29 de marzo de 2024

Cristo resucitó al tercer día.

30 de marzo de 2018
Por Jorge Eliécer Castellanos
Por Jorge Eliécer Castellanos
30 de marzo de 2018

Por Jorge Eliécer Castellanos M.

En estos tiempos de plena reflexión conviene ocuparnos del trascendente tema de la resurrección del Mesías recogiendo los principales acápites de las sagradas escrituras, con el rigor que imponen los textos de los evangelistas. Las profecías también anunciaron miles de años atrás, la primera venida, la muerte y su resurrección.

Increíblemente, los libros sagrados de la tradición judeocristiana señalaron con precisión absoluta, milenios atrás, la primera venida del Mesías, su muerte por crucifixión y complementariamente hicieron énfasis en su resurrección. «Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe.«, es la conclusión que predica el Apóstol Pablo.

El trascendente asunto de la redención del género humano por la muerte en cruz del Mesías se describe muy puntualmente a través de los libros del viejo testamento y puede evaluarse el tema desde el profundo sentido del verbo. Precisamente, en la Primera Carta a los Corintios se utiliza el verbo griego egeiren (= despertar) para referir la acción de la resurrección de Jesús, claramente entendiendo que Jesús fue despertado de la muerte. Por supuesto que el verbo que manifiesta la muerte está en el tiempo aoristo (apethanen= murió) y el que significa la resurrección en tiempo perfecto (egergetai = ha resucitado y sigue resucitado).

Cabe agregar que el tiempo perfecto del verbo denota que el interés no se dirige hacia una acción pasada, sino sobre el efecto que ésta tiene en el tiempo presente: Cristo murió (en aoristo, que indica sólo una acción que se da en el pasado) y ha resucitado (en tiempo perfecto, que indica que sigue estando resucitado). Puede notarse que el contraste verbal es intencionado, tanto más que Pablo utiliza el mismo tiempo perfecto en otras seis ocasiones dentro de la misma carta a los habitantes de Corinto.

Ahora bien, Pablo afirma que Jesús resucitó al tercer día según las Escrituras. En esta expresión hace uso de una forma habitual de presentar un acontecimiento decisivo que es inminente, verbigracia, Abraham, según lo refiere el Antiguo Testamento, apreció al tercer día el lugar en donde debía sacrificar a su hijo (Gn 22,4). Da fuerza a esta apreciación la intención de subrayar que la resurrección de Jesús es un acontecimiento de capital trascendencia.

Conviene reafirmar que conforme a «según las Escrituras», es también una expresión que se lee en el Salmo 16,10 sin que podamos considerarla simplemente como una cita. Ciertamente, la resurrección de Jesús da cumplimiento a una prolongada espera del pueblo de Israel, en tal virtud la frase de Pablo procura identificar a toda la Escritura, a todo el Antiguo Testamento, y no solamente a una profecía, en particular.

Vale anotar que según el Nuevo Testamento, ocurrió al tercer día que Jesús fuera crucificado, muerto y sepultado en una tumba. El instante de la resurrección no se describe, ni aparece como presenciado por nadie (ni siquiera por los soldados que custodiaban el lugar); empero, sí sus consecuencias. Las miróforas: tres Marías o santas mujeres, encuentran la tumba vacía en uno de los evangelios, el de Mateo, en donde se describe que el memorable hecho ocurrió en medio de un estruendo causado por la llegada de un Ángel.

A partir de este instante se habla de diversas apariciones de Jesús resucitado en varias oportunidades tanto a María Magdalena (Noli me tangere) como también a los apóstoles. Se resalta que Tomás, quien mostró su incredulidad, es invitado por el propio Jesús a introducir la mano en la llaga del costado, -lacerado antes de la crucifixión- y a otros discípulos, justamente a los discípulos de Emaús y a un grupo de más de quinientos «hermanos».

LA TUMBA AUN ESTA VACÍA.

Las narraciones de los textos escriturales puntualizan el descubrimiento de la tumba vacía en el primer día de la semana siguiente a la celebración de la pascua judía, fecha que corresponde a la festividad en que se celebró en la última cena. La expresión al tercer día, que suscita controversia cronológica (menos de cuarenta y ocho horas se cuentan como tres días) es la más utilizada por recogerse en el Credo: resucitó al tercer día, según las Escrituras; y tiene origen en un acápite del Evangelio de Lucas: ya van tres días que sucedieron estas cosas (la muerte de Jesús) y, más literalmente, de otro capítulo de la primera Epístola de San Pablo a los corintios: “os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día”, claro está, conforme a los Evangelios, Jesús resucitó tres días después de su crucifixión. Mateo confirma que cerca de la tumba de Jesús apareció un ángel y le anunció su resurrección a María Magdalena y a «otra María» que había llegado a ungir el cuerpo (Mateo 28:1-10).

