25 de abril de 2024

¡Dios te salve, Salamina!

13 de abril de 2017
Por César Montoya Ocampo
Por César Montoya Ocampo
13 de abril de 2017

cesar montoya

Vive Salamina en el recuerdo. Siendo un párvulo encontré cobijo en el hogar de mi tio Antonio José Ocampo  para continuar estudios de bachillerato en el Colegio Pio XII regentado por los Hermanos  de La Salle. Era domingo. El descanso en las vespertinas, tenía como solaz la religiosa costumbre de saborear las partituras musicales de la banda  municipal.  Parejas de todas las edades, novios encaramelados y penitentes solitarios, con lentos pasos hacían rotondas ca minantes en torno de la plaza de Bolívar. Aquello era un  muestrario de la belleza femenina, con aroma de albahaca, altiva y garbosa, y ojos de impactante fulgor. En el almácigo celeste de  Salamina, retoñaba su jardín de princesas encantadas, transfiguradas en seres alados, de livianos y empinados cuerpos, con perfumado aire levantisco.

Sus hombres eran guapos. Líderes políticos de  empeños obsesivos, gerentes de prósperas empresas, intelectuales nefelibatas, muchachada con agallas de gloria, todos juntos, revivían la homónima ciudad de la Grecia  legendaria.

Son inolvidables sus Juegos Florales. Una princesa era  calumniada  de ser autora de un delito reprochable. Un fiscal de palabra  tremebunda, micrófono en mano, desfigurado  por la ira, pedía para ella una condena ejemplar. Hacían presencia testigos que en bella prosa  o pulidos versos, rebuscaban en el  muladar de las infamias, mentiras oprobiosas contra  la dama en el banquillo. Llegaba luego el tropel clamoroso de los testigos que desbarataban el falso andamiaje de los perjuros. El defensor era vehemente. Presentaba documentos,  destruía indicios, hacía apologías sobre la estirpe castellana de la enjuiciada y un juez severo, cerraba el incruento debate. El público, alelado,  atronaba con aplausos el  veredicto de inocencia.

Y los juveniles reinados de belleza. Pulidas  quinceañeras prestaban sus nombres como símbolo de esas contiendas que  con cohetería  multicolor iluminaba las colinas del parnaso. Todo ese maremágnum de estéticas invasoras estimulaban los refugios en los condominios de Palas Atenea.

Aranzazu es mi Macondo amoroso, ahí está mi corazón. Pero Salamina es  mi cerebro. Allí  me saturé de besos, me deslicé  sobre la tibia piel de los  pecados, me encabrité sobre la coraza  del verbo, me eché a  nadar sobre facundias dormidas, y asumí compromisos vitales. Todas sus veredas las pisé predicando evangelios políticos, bajé y subí montañas, y en los árboles de sus  campos , colgué el estremecimiento de mi palabra.

Me formé en sus centros literarios, pedí auxilio a los dioses  que abastecen la mente, competí en los balcones y enamoré. ¡Ah de  aquellas  noches de bohemia con alegres compañeras,  ah de sus amaneceres  morados !

Hoy Salamina está de luto. Lucifer hizo incendios  nefastos y pulverizó toda una manzana que quedó convertida en yermo de pavor. He contemplado la tristeza en el rostro de su gente. La he  visto  cabizbaja, encapsulada en ensimismamientos  amargos. La voz vibrante de ayer, hoy es dejo apagado. Sus energías creadoras, se han  dado corta licencia para llorar.

Mañana, -ya- comenzará la reencarnación de su civismo siempre latente. Un terremoto semidestruyó a Popayán  y Armenia y  derrumbes múltiples obligaron a la población de Gramalote  a buscar abrigo transitorio en otros lares. Renacieron de las cenizas. Hoy flotan con esplendor, atropellando el porvenir.

Esa es la ruta de las estrellas. Esa es la trompeta que  convoca a somatén. ¡Dios te salve, Salamina!

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