29 de marzo de 2024

“Los papeles del Caribe”, de Armando Correa

20 de agosto de 2017
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
20 de agosto de 2017

José Miguel Alzate

jose miguel alzateEn un estante de la biblioteca del librero Germán Velásquez Angel me encontré, por causalidad, un libro que me llamó la atención no por su título, que es el mismo que lleva esta nota, sino por el nombre de quien lo escribió y, sobre todo, por la editorial que lo publicó: Grijalbo, sello de Penguin Random House. Pues bien: debo decir que me sorprendió que Armando Correa Marín, un abogado manizalita a quien conocí por allá en los años ochenta como líder político del Nuevo Liberalismo, hubiera escrito una novela de 384 páginas que contó con la suerte de que fuera publicada por una editorial de prestigio internacional. No tenía conocimiento de las aptitudes narratológicas de este profesional del derecho que hace veinte años desapareció de la escena política en el departamento.

Lo primero que hay que decir es que en “Los papeles del caribe” no se encuentra el lector con una narrativa desbordante, de esas que parecen salirse de cauce por la fuerza expresiva del lenguaje. Es decir, la de Armando Correa Marín no es una prosa que tenga connotaciones artísticas, donde las frases cumplan un cometido de creación literaria, donde las oraciones estén elaboradas pensando en despertar en el lector la admiración por su construcción exquisita, donde el ritmo narrativo conduzca a descubrir artificios propios en el manejo del idioma. Lo que hay en esta novela es una destreza narrativa aprendida de los escritores norteamericanos que sacrifican la musicalidad de la frase para alcanzar un ritmo cinematográfico en la forma de narrar.

El argumento de “Los papeles del caribe” tiene corte policíaco. Armando Correa Marín narra en esta novela la forma como la propia DEA montó la estrategia para que el general Manuel Antonio Noriega pudiera lavar los millones de dólares que recibió del Cartel de Medellín por permitirle utilizar el territorio panameño para sus negocios ilícitos. Un senador norteamericano de nombre Stuart Shelby (personaje imaginario, desde luego), es quien investiga los nexos de Noriega con un exdirector de la DEA que aspira a la Presidencia de los Estados Unidos. Lo hace para impedir que su partido lo escoja como candidato oficial. Fue ese director quien diseñó, con varios agentes, la estrategia para que el dictador invirtiera sus cuantiosos recursos en propiedad raíz.

La historia creada por Armando Correa Marín tiene consistencia. Sobre todo porque está basada en hechos reales. Alrededor de este personaje siniestro giran otros que le facilitan poner en circulación los recursos producto del narcotráfico. Como Francesca, una hermosa mujer que como funcionaria del Banco Trasandino se presta para que los dineros entren en el torrente comercial del país, permitiéndoles a los capos del Cartel el manejo de los recursos sin que el presidente del banco se entere. A ella acuden los asesores del general después de crear una empresa de papel para justificar los ingresos. El lavado de activos se produce por los prepagos que a los préstamos de la entidad hacen los mafiosos con la venta disfrazada de apartamentos en conjuntos habitacionales de lujo.

Lo que despierta el interés del lector en la novela de Armando Correa Marín es el manejo diestro que le da a la trama, dándole fuerza a una historia que parece real por las excelentes descripciones que alcanza de los ambientes en que se desarrollan las escenas. Además por la fidelidad a la cronología de los hechos que llevan a la intervención de los Estados Unidos para sacar a Noriega del poder. En “Los papeles del caribe” se cuenta, con visos imaginativos, una estrategia dirigida desde los altos círculos del poder para facilitarles a los mafiosos el disfrute de su fortuna. Los espacios geográficos donde ocurren los hechos, Medellín, Washington, Ciudad de Panamá, Montevideo, le dan a entender al lector el trabajo de investigación que debió realizar el autor para recrear la historia.

En esta novela están expuestas todas las truculencias a que son capaces de llegar los dueños del poder cuando venden los principios por un fajo de billetes. El contrapeso argumental a tanta corrupción está sustentado en la personalidad de Jorge Berenston, el presidente del Banco Trasandino en Panamá, quien es la persona que se encarga de revelar todo el juego sucio de su empleada para permitirle a los mafiosos lavar su dinero y, de contera, descubrir ante la prensa la verdadera personalidad de Manuel Antonio Noriega, abriendo las puertas para la intervención norteamericana. Berenston fue perseguido por el dictador cuando se convirtió en la piedra en el zapato del sistema político panameño debido a sus denuncias.