29 de marzo de 2024

Un médico formado para servirle a la comunidad

Por José Miguel Alzate
2 de febrero de 2018
Por José Miguel Alzate
2 de febrero de 2018

 

Jorge Luis Ramírez

Por JOSE MIGUEL ALZATE

Llegó a Manizales como estudiante al Colegio Nuestra Señora cuando apenas contaba con catorce años de edad. Don Horacio, su papá, le inculcó desde niño el interés por el estudio. “Si quiere ser alguien en la vida, debe estudiar”, le dijo el día en que, despidiéndolo, le echó la bendición porque se venía para la capital a terminar el bachillerato. Doña Gloria, la mamá, le empacó la ropa en una maleta de cuero y, dándole un beso en la frente, le dijo que debía convertirse en profesional. Como era un estudiante piloso, años más tarde obtuvo se graduó como el mejor bachiller. Su pasión por la lectura le sirvió para lograrlo. Los cuatro libros que trajo en su maleta el día en que llegó a Manizales se convirtieron para ese tiempo en más de cien. Antes que salir a divertirse con sus compañeros, prefería quedarse leyendo en el cuarto que tenía en arriendo encima del Almacén Batán y Lucía, en la calle 19.

A Jorge Luis Ramírez no le fue fácil abandonar el pueblo donde vino al mundo. Lo amarraban a La Merced los recuerdos de la infancia, una época que tenía para él un significado especial. Allí tenía a sus mejores amigos y, también, a alguna muchacha que le robaba el sueño. En las calles jugó cordalinas y a las  escondidas. Pero podía más en él el sueño de hacerse profesional. No se veía cortando telas en el almacén que su papá tiene hace cincuenta y dos años en el pueblo. Como don Horacio le repetía a cada instante que el estudio era importante para forjarse un futuro, se vino para Manizales con el deseo de estudiar una carrera cuando terminara el bachillerato. Aunque en varias ocasiones quiso regresarse, el padre Reinaldo Trujillo, que era el rector del Colseñora, lo convencía de que se quedara. “Tiene que persistir si quiere llegar a ser alguien”, le decía cuando le comentaba que quería volverse para la Merced. Eran los días en que la soledad le afligía el alma.

De sus años como estudiante en la escuela pública de La Merced a Jorge Luis Ramírez le queda su pasión por la música. Se la inculcó el profesor Alfredo Orozco, que había sido músico de circo en México, porque lo vinculó a la banda juvenil del colegio. De esa época recuerda el uniforme tipo circense que el mismo profesor Orozco les diseñó, de solapa grande, colores vivos y bota ancha. Con él aprendió a tocar saxofón. En su casa tiene este instrumento musical. Lo toca en sus ratos libres o en reuniones familiares. Piensa que no fue músico porque su papá le advirtió que, por lo regular, todos los músicos son tomatrago. Y él no quería ver a su hijo consumirse en el licor. Su anhelo era que se hiciera profesional. Esa fue la razón que lo llevó a graduarse como médico a la edad de 23 años, en la Universidad de Caldas. De esa época recuerda cuando salía de la casa, luciendo el uniforme, para tomar parte en algún desfile

Se retiró del cargo como Jefe Médico del Congreso de la República, y sin más equipaje que sus sueños de trabajar por La Merced se radicó otra vez en el pueblo, desafiando al grupo armado que estaba sembrando el terror.

De joven, a Jorge Luis Ramírez jamás se le pasó por la mente que el bicho de la política lo tocaría. Aunque en su casa siempre oyó hablar del tema porque su papá fue alcalde de La Merced, concejal y diputado, nunca se imaginó que podría terminar haciendo política. Como don Horacio fue uno de los promotores de la municipalización, a toda hora escuchó sobre el proceso para que La Merced se independizara de Salamina. La violencia hizo que se vinculara a esta actividad. Como el Bloque Cacique Pipintá convirtió a su pueblo en escenario de muerte, tomó la determinación de hacer política para contrarrestar la fuerza de este grupo al margen de la ley. Entonces dejó a un lado el miedo. No obstante que toda su familia fue obligada a abandonar el municipio, regresó para hacer campaña a la alcaldía con su amigo de la infancia Rodrigo Pulgarín, que resultó elegido alcalde. No podía aceptar que hombres armados se tomaran los destinos de La Merced.

Fueron días aciagos. A su papá lo amenazaron. Una mañana apareció, colgado en el portón de la casa, un animal muerto. Entonces entendieron que, si querían conservar la vida, debían irse del pueblo. Dejaron la casa y se establecieron en Manizales. Pero pudo más el amor por la tierra de la infancia. Así que, venciendo el miedo, este médico que ahora quiere ser representante a la Cámara se decidió a regresar. Se retiró del cargo como Jefe Médico del Congreso de la República, y sin más equipaje que sus sueños de trabajar por La Merced se radicó otra vez en el pueblo, desafiando al grupo armado que estaba sembrando el terror. Don Horacio, su padre, que nunca antes había abandonado las calles por donde vio correr a sus hijos cuando eran niños, lo secundó en su idea de regresar. En el mismo carro regresaron a la vivienda que habían abandonado para salvar sus vidas.

