28 de marzo de 2024

Indiferencia lacerante

22 de agosto de 2017
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
22 de agosto de 2017

Por Augusto León Restrepo

Sé, y así lo asumo, que lectores de esta columna la pasan por alto cuando encuentran entre líneas la palabra Paz y la palabra Vida. Dicen: éste no tiene otro tema. Y yo les concedo parte de razón. Trato de ser mas genérico, pero es que lo que sucede en el país me atropella. En una libreta apunto asuntos para comentar, ajenos a la actualidad, que me divierten y entretienen,  cuando de pronto salta la realidad tozuda y me digo que como no voy a abordarla.

Me refiero a que hay que recalcar, subrayar, recordar, que hace una semana salieron para una bodega de Funza, un pueblo ya grande cercano a Bogotá, un poco mas de 8000 armas y 1.200.000 cartuchos que pertenecieron a las Farc, que serán inutilizados y que el veinte por ciento de su material se convertirá en monumentos que situados en  sitios emblemáticos de Colombia, Nueva York y La Habana, signifiquen que la guerra es abominable, que claman las muertes inútiles y que la política, el diálogo, las conversaciones son los métodos civilizados para abordar las diferencias y las pluralidades en las sociedades actuales. Con el ochenta por ciento restante de los fierros letales, se harán joyas cuyo producido por su venta se dedicará a alimentar el fondo para resarcimiento de las víctimas

El martes 15 de agosto, en la Guajira, en la localidad de Pondores, jurisdicción de Fonseca, tierra de acordeoneros vallenatos, la ONU certificó ante el Presidente de la República, el jefe de la delegación de las Farc en La Habana, el ex comisionado de paz Sergio Jaramillo, rodeados de banderas blancas en manos de los moradores de la región, que se había concluído el proceso de extracción de la totalidad del armamento y chatarra de munición existente en los 26 campamentos de las Farc y expresó que esto realmente encarrila el país hacia una nueva etapa. Esto era lo que los colombianos no creían, dijo el Presidente con satisfacción, al ver coronada una empresa osada y atrevida, como es la de haberse empeñado en terminar el conflicto armado que durante mas de cincuenta años asoló la Colombia ignorada y aterrorizó a ciudades y pueblos. Los hechos ahí están, y el que quiera creer, que crea.

Los colombianos como que no hemos entendido a cabalidad la trascendencia de este y otros episodios. Como el del cese  bilateral del fuego. Como la suscripción de los Acuerdos de La Habana. Yo el primero, creí que las calles se inundarían de gente con vivas y consignas, con pólvora de la buena y con canciones para celebrar la culminación de una guerra con unos subversivos, que cansados de la inutilidad de la lucha armada como factor de poder decidieron pedir perdón por sus atrocidades y comprometerse a reparar los atropellos. Fuera de la parafernalia oficial, indiferencia en las grandes ciudades y poblaciones. Indiferencia que duele y  lacera. Pero a la que se sobrepone la alegría y la esperanza de la Colombia recóndita que celebra con jolgorio y abrazos que la muerte terminó su paseo triunfal y que pueden disfrutar sin sobresaltos de sus vidas. Del resto de vida que les queda.