Lucas manifiesta al respecto que allí había dos ángeles (Lucas 24:4), mientras que según Marcos había un joven vestido de blanco (Marcos 16:5). Marcos señala que en la mañana de su resurrección, Jesús se apareció primero a María Magdalena (Marcos 16:9). Juan afirma que cuando María miró dentro de la tumba, dos ángeles le preguntaron por qué estaba llorando, y cuando María se giró no reconoció a Jesús hasta que él dijo su nombre (Juan 20:11-18).

Una visión más en conjunto nos dan Los “Hechos de los Apóstoles” que cuentan que: “Jesús se apareció a varias personas en diversos lugares en los siguientes cuarenta días. Horas después de su resurrección, se apareció a dos viajeros que iban por el camino hacia Emaús” (Lucas 24:13-35).

La tarde después de su resurrección también se apareció a sus discípulos cuando se hallaban reunidos (Juan 20:19). Aunque su predicación se había dirigido de forma específica a los judíos, Jesús envió a sus apóstoles a los gentiles con la Gran Comisión y ascendió al cielo mientras una nube le ocultaba de su vista. Según los Hechos, Pablo de Tarso también vio a Jesús durante su experiencia en el Camino a Damasco. Jesús prometió regresar de nuevo para completar la profecía mesiánica.

En cumplimiento de sus propias palabras Jesús de Nazaret se levantó de entre los muertos, su resurrección es el sello divino a su identidad: Hijo de Dios y Salvador del mundo. Colegimos, en principio que Jesús resucitado se le presentó a Saulo de Tarso, visiblemente. El encuentro le dejó ciego y confuso por tres días hasta que, confesando a Cristo, fue bautizado por un líder judío de la comunidad cristiana de Damasco.

Vale hacer memoria en el sentido de que los líderes judíos sabían que Jesús había hablado de su resurrección. Por esa razón consiguieron que Pilato, el gobernante romano, ordenara el emplazamiento de una guardia romana que vigilara la tumba de Jesús. Esta guardia imperial estaba conformada por cuatro soldados que cada cuatro horas alternaban su turno de vigilancia. Estaban preparados para defender con sus armas y con su vida la tumba. El desempeño del cargo tenía que cumplirse a cabalidad porque las leyes romanas establecían la pena de muerte para el soldado que se durmiera en su puesto de vigilancia.La primera carta a los Corintios habla de que Jesús se hizo ver de todos los apóstoles (15,6), habiendo mencionado antes a los Doce; esto significa que Pablo toma la palabra apóstol con una acepción más amplia, aplicándola también a los colaboradores en la predicación del Evangelio, entre los que podemos citar a Bernabé, Andrónico, Junia, Epafrodito, Tito, etc.

Todos los testigos de la resurrección antedichos (los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los dos de Emaús) lo son, pero no con la misma calidad que los once apóstoles; a estos también Jesús se les hizo ver, pero ellos no pudieron por sí mismos haberlo identificado, sino que tuvieron que acudir a alguno de los Once para estar seguros. Estos testigos no oficiales se colocan dentro del grupo que recibe la promesa de Jesús de permanecer con ellos hasta el fin del mundo; ya el Nuevo Testamento da testimonio de la presencia de Jesús resucitado en todos aquellos que colaboran en la predicación del Evangelio.

VICTORIA SOBRE LA MUERTE.

En las frases de los evangelios que se citan la resurrección es anunciada por un mensajero celeste, un ángel, en términos muy parecidos a los del kerigma (= predicación) de la Iglesia primitiva tal como se leen en Hechos 4,10. La afirmación de que Jesús resucitó se relaciona aquí con la muerte confirmada por el sepulcro donde su cuerpo fue depositado; dicho de otra manera, la resurrección es vista como victoria sobre la muerte, y su símbolo es la piedra removida. En los tres evangelios sinópticos la ausencia del cadáver se convierte cada vez más en un testimonio tangible de la resurrección de Jesús.

Todos los relatos fijan este acontecimiento en el primer día de la semana, que hoy es el domingo. Mateo 28,1 y Lucas 16,2 precisan que ocurre en la madrugada.

Por último, la resurrección de Jesús, El cristo, declara al hijo de Dios con todo poder, incluyendo los cielos y la tierra. Desde entonces, está sentado a la diestra de Dios Padre, coronado de gloria y de honra, esperando el momento de su segunda venida para establecer su reino. Con este hecho de plena garantía a los creyentes, se gana su salvación porque el intercede por nosotros, pues si Cristo no hubiere resucitado como lo advierte Pablo: «.. vana es nuestra fe.».

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