La perseverancia la aprendió de un profesor llamado Nogue Ramírez, que en el Colegio Nuestra Señora le enseñó a jugar basquetbol. Tomó este deporte como una alternativa para utilizar el tiempo libre porque con el fútbol no fue capaz. Cuando, allá en La Merced,  intentó jugarlo, no encontró apoyo. Lo ponían a jugar en los últimos cinco minutos, y eso porque su papá era el patrocinador del equipo y él el dueño del balón con que jugaban los partidos. Jorge Iván Barco, que era su mejor amigo, le hacía los pases para que tratara de meter un gol y así ganarse un puesto en el equipo. Pero el tiro se desviaba, y la pelota se iba de lado, sin llegar al arco. Así que renunció a la posibilidad de hacerse futbolista. Ni siquiera en sus tiempos de estudiante universitario volvió a pensar en la posibilidad de hacer parte del equipo de fútbol de la facultad.

Es el quinto entre siete hermanos. Pero el único que heredó de su padre no la pasión por los negocios sino el fervor por la política. De don Horacio recuerda el compromiso que siempre tuvo con el proceso de municipalización de La Merced. Por esta razón se sabe de memoria cómo fueron los debates en la Asamblea de Caldas. Sabe, incluso, que cuando dos magistrados del Consejo de Estado visitaron la población para conocer sobre el terreno las aspiraciones su padre se preocupó por hacerlos sentir bien. Don Horacio hizo parte del grupo de personas que trataban de atenderlos lo mejor posible para que se llevaran una buena impresión sobre la calidad humana de la gente. Querían impresionarlos para que la ponencia en esa corte fuera favorable. En los cafés no les cobraban el tinto, ni los lustrabotas la embetunada de los zapatos ni en los restaurantes la comida.

Jorge Luis Ramírez entiende la política como una oportunidad de servirle a la comunidad, no como una forma de enriquecerse con los dineros públicos. Cuando llegó a la Asamblea se preocupó por buscarle solución a las necesidades de los municipios. Promovió debates donde defendió los intereses de Caldas. Es lo que promete hará como Representante a la Cámara. Sabe que el departamento necesita de hombres comprometidos con su desarrollo, que busquen ante el Gobierno Nacional recursos para obras, que sean voceros de las angustias del pueblo. En este sueño lo acompaña la mujer que hace quince años convirtió en su esposa, Beatriz, a quien conoció cuando llegó a desempeñarse como médico en Palestina. A esa población llegó por sugerencia de su padre, que estaba preocupado porque ejerciendo como médico en La Merced no le cobraba a nadie por la consulta. Don Horacio le dijo entonces: “Si sigue regalando su trabajo, aquí usted no va a conseguir con qué vivir”.

Siempre tiene sobre la mesa de noche un libro. El interés por la lectura se le despertó porque su mamá, que es una mujer con pensamiento liberal, contrario a su papá que sigue siendo un hombre tradicionalista, le hizo saber que en los libros está la sabiduría de los hombres, y había que leerlos para llenarse el cerebro de conocimientos. Desde entonces mantiene siempre un buen libro en su escritorio, o lo lleva en la maleta cuando está de viaje. En su concepto, la lectura le ha hecho comprender el mundo, le ha abierto ventanas para entender las desigualdades sociales, le ha proporcionado un mejor conocimiento de la sociedad. Esos cuatro libros con que llegó a Manizales cuando entró a estudiar en Colseñora, que le sirvieron para llenar sus momentos de soledad, se convirtieron, con el tiempo, en una biblioteca bien nutrida. En ella se encierra una o dos horas todas las noches para encontrarle sentido a su existencia.

Ha recorrido el departamento pregonando en cada pueblo las ideas del Partido Conservador. Unas veces acompañando a Omar Yepes Alzate, otras a Luis Emilio Sierra, buscando siempre sembrar inquietud política, ha hablado sobre la necesidad de construir un Caldas incluyente, con oportunidades para todos, donde quepan todas las ideas. También sobre la defensa de la unidad familiar, la protección de la inversión privada y la importancia de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Lo ha hecho como diputado a la asamblea, como director de la Territorial de Salud, como médico comprometido con el dolor humano. Ese recorrido por todos los pueblos, hablando con la gente, conociendo sus necesidades, exponiendo su pensamiento, le ha permitido acercarse a la esencia del pueblo caldense, conocer sus angustias, meterse en el alma de la gente. Por eso quiere ser Representante a la Cámara. Su sensibilidad social lo hace cercano a la gente, y lo inspira para ayudar a construir un país mejor.

Jorge Luis Ramírez va por la lista del Partido Centro Democrático que lidera el expresidente Alvaro Uribe Vélez. Llegó a este movimiento político porque considera que en los otros grupos donde ha militado le cerraron las puertas a su aspiración sin saber por qué. La política la lleva en la sangre. Un antepasado suyo, Próspero Ramírez, que fue Sargento Mayor en la Guerra de los Mil Días, tuvo protagonismo político. Su paso por la Universidad Nacional, donde cursó dos semestres de ingeniería antes de ingresar a medicina en la Universidad de Caldas, no le cambió su forma de pensar. Aunque se encontró con un ambiente revolucionario, donde el consumo de marihuana era constante entre los estudiantes, sus ideas siguieron siendo de derecha. Nunca tuvo veleidades izquierdistas. Al contrario, defendía, como lo hace ahora, el sistema.