29 de marzo de 2024

Reino de ciegos

26 de abril de 2017
Por Hernando Arango Monedero
Por Hernando Arango Monedero
26 de abril de 2017
Hernando Arango Monedero

hernando arangoSiempre oí que en Reino de los ciegos el tuerto es rey. Y a fe que esto parece ser así. Bástenos cotejar la Colombia nuestra y lo que en ella se da, para encontrar el acierto del adagio popular.

Vamos por partes y por épocas. No hace un año, el país se debatía entre la aceptación por parte de la población del Acuerdo de Paz que se discutía en Cuba con las FARC o el rechazo de muchos de los términos que se venían aceptando por parte del gobierno y sus representantes en la mesa de discusiones. Para que fuera el pueblo quien finalmente diera la última palabra, se citó a un referéndum, referéndum que llevaría a que la responsabilidad de lo acordado quedara en manos del pueblo, ya que de obtenerse las mayorías en él, pues lo acordado, y las consecuencias, serían a cargo de ese pueblo.

Con el fin de mover el sentimiento de los votantes, se creó la imagen de que votar SÍ era votar por la paz y votar  NO era votar por la guerra, y se señaló desde las altas esferas del poder que, quienes promovían el NO, eran sólo eso: amantes y promotores de la guerra. Poco antes de la fecha del plebiscito, el gobierno citó a los votantes asignándole al voto el carácter de: “Voto por una Paz Estable y Duradera”, con lo que se reforzaba la necesidad de votar SÍ. Para contribuir a garantizar que los votantes expresaran su aceptación al Acuerdo, el Presidente agregó, enfáticamente, que de no aceptarse lo acordado en Cuba, las FARC se volcarían sobre las ciudades con las consecuencias que tal cosa traería. Y se agregó: ¡Es un Acuerdo perfecto!

 

Los promotores del NO manifestaron sus inquietudes respecto al acuerdo advirtiendo a los electores que los integrantes de las FARC no pagarían un solo día de cárcel, dado que las penas no serían privativas de la libertad. Igualmente manifestaron que los integrantes de las FARC no perderían sus derechos políticos, razón por la cual podían ser elegidos como alcaldes, gobernadores, congresistas, diputados o concejales, inclusive, presidentes. Agregaron los promotores del NO que los acuerdos con las FARC serían parte de la Constitución Colombiana, y que muchos de los militantes de las FARC ganarían altos salarios. Remataban su campaña los del NO, manifestando que las FARC no repararían con su dinero a sus víctimas.

Uno y otro bando alegó que, lo que para incitar a los votantes se decía, eran mentiras y artificios de mala estofa usados por personajes que tradicionalmente han engañado al pueblo acudiendo a argumentos falaces par aterrar a los electores y para exaltar sentimientos de miedo y terror.
El pueblo votó NO. No importa por cuantos votos se decidió lo que los colombianos querían. Lo cierto es que, finalmente, el voto popular fue burlado, desconocido, bien por convenio entre unos y otros o por decisión del que, como en el adagio de marras, era tuerto en el país de ciegos.

Y ciegos seguimos siendo los colombianos cuando nos enteramos de que, lo que las Cortes condicionaron a la aceptación popular, terminó siendo avalado por las mismas Cortes que antes habían establecido como condición sine qua non la decisión popular afirmativa, para la aplicación de los procedimientos allá pactados. Y para más, luego, todo fue ratificado por quienes dicen representar a ese pueblo en el que están sus orígenes. Y allí vamos Pedro, para adelante en una sucesiva aceptación de los que desde otros lares nos imponen los caudillos y asesores de ese dos por diez mil (0,02%) de la población colombiana, es decir, 10 mil ciudadanos que, vencidos, ahora son los vencedores.
Y para rematar y elevar, o destruir, la esperanza de democracia para el país, los vencedores ahora se declaran admiradores y apoyo para el vecino y su sistema político económico,  sistema que ha arrasado con el país más poderosamente rico de América. Así, si de esperanzas hablamos, mejor callamos.
Y, definitivamente: En Reino de Ciegos el Tuerto es Rey. Ya sabemos quién es el tuerto y quienes somos los ciegos. Eso sí, en silencio.
Manizales, abril 26 de 2017