20 de abril de 2024

¡QUÉ DURO LES TOCA A LOS EMPRESARIOS!

17 de octubre de 2017

Cuando se agitan los tiempos electorales hay posiciones que son políticamente incorrectas de tomar, pues en el orden de prioridades primero están los votos que las ideas valiosas en pos de un país con mayor bienestar. La inmensa mayoría de las personas que siguen el camino de hacer política nunca han hecho empresa, no han pagado una nómina, ni mucho menos saben a ciencia cierta cuál es la carga prestacional de un empleado o conocen las exigencias que hace la banca para financiar un emprendimiento. Lo que sí saben algunos de los políticos es que un país como Colombia tiene un PIB tasado en unos US$230.000 millones y que el Gobierno Nacional maneja un presupuesto central anualizado de $250 billones, unos US$90.000 millones. Mucho dinero que supera las cifras de las grandes multilatinas y que a nadie le duele, pues los impuestos son de todos y para todos, en apariencia. Por todo lo anterior, hacer empresa en Colombia es una tarea bien complicada: por un lado está el Gobierno central siempre poniendo en entredicho la labor empresarial, no solo con impuestos, sino con una batería legislativa abierta o de normas obligantes que golpean a los inversionistas locales; también está el problema de la inseguridad y el permanente cambio de reglas de juego. La tasa efectiva de tributación para un empresario colombiano sobrepasa 69%, una de las más altas de la región.

Por el otro lado de la tenaza o del sandwich están las reinvindicaciones laborales, tema a colación por el largo paro de los pilotos de Avianca. Son muchas las empresas que han muerto o han sido obligadas a reducirse, irse del país o volver a empezar con menos ambición; todo por cuenta de las excesivas peticiones de los trabajadores, sindicalizados o no. Claro que es políticamente incorrecto hablar de estos temas en estos días, pero alguien debe tomarse ese cáliz y defender la actividad empresarial.

Hacer pliegos de peticiones tendientes a conseguir beneficios mayores que los legales, más prebendas que van más allá de lo que la empresa puede ofrecer, es un derecho legítimo y bien adquirido, pero se debe tener en cuenta que cuando no se evalúan bien las obligaciones extralegales adquiridas por las empresas, éstas resultan fatales para el futuro, pues se golpea de frente la competitividad y la viabilidad organizacional. La historia local está plagada de empresas que mueren o no son viables por la voracidad de unos pocos malos líderes: Telecom, Croydon, la vieja Bavaria, Foncolpuertos, Empresa de Acueducto de Bogotá, solo para citar algunas de las grandes y emblemáticas. Las más golpeadas son las empresas industriales y comerciales del Estado que siempre son presa de peticiones que ponen en riesgo su sostenibilidad financiera. La situación de Avianca atraviesa uno de esos difíciles momentos en los que ceder desde la alta gerencia pone en riesgo las utilidades de la empresa, las alianzas con socios estratégicos, y de una u otra manera, atentan contra la sobrevivencia de una compañía emblemática y neurálgica. Vivimos meses de ajustes salariales, convenciones colectivas, pliegos de peticiones y discusiones de incrementos salariales y casi siempre prima la idea de que hay más trabajadores que empresarios y reina la minoría y la victimización. Es clave tener en cuenta que para que el país progrese, haya más puestos de trabajo formales, se paguen cargas impositivas, Colombia debe tener una red industrial y empresarial robusta, cosa que no se consigue tirándole piedras a lo poco que hay.

EDITORIAL/LA REPÚBLICA