28 de marzo de 2024

Cumbre de tuiteros en Washington

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
13 de agosto de 2017
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
13 de agosto de 2017

Óscar Domínguez Giraldo

Según Caracol, se estaría cocinando un encuentro en la Casa Blanca entre los dos tuiteros más rápidos del oeste: el presidente Trump, anfitrión, y el senador y expresidente Uribe.

A cualquiera de los dos los llaman para que escriban un tuit y está ocupados arruinando prestigios.

No necesitan más de 140 caracteres. Al fin y el cabo la noticia más grande la dio Moisés, primer tuitero, en 37 caracteres sin espacios: En el principio creó Dios el cielo y la tierra.

Dios los crea y Twitter los junta. Cuando Trump y Uribe se vuelvan a encontrar sentirán que se están mirando al espejo.

Hablo de volver a reunirse porque ya se “encontraron” en Miami. También asistió el expresidente Pastrana. Ese día, a uno de los tres se le cayó un tuit de mala leche, con errores de ortografía incluidos. Se agacharon a recogerlo y cuando se levantaron la velada había terminado.

La historia de ese encuentro empezó a contarla Pastrana. Habrá que esperar sus memorias o las de Uribe o Trump para conocer la intimidad completa de la “histórica” charla de pasillo.

Trump gobierna a tuiterazo limpio. Es su forma de ejercer la democracia. Mr. Donald es él, su cabello inverosímil y su tuit.

Su despistado sanedrín se entera de todo cuando ya está el aire el último desafuero.

Uribe es él, sus caballos y su tuit. Ejerce su viudez del poder a través de su cuenta.

Los historiadores del futuro (y el futuro es el tuit de esta mañana) no tendrán que engullirse pesados y somnolientos documentos. Suficiente con hurgar en los tuits.

Ni ellos mismos creen lo que escriben. Muchas veces Trump escribe un tuit pero ya tiene lista la rectificación. Es como si hubiera patentado una máquina de retractarse.

También rectifica su colega trinador el senador Uribe quien reculó en su trino calumnioso contra el pelao Daniel Samper. Reculó sin recular. Más que rectificación parece una ratificación.

Si antes había gente que redactaba cartas de amor, me alquilo para escribir trinos. Regalo dos a manera de muestra.

A Uribe, si me hubiera consultado antes de su “rectificación” :Mijito, Dani, sos tan buen muchacho como los míos. Se me iba yendo la mano. Disculpá, mocoso. ¡Pero me salió tan rico!

Regalo a Trump: Qué jartera de puesto este de presidente. Estoy que me destituyo. Por lo pronto, me entretengo despidiendo gente.

Ñapa

YO VIAJÉ CON UN HIJO DE URIBE

Hace ya varios meses que me di un lujo que no se lo dan todos los furibistas juntos: en un vuelo Bogotá-Medellín me encontré con el delfín Uribe. Creo que fue al que su padre le ordenó que se sacara las manos del bolsillo delante del presidente Bush. ¿Tomás? ¿Jerónimo? A cualquiera le pudo haber dado la orden. No son iguales pero el uno es como si fuera el otro. Aun no sé sí si subí de estatus o el Delfín Uribe Moreno bajó del suyo. Ganas me dieron de prestarle plata pa’l bus viéndolo en la clase económica, sánduche, esa que goza inaugurando una licuadora o cualquier otro “electrodoméstico”.

Uribe me miró con los ojos de su guardaespaldas. Yo no sabía si saludarlo o no. Él miraba su entorno sonriente, con la satisfacción del deber cumplido y las artesanías vendidas. Siempre se asusta uno en compañía de un personaje de tamaña envergadura. De pronto aparece el taita por ahi y le pega otro menco regaño.

La próxima vez que llene un registro de hotel pondré: Compartió clase turística con un hijo del ex presidente y senador Uribe. Como soy un metido empedernido, violando el libre desarrollo de su personalidad, paré la oreja a ver qué hablaba a través de su blackberry de última generación, cuando aterrizamos en el aeropuerto de Ríonegro, pero esos aparatos son tan sofisticados que no permiten oir ni lo que habla su dueño.

Debo decir en honor del «chino» Tomás ¿o Jero? que hizo fila como cualquier hijo de vecino y esperó que le entregaran la maleta como a  cualquier hijo de Montebello. Ganas me dieron de decirle que no soy tan antiuribista como me ven mis amigos y otros que no lo son tanto, sino que no me trama un hombre que nunca sonríe y que trabaja-trabaja-trabaja. Y al que no traman las tres letras de la paz.

Y colorín colorado.