18 de abril de 2024

La puñalada trapera

26 de junio de 2017
Por John Sajje
Por John Sajje
26 de junio de 2017

Por John Sajje

El 11 de noviembre de 1918 se firmó el armisticio que selló la derrota de Alemania, durante la primera guerra mundial. Esta no impidió que sus altos mandos acuñasen un mito de importantes consecuencias: ¡su ejército no había sido vencido, sino traicionado! Las tropas germanas retornaron a su país aclamadas por la gente y el nuevo presidente, Friedrich Ebert, afirmó: «¡Ningún enemigo os ha vencido!». El mariscal Hindenburg fue más allá y afirmó en noviembre de 1919 que las fuerzas armadas no fueron derrotadas, sino «apuñaladas por la espalda», según un plan secreto de socialistas, pacifistas y revolucionarios. Tomó cuerpo así la Dolchstosslegende o «leyenda de la puñalada por la espalda».

En una  democracia representativa los ciudadanos ejercen el poder político indirectamente, a través de sus representantes, elegidos mediante sufragio. El titular del poder político es el pueblo, pero no lo ejerce por sí mismo y ahí nace la representatividad. Se ha dicho hasta la saciedad que  el diseño de cualquier política pública en una democracia exige la participación del conjunto de la sociedad. No puede quedar sólo en manos de los poderes públicos. Y ninguna decisión de política pública puede tomarse sin conocer la realidad social en la que se quiere intervenir, o sin un debate abierto de las actuaciones a realizar.

Vale decir que el desprestigio de lo público y de la política es más fuerte que nunca. Pero la perdida de la verdad lo es más.  ¡La confianza es un valor clave en cualquier relación!

Baudelaire decía: “¿Habéis, pues, creído, hipócritas sorprendidos, que se hace befa del amo, y que con él se trampea, y que es natural recibir dos premios, ir al cielo y ser rico?”. Esa ha sido esa suerte de “pecado original” que minó la confianza de algunos líderes que en actitud, ilegítima en cualquier caso, torpe porque más, toman decisiones a espaldas de la ciudadanía. Sellan alianzas de gota-gota, se  mueven en camionetas torcidas o se cambian de partido de manera chulesca. Y no contentos con ello empiezan a vender humo donde el liderazgo no es sinónimo de infalibilidad, sino de utilidad. Políticos encomillados, que se oponen a todo sin plantear alternativas, azuzando la crispación, mintiendo sin contemplaciones, anunciando catástrofes y alentando el miedo y la desconfianza. ¡Entran con una mano adelante y otra atrás y salen ricos!

Pero la realidad, como el algodón, no engaña, aunque la memoria colectiva sea laxa y olvidadiza, no siempre la política de estómago triunfa y alguien, en algún lugar, devela el entuerto, muestra verdades y justifica presencias. Quien haya visto el documental South of the border, (Al sur de la frontera) de Oliver Stone entenderá el reflejo de las repúblicas bananas, alimentadas por la corrupción, el expolio y el ataque al medio ambiente con la poca conciencia de “la cuña” o el mercado del dinero bajo la mesa.

Pero la única forma coherente de defender la verdad es siendo coherentes políticamente con la ética. Es saber pertenecer a un partido y entender que solo partidos ideológicamente fuertes, mantienen democracias estables. Como me decía un contertulio, “se debiera penar en vez de pagar el “transfuguismo” ante todo ese, El transfuguismo descarado e inescrupuloso de quienes se sienten voceros de la comunidad en un concejo”. Los más sórdidos me dirán que Winston Churchill, famoso líder del Partido Conservador, fue durante algún tiempo miembro del Partido Liberal. Y los mezquinos “si se voltea un barco…” eso es simulación política. ¡Oportunismo! Porque falsean la representación política. Debilitan el sistema de partidos. Perjudican la gobernabilidad. Favorecen la corrupción y deterioran la cultura política democrática; lo que genera falta de credibilidad en la democracia. ¡Se generaliza la oveja negra!

Para la muestra un botón – además del concejo-. Muchos no creían que Guido Echeverry regresaría y por eso  hicieron festín. Y aunque él, no sea el más; al menos muchos le debían lealtad en su gobierno, pero abandonaron el barco. ¡Hoy ha regresado el capitán! Habrá quien pida vacaciones o no dé la cara. Habrá quien Intensifique sus visitas a los directorios políticos o haga mea culpa- pero ¡el tránsfuga ya está avisado!

Al final Hitler, hizo bandera de la patraña de la Dolchstosslegende  y amalgamó a los citados enemigos  judíos. Eso generó una sensación de culpa colectiva que creó el mito, influyó en el ascenso nazi porque la sociedad quiso compensar la supuesta traición anterior. Eso ¡se vende fácil!

A propósito  ¿cree usted que de una puñalada trapera solo se salva quien no tiene corazón?