29 de marzo de 2024

La milonga del espacio público

Por John Sajje
21 de mayo de 2017
Por John Sajje
21 de mayo de 2017

Por John Sajje

Quizás, porque estoy en tierra de tangófilos, tangueros y tangomános,  muchos sepan mejor que yo esta historia; pero bien vale recordar que hacia 1934, Carlos Gardel y Astor Piazzola se conocieron en Manhattan. A  la sazón, el segundo, tenía 14 años tocaba el bandoneón y sabía hablar mejor el inglés que Gardel, razón para que, este último, le pidiera que le acompañara en algunas compras y le hiciera de guía-traductor. Luego el cantante le invitó al rodaje de una película y, posteriormente, a unirse como músico a su gira. El padre del bandoneonista  le prohibió salir de conciertos. Y fue durante aquella gira, concretamente el 24 de junio de 1935, como en un accidente de avión se llevó al cielo, para siempre, a Gardel y a sus músicos. Nunca se sabe qué hubiera pasado con Piazzolla de haberse ido con él, pero hay muchas posibilidades de que la fatalidad también hubiera acabado con su vida, el tango habría perdido al hombre que le revolucionó, le sacó del lunfardo y llevó a los grandes salones de París.

No se necesita ser muy piola para entender que eso del espacio público o la contaminación visual es para otarios, canillitas  y de autoridades que venden humo. A diario un batallón de personajes, bien ataviados con sus chalecos distintivos, persiguen  a los vendedores ambulantes en aras de preservar el espacio público. Generando el caraculismo de los primeros y el servicio cambusero de los segundos y entre ambos juegan al atorrante y al charlatán y creen que todos somos tan boludos  como para creer que, en materia de espacio público, la ley es para cumplirla. Recuerdan aquello de “La ley, en su igualdad majestuosa, prohíbe a los ricos tanto como a los pobres dormir bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan” ¡la chamuyada está servida!

En la calle se vive la persecución, muchos pierden hasta sus productos que nadie sabe, de verdad, donde terminan; los otros se frotan las manos; los que más cuentan dinero y los que prolijan los operativos, están orgullosos.

El espacio público tiene una dimensión cultural, social y política, como relación e identificación de una ciudad. Porque dicho espacio es el lugar de la interacción social donde se vive la cotidianeidad; donde se satisfacen las necesidades urbanas en colectividad, deidificando aquello de que el bien general prima sobre el particular – ¡Vaya balurdo!- Como espacio tiene además un ingrediente importante: ser la frontera entre lo público y lo privado con una regulación especial. El espacio público es accesible a todos. ¡¿Qué digo?! En solfa ¡No para todos! Porque el espacio público es bartolero.

Esto del espacio público es un asnaf que tiene sus razones en la contaminación visual.  ¡¿Acaso no es invasión del espacio público la forma como las empresas de cable y telefonía móvil se tomaron los aleros, las calles y carreras perturbando y afeando estéticamente nuestra visual paisajística, generando un impacto ambiental de grandes proporciones? La maraña de alambres. ¡¿Qué digo? ¡Las telarañas agresivas, invasivas y simultaneas como tienden cableado sin miramiento alguno! ¿Eso qué es? Señores eso se llama invasión del espacio público. Y nuestros burgomaestres se hacen los de la vista gorda, juegan al caretaje. Sacando ventaja al despiplume. Autoridades que juegan al figureti con los vendedores informales, pero en nada instan a las grandes empresas a tener unos parámetros decentes para extender líneas. Ya cualquier abre un ventana y pueden hasta secar la ropa en las cuerdas que les impiden abrir las ventanas. No contentos con eso dejan las chipas de cable ahí. ¡Pedorro servicio a una ciudad bartolera en materia de espacio público! para ser respetado por los más piolas económicamente: su empresa de telefonía. Todo huele a baranda. Salga pispee una cuadra, ante todo en los barrios populares y sabrá como rosquean y melonan las mismas autoridades que dicen preservar el espacio público en favor de quienes tienen la tarasca.

Al final Astor Piazzola se hizo impopular entre los puristas del tango por sus cambios en ritmo, timbre y armonía. Gardel cada vez es más popular y quizás usted tararee esta estrofa de una canción de Gardel:

“(…) Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado,

No me importa lo que has hecho, lo que haces ni lo que harás;

Los favores recibidos creo habértelos pagado

Y si alguna deuda chica sin querer se había olvidado

En la cuenta del otario que tenés se la cargás…

A propósito de popular, ¿estaría usted en condiciones de apoyar una acción popular para poner en cintura estas empresas de servicios de cable?