buen gusto y la ética, de un aconductado aspirante. C’est la politique, dirían los franceses. Necesariamente tienen que incluir, si se pretende el éxito, las zalemas a los aportantes del dinero que garantice el costo de la campaña, las frases gaseosas para garantizarles que sus intereses económicos no serán vulnerados y que el mando político que tengan se les acrecentará y sugerir a los congresistas, diputados, concejales y ediles que les conservarán el manejo de algunas instituciones con poder económico y fiscal. Escribía Otto, que todo hay que rodearlo de refinamientos y sutilezas: «Por esto mismo, no es aconsejable tener muy claro un programa ideológico. Esos son divertimientos, distracciones y divagaciones para idealistas: lo esencial es el número de votos». Agradable y gráfica la misiva que dirigió a María Elena de Crovo. Otto Morales Benítez renunció así a su candidatura presidencial y regresó a su oficina, a su trono moral, desde el cual continuó irradiando opiniones dolorosas y críticas sobre el acontecer político colombiano.

Quise traer a colación lo anterior para que los lectores reflexionen alrededor de las actividades que rodean los eventos «democráticos» como el de mañana domingo en que se elegirá a los integrantes del Congreso y al que hay que concurrir pare ejercer el derecho al sufragio. Yo votaré por aquellos que hayan expuesto en sus discursos su compromiso con una Colombia en paz, dialogante, incluyente, donde imperen los derechos humanos y se derrote la miseria y la inequidad. Respetuosa de las opiniones de cada quien y en la que no se mate por política. Que no se mate. Una Colombia en que quepamos todos.