19 de abril de 2024

El cuarto estado financiero

11 de junio de 2017
Por Jorge Emilio Sierra
Por Jorge Emilio Sierra
11 de junio de 2017

Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*) 

En su libro “Reporte Social”, Luis Perera Aldama expone su ya célebre modelo del cuarto estado financiero. Pero, ¿en qué consiste ese modelo, relacionado con la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y la sostenibilidad? Que sea él mismo quien lo diga.

Según explica, entre los contadores se habla de tres estados básicos: primero, el balance general o estado de la situación patrimonial de la empresa; segundo, el estado de resultados o de pérdidas y ganancias, y tercero, el estado del flujo de fondos.

Pues bien, el cuarto se refiere a la dimensión social de la empresa, también como estado financiero. “Ese es el cuarto estado financiero”, insiste.

Informes de sostenibilidad

En otras palabras, el informe respectivo no se queda en una sola visión, sobre los estados financieros, que permite medir la rentabilidad para el empresario o los inversionistas, sino que establece un nexo indisoluble entre dichos estados financieros y los aspectos sociales y ambientales de las empresas.

Lo singular del modelo, desarrollado por él, es que las mismas cifras contables de los estados financieros se reordenan para presentar esa dimensión social, o sea, reportes sociales que antes parecían totalmente incompatibles con aquellos.

Se trata de elaborar informes de sostenibilidad que incluyen aspectos económicos o financieros, ambientales y estrictamente sociales, con los indicadores correspondientes en cada caso.

A partir de un postulado básico, aclara: las empresas son generadoras de valor para la sociedad, tanto que lo distribuyen entre sus diferentes grupos de interés (stakeholders), incluidos los accionistas e inversionistas.

Él, a propósito, tiene en preparación otro libro, sobre casos y experiencias prácticas, fruto de la enorme acogida que recibió “Reporte Social” entre muchas empresas, las cuales dan testimonio de los positivos resultados que lograron al seguir sus recomendaciones.

Se trata, en realidad, de una herramienta muy útil para las empresas, vistas en ocasiones como “el malo de la película”.

Motor del desarrollo

El informe de sostenibilidad -dice Perera- muestra a las empresas, en cambio, como lo que son: el gran motor del desarrollo, que contribuyen en alto grado al bienestar de la comunidad, cumpliendo con su responsabilidad social.

Distribuyen el valor que generan, sin duda. A sus empleados, por medio de los salarios o remuneraciones y otros aportes que les suelen dar (en educación, salud, vivienda, etc.); al Estado, por medio especialmente del pago de impuestos que permiten también financiar la política social, y a la sociedad en general, aún en sectores de menores ingresos, con los proyectos de acción social que ejecutan por lo general a través de sus fundaciones.

No es simple filantropía, aclara. Es inversión social en sentido estricto, donde la empresa actúa como un auténtico ciudadano corporativo, concepto que suele ser sinónimo de RSE.

Se actúa así, de otra parte, porque la sociedad les exige cada vez más a las empresas una contribución efectiva a su desarrollo, con mayor razón cuando en algunos casos son tanto o más poderosas que los Estados nacionales, donde tienen a su vez enorme influencia.

No es de extrañar que el modelo en cuestión haya sido adoptado por firmas chilenas, como la que explota la mayor mina privada de cobre en el mundo, entre muchas otras de México, Argentina, Uruguay, Colombia…

“El número de empresas que lo aplican es cada vez mayor”, dice con notoria satisfacción.

Beneficios a granel

Para terminar, Perera Aldama destaca los múltiples beneficios del modelo, declarados por quienes lo han aplicado: tener a la mano, en forma ordenada y sencilla, información que exigen órganos de regulación, inversionistas y analistas financieros, locales e internacionales; disponer de un medio efectivo para revelar información empresarial al público, donde se expresa su transparencia, y mostrar los diversos aportes a la sociedad, lo cual redunda en buena reputación para la compañía.

El trabajo, por cierto, no es tan dispendioso como parece. Ni exige asesoría especializada, ni el tiempo de preparación es elevado (en algunos casos sólo ha tomado varias semanas), ni mucho menos representa costos exorbitantes, sobre todo cuando la empresa posee información contable y realiza actividades sociales que apenas basta con identificar y sistematizar de acuerdo con el modelo.

Lo fundamental, sin embargo, no es el modelo o el informe que de ahí se deriva. No. Es “el hacer”, es decir, pasar del dicho al hecho, de las buenas intenciones a los proyectos específicos, sin lo cual se logra, por el contrario, una mala reputación porque el público reconoce cuando le quieren pasar, al decir del lenguaje popular, “gato por liebre”.

De igual manera, se requiere evitar la banalización del tema de la sostenibilidad, como si fuera para estar a la moda, mostrar más de lo que se hace o aparentar y posar, lejos de elaborar los informes con el máximo rigor posible y someterlos a su estricta verificación, tareas que expertos como él cumplen a cabalidad.

“No es una moda. Es la carta de presentación de las empresas si quieren ser competitivas en el mercado”, señala. 

(*) Asesor en Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y Universitaria (RSU) – [email protected]