19 de marzo de 2024

¡El ágora te espera¡

21 de septiembre de 2017
Por César Montoya Ocampo
Por César Montoya Ocampo
21 de septiembre de 2017

cesar montoya

¿Qué se untan esos líderes que arrastran multitudes, cuyas palabras, como sonoras campanas,  retumban con ecos prolongados,  convocan lealtades y abonan surcos para las siembras? ¿Quién, como Moisés, cayado en mano, trasiega desiertos al frente de ejércitos sufridos, ordena quietud  al agua de los  mares y crea un sólido camino    para que puedan desfilar en busca de liberaciones?

¿Quién es porfiado, impenetrable por lo compacto, testaduro en la adversidad, que toma en mano su destino y hace de él una obra de arte? Lo conozco. Sigo sus pisadas por más de media centuria. Con alforjas camineras, sandalias de itinerante, traje de fatiga, resistentes  músculos,nervudo su pecho de toro, firme la mirada que abarca lontananzas promisorias. Realzo su audacia valerosa. Lleva coraza de aguante para las eventuales  derrotas.  Organiza estrategias y lo aploma una pituitaria certera para el comando en las barricadas.

Tuvo tropiezos porque su progenitor quería para su vástago una jefatura municipal, representando al conservatismo  en un Concejo de pueblo, pechisalido en el copete social de una modesta provincia, organizando reinados de belleza, con carrozas adornadas de azahares, siendo él un galanteador  de quinceañeras. En el cerco mínimo de la aldea, su padre lo estimuló  para que compitiera con Ramón Hoyos. Fue sometido al trajín de las  madrugadas encaramado sobre una bicicleta para devorar distancias,  con miras a ser el mejor deportista de Colombia. Además le hizo aprender el nombre de todos los equipos de futbol con la memorización del patronímico de cada uno de sus  jugadores. Dicen que este precoz  discípulo de la radio deportiva imitaba a  Carlos Arturo Rueda  para hacer utópicos relatos que finalizaban con un estentóreo goooooool.

Su madre, que era talentosa y visionaria,  lo marcó. No quería hijos del montón, sino importantes. Siguiendo su imperio, cariñosamente se rebeló contra su taita, olvidó los aparejos, los bultos de panela,la veterina para las mataduras, regaló escapularios y  novenas a las Ánimas  Benditas, abandonó las menudencias  y se internó  en el Colegio de Nuestra Señora en la ciudad de Manizales. En pocos años fue bachiller y abogado.

Este líder  debe tener defectos como cualquier ser humano. Mandón sí, parco en faenas literarias, más tímido que presumido, ahorrador de palabras, con bridas para contener sus impulsos. Evita la pasarela de las  vanidades, no es fiestero  ni  bohemio, tal vez enamorador discreto.

Y se hizo jefe. Adoptó un elocuente slogan que lo sintetiza como gestor de historia : “Paso lento pero seguro”. No estrecha linderos, no acorrala al adversario,sabe perdonar y su corazón es un océano.

Supo abrir brechas. Picó geografías, subió y bajó por la garganta de las  montañas,  braceó para ganar riberas, minimizó contratiempos y orilló dificultades. Se descubrió a sí  mismo. Evidenció que tenía  temple de guerrero, sintió el piafar del potro que trocha por  las planicies de sus ensueños, dejó regados a sus antagonistas en las travesías y se coronó  como rey sin contradictor

En su vida no ha sido constante el favorable vaivén de las brisas, ni siempre ha escanciado dulces vinos en copas de oro. Tuvo un  destino cruel a veces, escalando cuestas de infortunio, macerado por dolores  que la envidia le causó. Su carácter de acero y el temple de una personalidad libre de aspavientos, le permitieron cabalgar en  la cúspide para  dominar los espacios de la guerra. Por eso hoy es un faro con símbolos  fulgentes.

Tiene un almanaque con muchas primaveras, vital como un vikingo, con un cerebro que relampaguea y un sino heróico que no le permite los retiros. No podrá sustraerse. Los marineros reclaman la presencia permanente del Capitán, y  con gargantas líricas le recuerdan que todos pueden abandonar el barco,menos él. En torno suyo  hay una demanda de afectos que le imponen estar ahí,  en todos los combates, como un espartano,  con  “lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Los generales no son asustadizos,   no huyen, jamás entregan las banderas.

Omar Yepes! ¡ El ágora te espera !

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