28 de marzo de 2024

No conoce Bretaña, quien solo a Bretaña conoce

24 de diciembre de 2017
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
24 de diciembre de 2017

Coronel  RA  Héctor Álvarez Mendoza

Entre las primeras impresiones que guardo en mi memoria, originadas por allá en una precaria aulita de la única escuela de mi pueblo, recuerdo la categórica afirmación de nuestra maestra,  doña Rosaura de Antolínez, a quien a pesar de su evidente estado civil, siempre llamábamos “Señorita Rosaura”, según la cual, nuestro Himno Nacional estaba oficialmente clasificado como el segundo himno nacional más bello del mundo, después de la Marsellesa. Naturalmente nunca cuestionamos tan enfática afirmación, sus orígenes, ni los  patrones de evaluación utilizados para merecer tan halagüeña posición en el imaginario escalafón de los símbolos patrios de las naciones del mundo. Simplemente lo creímos y en muchos casos, ingenuamente seguimos convencidos de que las cosas son de ese tamaño.

Con ocasión de la reciente celebración en Santa Marta de los Juegos Bolivarianos, los narradores del evento repetían una y otra vez la conocida frase según la cual, esa ciudad está sobre la “Bahía más bella de América”. Esa visión chovinista de nuestras linduras y fortalezas y el justificado orgullo que sentimos los colombianos por la riqueza de nuestra naturaleza verde, biodiversa y exuberante  con abundantes recursos de fauna y flora, infortunadamente en riesgo evidente e inmediato por el maltrato y la amenaza de la minería descontrolada e ilegal, la tala indiscriminada y la carencia de adecuadas técnicas de explotación de los recursos agrícolas y ganaderos, que fatal y progresivamente le quitan importancia al bosque nativo en beneficio de terrenos de pastaje y cultivo, justifican la preocupación de quienes en tales materias de equilibrio ecológico ven y se proyectan más allá de sus propias narices.

Si esta progresión devastadora no se detiene a tiempo o morigera sus avances, pronto los colombianos tendremos que resignarnos a borrar de nuestro inventario de tesoros de los “más, más lo que sea, del mundo…” nuevos recursos y elementos que justifiquen nuestra satisfacción y orgullo patriotero.  Aunque me parece que Santa Marta, por su proximidad a la imponente Sierra Nevada, tan vecina del mar, tiene atractivos naturales que saltan a la vista y encantan a los visitantes, no me siento capaz de sostener que la bahía como tal es la más bella de América, especialmente luego de conocer las playas, radas y bahías de algunos países del Caribe y de sur de nuestro continente e incluso de nuestra costa del Pacífico, desde el desconocido Chocó hasta la frontera con Ecuador.

Yo me transaría por una alternativa conciliadora e  intermedia y en consecuencia calificaría a la de Santa Marta como “Una de las bahías más bellas” y así todos tan contentos. Otro tanto sucede con nuestro café, reputado como el más suave del mundo, a pesar de que muchos países productores de buenos cafés del mundo hacen esfuerzos por desbancarnos de nuestro, hasta ahora, indisputable trono en el escalafón de los cafés suaves del mundo.

Volviendo al tema de nuestro Himno Nacional, cuyos acordes obligan a sacar pañuelo para enjugar nuestras lágrimas cuando los escuchamos en tierras lejanas o en actos donde se premian los triunfos de nuestros deportistas, sí fue objeto de una arbitraria clasificación por parte del periódico británico The Telegraph de Londres que lo situó como el sexto himno nacional más feo y cursi entre los 204 países que participaron en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, solo superado en fealdad y cursilería por los himnos de Corea del Norte, Uruguay, Grecia, España y Argelia. La desvergonzada y mordaz crítica del diario inglés cita como ejemplo, y se centra, en el texto de la octava estrofa, aquella que reza: “La virgen sus cabellos arranca en agonía/ Y de su amor viuda/ Los cuelga del ciprés/ Lamenta su esperanza/ Que cubre losa fría/ Pero glorioso orgullo/ Circunda su alba tez”.

Por alusiones críticas de mucho menor calibre e importancia se han desatado guerras entre naciones y se han generado enemistades y rencores irreconciliables. Aun no me explico cómo no le declaramos la guerra a Gran Bretaña por ser la patria de un periódico tan desconsiderado y cínico capaz de ofender de esa forma la memoria de nuestro poeta, el ex presidente cartagenero Rafael Núñez autor de la letra, a quien si hay que reconocer que se le iba yendo la mano un poquitico con sus inmarcesibles y almibaradas metáforas y los rimbombantes y churrigurescos adjetivos con los que adornó al “segundo himno más bello del mundo”, según la inmodificable opinión de mi maestra de primaria, cuyo recuerdo atesoro, junto con sus reglazos, pellizcos y coscorrones y cuya memoria sigo defendiendo con fidelidad perruna.

Y ya que menciono nuevamente a mi maestra, recuerdo también que en el pueblito, cerca de mi casa, funcionaban simultáneamente tres peluquerías, situadas todas ellas sobre una misma cuadra. La primera, se llamaba “Barbería Fígaro, la mejor de Colombia”, la segunda peluquería situada un par de puertas más adelante exhibía un letrero resaltado en marco de luz neón, “Barbería La Gran Tijera, la mejor de Sur América” y la tercera, la última en instalarse, atendida directamente por su propietario don Posidio Antolínez, esposo de nuestra maestra de escuela, a quien le faltaba una oreja, razón por la cual los muchachos del pueblo conocíamos como “Don Pocillo”, quien atendía a su clientela alejado unos metros de las otras dos peluquerías y anunciaba sus servicios con un letrerito sobre una modesta tabla de madera pintada de blanco que decía simplemente en letras negras de molde dibujadas por el mismo propietario: “Barbería Don Posidio, la mejor de la cuadra”.

Lo dicho, no conoce Bretaña, quien solo a Bretaña conoce.