28 de marzo de 2024

El día que murió Cantinflas

21 de abril de 2017
21 de abril de 2017
Imagen Revista Kena

Por Fray Augusto, Desviado Especial 

El Cielo, abril 20 de 1993 (Oreja Press).- En un vuelo directo, sin la forzosa y caliente escala en el purgatorio, llegó hoy  aquí hace 24 años don Mario Moreno, Cantinflas, a quien Dios recibió con una cierta sonrisa. 

San Pedro se hizo el de la vista gorda y no exigió visa. Se dio por bien servido cuando escuchó su nombre completo: Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes. Sin pensarlo dos veces, el comediante se ubicó de una a la diestra de Dios Padre en un asiento calientico que le tenía reservado Charles Chaplin.  Se habría podido colocar a la izquierda. “Dios no tiene presa mala”, dijo uno ateo manso que se salvó a la hora de nona.

El británico Chaplin le repitió en la vida eterna, lo que alguna vez le dijo en tierra firme: «Eres el mejor; somos los mejores».

Cantinflas se asiló en su bigote minúsculo tan contundente que sacaba la cara por él y le contestó: «Exageradón, my cuate inglés, but very cierto. Orale no más». 

Chaplin le informó que tenía derecho a cama con baño privado en  el pabellón de los humoristas, adonde la corte celestial en pleno, incluidas las once mil vírgenes,  acude a sacudirse el estrés que produce toda una eternidad pasando bueno. 

«No sé por qué me han llorado tanto allá abajo, aunque de pronto si sé. Porque entre la alegría y la tristeza no hay más distancia que una lágrima», bromeó Mario ante  Mr. Chaplin, quien en este momento le mostraba dónde quedan los servicios: “Al fondo, a mano derecha”. Como abajo.

Intercambiaron ideas breves sobre el personal femenino para  caer de pronto en la tentación  algún viernes de tedio. “Lo malo de no caer en la tentación es que después no se vuelven a presentar”, les recordó Oscar Wilde, que apareció como por entre una paradoja.

«¿De qué te moriste?», preguntó Chaplin. «Yo no me morí. Cambié de traje. Lo malo de la muerte es que es para toda la vida», reviró Cantinflas quien en ese momento saludaba a sus colegas, el Gordo y el Flaco (Stan Laurel y Oliver Hardy, Abott y Costello), a los hermanos Marx, y a sus paisanos Tintán, Resortes y Clavillazo, el del traje pluscuamperfecto.

(A Cantinflas, este desviado especial lo conoció durante una rueda de prensa en el desaparecido Hotel Hilton de Bogotá. Un colega se tiró en la batica a cuadros cuando le disparó esta infame pregunta al cómico: ¿Cuántas cirugías plásticas se ha hecho? “Eso no tiene importancia, respondió. Siguiente pregunta”).

«Qué bigote de supercharro tienes, mano. Mira no más que pareces una manifestación de pelos», le dijo a Groucho, el del tabaco descomunal. 

Groucho reviró con una sátira a Mario, por haberse hecho cremar: «Cómo se vé que querías ahorrar plata en ataúd» y le encimó un abrazo de esos que rompen hasta la silla turca.

Groucho agregó que si bien había dicho (en tierra) que no le gustaría formar parte de un club que lo admitiera entre sus socios, haría una forzosa excepción ahora que vestía el traje de luces de la eternidad.

Por Chaplin, su cicerone más allá de las estrellas, Cantinflas se enteró del epitafio que había dejado Groucho: “Señora, perdone que no me levante”.

Buster Keaton, malabarista del humor, aventuró la tesis de que los pantalones de Mario parecían sostenidos por el miedo de los espectadores a que se cayeran del todo. Esos descaderados fueron la primera piedra de los que hoy utilizan las mujeres para alborotar el erotismo.

En la tertulia que se formó, todos coincidieron en que estaban  allí, porque con su arte habían sido la voz de los que no tienen voz y el editorial de quienes carecían de periódico. 

No faltaron chistes por la muerte de Cantinflas en pleno mes del idioma.  Don Miguel de Cervantes Saavedra, el papá y decano de todos los humoristas, otro que escogió  abril para ingresar a la eternidad, anunció  que intrigaría para que la expresión «cantinflesco» sea adicionada  en la próxima edición del diccionario con el sinónimo propuesto por William Shakespeare:  “Palabras, palabras, palabras…”.  Su paisano Chaplin aplaudió  el feliz cabezazo de Mr. William a quien se le salió el Hamlet que lleva por dentro.

Entrada la tarde, Cantinflas notificó a sus colegas que sus  últimos días habían sido intensos y que el cáncer que le tocó lidiar  fue particularmente fuerte. 

Todos comprendieron que estaba con deseos de disfrutar del  primer sueño en la eternidad, con su cabeza cómodamente recostada en la primera nube de paso que irrumpiera en el infinito.

«Dejémoslo que disfrute de su primer sueño dentro de otro sueño», ordenó Chaplin. “Al fin y al cabo, acotó Shakespeare, nuestra vida –y ahora la muerte- está hecha de la misma tela de nuestros sueños”.

Antdes de enhebrar el primer sueño dentro del sueño eterno, Cantinflas saludó a Aristófanes que le picaba arrastre a Lísistrata a quien puso a cerrar las piernas si los hombres no hacían la paz. Dejó a Molière en animada charla con uno que se las daba de misántropo y le ayudó a hacer una divertida obra de teatro.

La manifestación humorística se disolvió pacíficamente, informó la policía celestial.(Estas líneas han sido actualizadas en homenaje a Don Mario cuyas películas veo y vuelvo a ver).