29 de marzo de 2024

Otra vez con lo del voto obligatorio

19 de febrero de 2017
Por Mario De la Calle Lombana
Por Mario De la Calle Lombana
19 de febrero de 2017

Por: Mario De la Calle Lombana

mario de la calleHacía rato no me comunicaba con los amables lectores de EJE 21. Apabullado por las dos grandes derrotas que le aplicó el gobierno Santos al pueblo colombiano, el despojo de Isagén y la confiscatoria reforma tributaria de la cual tardarán años en recuperarse, si es que lo logran,  nuestras maltrechas economías familiares, llegué a la conclusión de que no vale la pena desgastarse buscando cambiar las decisiones del presidente, aupadas por el nefasto “mejor ministro de hacienda del mundo”, dueños de una demoledora mayoría en el Congreso que les permite hacer lo que les da la gana contra el pueblo colombiano. Aparte del proceso de paz, que es indudablemente lo único positivo que se la he visto a estos dos períodos presidenciales, (y que hay que reconocer que es un gran logro), lo demás ha sido una serie continuada de desaciertos inaceptables. No hay remedio. Tenemos que resignarnos.

Pero no es fácil aguantarse sin opinar. Por más que la democracia colombiana sea una figura retórica, porque aquí se hace lo que el presidente diga y el Congreso resulta simplemente dándole una legitimidad formal a lo que es realmente una decisión autocrática, hay momentos en que se le vuelve a uno una necesidad decir lo que piensa, así no sirva para nada.

Ahora vuelven con el embeleco del odioso voto obligatorio. Una y otra vez se ha presentado esa iniciativa desde diferentes orígenes, y una y otra vez ha salido derrotada. Pero en esta oportunidad es el mismo gobierno el que la promueve y, entonces, es casi seguro que prosperará. Para que sea votada favorablemente, ya parece que se va a ofrecer a los congresistas el levantamiento de la actual prohibición de que sean nombrados ministros, y eso solo es suficientemente atractivo como para que todos a una (como en Fuenteovejuna), se pongan de acuerdo para sacar la reforma adelante. Bueno. No todos, porque siempre habrá algunos independientes que votarán ‘no’, así sea para que conste, pero son tan pocos, que el gobierno de todos modos triunfará.

De modo que va a haber voto obligatorio. Lo que ha sido desde siempre un derecho, lo van a convertir en una obligación. Dicho de otra forma, nos quieren obligar a utilizar un derecho, aunque no deseemos hacer uso de él. Así de fácil. Dizque para mejorar la democracia, van a tomar una medida tan antidemocrática como esa. ¡Qué vaina!

Desde ya me opongo. Me declaro en desobediencia civil. Espero que los castigos que impongan a quienes no votemos no sean demasiado onerosos, porque los pagaré gustoso como precio por disfrutar la libertad de hacer lo que se me dé la gana los domingos de elecciones. Y que conste que, desde cuando obtuve la calidad de ciudadano (en esa época se necesitaban 21 años para ser mayor de edad), nunca he faltado a elección alguna. Más de 50 años de fidelidad democrática. Recuerdo que mi padre decía que había que ir a las urnas tapándose la nariz con dos dedos. Pero él era un convencido de la importancia de participar, y lo hacía. Yo heredé la costumbre. Y muchas veces los candidatos por los que voté llenaron mis expectativas. Otras veces no, y en algunas oportunidades esos que yo escogí fueron derrotados. Pues eso es la democracia. Otras veces tuve que votar en blanco, por no encontrar candidatos que merecieran mi voto. Pero siempre voté. Libremente, porque me nacía hacerlo, no por temor a un recibir castigo si no lo hacía. Pues hasta aquí llegamos. Por última vez, votaré seguramente para Presidente en las próximas elecciones, y luego me encerraré en mi casa, elección tras elección, a esperar la sanción que me impongan. Ya estoy demasiado viejo para temerle a eso. E invito a mis compatriotas a que también se rebelen. ¿O vamos a colaborar impávidos a que a la compra de votos se le incremente la clientela? A los que pagan esas compras se les va a aumentar el mercado, y a los vendedores, que con la medida aumentarán su número aproximadamente al doble, les tocará bajar su cobro. Y los compradores, con la misma plata o un poco más, ejercerán más ampliamente su comercio ilícito. Esa medida no desestimula la compra de votos, que es dizque lo que se busca con ella. Solo desestimula el precio individual de los mismos.