28 de marzo de 2024

60 años del derrocamiento de la dictadura de Rojas

22 de mayo de 2017
Por Nelson Hincapie L.
Por Nelson Hincapie L.
22 de mayo de 2017

Nelson Hincapié López

Recientemente, el 10 de mayo de 2017, se cumplieron sesenta años del feliz acontecimiento del derrocamiento de la única dictadura que tuvo Colombia en el siglo XX, de la cual fue protagonista el General Gustavo Rojas Pinilla, conocido también como “GURROPIN” como burlona e irónicamente lo llamaban el caricaturista Chapete y el escritor Lucas Caballero “Klim” del diario El Tiempo.

Este día también recordamos acontecimientos luctuosos en el país, entre ellos, la muerte de algunos estudiantes, si mal no recuerdo el más conocido Uriel Gutiérrez de Manizales. Y Viterbo no escapó a esta dolorosa realidad, donde perdió la vida en un fortuito accidente mi compañero de 5° de bachillerato del colegio Nuestra Señora de Manizales Alberto Torres Marín. Nunca se me había ocurrido rendirle un homenaje a Alberto, y hoy le quiero recordar a mis paisanos de Viterbo como fue este lamentable suceso.

Nos encontrábamos alrededor de la una de la tarde Alberto Torres, Ancízar Montoya, José Molina y quien escribe estas notas, en una de las esquinas del parque en la que hoy se conoce como la panadería “Ricuras de Viterbo”. Ese día 10 de mayo acababa de ser derrocado el dictador por una huelga general promovida básicamente por los estudiantes colombianos, tanto de universidades como de colegios, y por ello nosotros que estudiábamos en Manizales nos mandaron para nuestros pueblos de origen.

Nuestra charla era amena y alegre por ese feliz acontecimiento y estábamos definiendo si irnos a bañar al rio Risaralda o hacer una fiesta que en esa época llamábamos con el curioso nombre de “repichinga”,  para celebrar la buena nueva. Intempestivamente salió de la cantina de Simeón Osorio que quedaba aproximadamente donde hoy es el Hotel María Alejandra, un hombre disparando contra alguien que iba por el andén del frente cerca de la compra de café de don Félix González en lo que hoy en día es la farmacia El Samán. Quien disparaba, se encontraba en un alto grado de beodez y por supuesto no tenía la suficiente puntería para alcanzar a la víctima, quien solo pudo desenfundar de su vaina un machete, y con gran agilidad saltaba de un lado a otro escapando con suerte las balas asesinas.

Sorpresivamente, estos hombres quedaron frente a nosotros en la mencionada esquina, donde los estudiantes nos encontrábamos esperando el desenlace fatal de este desigual enfrentamiento; y en ese justo momento yo sentí el zumbido de las balas sobre mi cabeza y una de ellas, para tristeza y dolor, se alojó en el joven corazón de Alberto. Cuando yo lo vi rumbo al suelo creí que era una estrategia para evitar el peligro, e hice lo mismo a fin de esquivar la muerte. Alberto me miro y alcanzó a decirme que le trajera el padre Giraldo, quien fungía como párroco de la Inmaculada; pero en ese momento expiró con su boca llena de sangre. Albeiro Marín, quien también estaba citado para el paseo al río, llegó en ese instante, y lo arrastró a un lugar más seguro, creyéndolo aún con vida, a la acera de la cacharrería de don Miguel Valencia.

A los contrincantes nada les ocurrió, pero mi amigo Alberto encontró la muerte allí. Un telegrama enviado al dia siguiente, sábado 11 de mayo, al rector del colegio de Nuestra Señora, sacerdote Fernando Uribe García, y mal redactado por mí, porque todavía me encontraba aturdido por el zumbido de las balas y por el fuerte nerviosismo que me embargaba, decía más o menos así: “bala perdida mató a Alberto la tarde de ayer”.

Ese día aciago hubo tres muertos más en mi querido pueblo, entre ellos un señor de nombre don Marcos Galvis, esposo de doña Lola Moreno, y suegro de don Arturo Alzate, quienes aún nos acompañan. Dejo este recuerdo imborrable a mis coterráneos y que Dios nos proteja de volver a esa dura época de violencia en Viterbo.

Viterbo, 22 de mayo de 2017