29 de marzo de 2024

«Domingo era lo que se llama un hombre»

16 de marzo de 2017
Por Omar Yepes Alzate
Por Omar Yepes Alzate
16 de marzo de 2017

Palabras pronunciadas por el ex senador Omar Yepes Alzate en las horas fúnebres del dirigente conservador Domingo Roncancio Jiménez.

omar yepesEste es uno de esos momentos que uno no quisiera que ocurrieran.

Ha fallecido Domingo y para su familia y quienes fuimos sus amigos es un rudo golpe. Para Manizales también. Aquí se estableció. Amaba a ésta ciudad igual o más que a la de sus ancestros. Y Manizales lo amaba y por eso lo llora y lamenta su partida, particularmente el pueblo raso, los humildes, a quienes sirvió con devoción y esmero.

Su vida fué un itinerario feliz, digno de aplausos. De guardián del orden se encumbró. Alcanzó los más altos escaños democráticos: Senador de la República, Representante a la Cámara, Diputado a la Asamblea de Caldas y Concejal de Manizales por algo más de 30 años, representación ésta que lo colmaba de orgullo.

Servidor fervoroso en todos los escenarios, cumplió celosamente con las responsabilidades que le confiara su pueblo.

Hombre valeroso, lo que se llama un hombre en todo el rigor de la expresión. Valiente en la defensa de sus amigos y de sus convicciones. No lo arredraba nada. Estaba en lo suyo y basta. Creía en lo suyo y ahí se plantaba. Sus razones eran firmes como la roca. No lo asustaban los obstáculos. Los afrontaba y buscaba superarlos. Era como un Mohicano. Era un paladín en la defensa de sus creencias políticas y religiosas, y no porque fueran producto de elaboraciones mentales sino como flujo natural de su personalidad, personalidad formada en su hogar y en el ambiente bucólico de sus ancestros. Sus creencias estaban profundamente incrustadas en su mente y en su corazón, y por eso las defendía de frente. Copiando al poeta Cote Lamus pudiera decirse que «su espalda nunca tuvo cicatrices, porque con Domingo la cosa era de frente». Era, repito, lo que se llama un hombre.

Su palabra era de oro. Valiéndome otra vez de Cote Lamus, era de «palabra empeñada y sin regreso». Con Domingo se contaba. Era amigo de verdad. Sabía ser amigo. Hoy, cuando las amistades están impregnadas más que nunca por el impúdico interés, nos hará mucha falta Domingo. Su amistad era pura, limpia, transparente como el cristal.

Quiero dejar esta nota como prueba irrefutable del apego por el amigo que se fué. Que se fue físicamente pero que perdurará en la memoria de quienes tuvimos el privilegio de vivirlo, de tenerlo entre nosotros, de disfrutar de su cercanía y de conocer no solo la reciedumbre de su carácter sino también la bondad de su corazón, un corazón grande, gigante, como las montañas que nos circundan.

A su familia, a sus amigos, a su pueblo, a su Manizales que lo añorará, un abrazo acongojado en esta dolorosa despedida.