29 de marzo de 2024

El maná de la radio

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
14 de febrero de 2017
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
14 de febrero de 2017

Óscar Domínguez

oscar dominguezEn el día mundial de la radio (febrero 13) digamos sin mayor originalidad que si ese medio no hubiera existido lo habríamos tenido que inventar en estos tiempos en que los alebrestados en armas optaron por el secuestro despiadado como una de las peores formas de lucha estéril.

La radio se ha convertido en “maná”, polo a tierra, en único medio de contacto entre los secuestrados, sus familias y el mundo exterior.

Todos los que logran regresar a la civil, después de años de torturas lejos de las piedras del fogón y de la ternura caseras, lo proclaman voz en cuello: la radio los salvó, les mantuvo la esperanza, les alegró las largas marchas hacia ninguna parte.

Por radio “oían” crecer a sus hijos, sabían que algún ser querido se cansó de esperarlos y viajó a la ciudad “de los párpados cerrados”, que fulanita es mamá, que el mundo sigue autodestruyéndose y “Dios pierde su tiempo fabricando estrellas”, que el mundo disfruta de cachivaches nuevos llamados celular o su majestad el BlackBerry. O el wasap que está mandando al cuarto del reblujo a sus competidores.

Toda esta sofisticación es chatarra al lado de la vieja radio.

Perder el derecho a tener una radio de compañía era (es) como si les ninguniaran una miserable ración de comida.

Día llegará en que quienes padecieron el menú de las Farc, para citar solo al grupo que más se ha “lucido” secuestrando, le construyan monumento físico a la radio. Por lo pronto se lo tienen levantado en el corazón.

Uno que tuvo ocasión de escribir sobre la importancia de la radio y los peligros de su mal empleo, fue el exministro Gilberto Echeverri Mejía, asesinado en cautiverio por las Farc en compañía del gobernador Guillermo Gaviria y de un grupo de militares.

El “Ratón” Echeverrí escribía en sus cambuches en la selva profunda, de campamento en campamento, de desesperanza en desesperanza. A la par que les dirigía hermosas cartas a sus familiares, tiraba línea sobre cómo darle un vuelco a la educación, o les daba consejos a sus nietos, iba consignando las penas y alegrías que les deparaba la radio.

Escribía por todos sus compañeros de cautiverio. Eterno educador, Echeverri tiraba línea para que los reporteros, sobre todo de radio, no metieran – no sigan metiendo- las de caminar a la hora de manejar la información sobre los sensibles temas que les competen.

Como decenas de secuestrados siguen en poder de los señores que hacen la guerra, su testimonio consignado en su libro “Bitácora desde el cautiverio” (editorial Eafit) sigue teniendo plena vigencia.

“Uno se siente fuerte y optimista con los mensajes de la familia. Además, ésta es el motivo para resistir, mantener la esperaza”, escribió Echeverri en ese testimonio que felizmente se salvó del olvido.

El libro del exministro debería ser de obligatoria lectura. Trae enseñanzas en todos los frentes. Irónicamente, es un canto a la alegría de vivir para trabajar por los demás. Sobre todos los que llevan del bulto, objetivo que fue su norte, sur, oriente y occidente.

Pero como esta nota está circunscrita a la importancia de la radio en esta coyuntura, destacaría la parte agridulce de las transmisiones radiales:

“En verdad, escribe, la radio ha sido para nosotros el alimento espiritual, (“el maná”, la llama en otra parte)  pero aquí uno descubre la poca preparación de algunos periodistas. Por ejemplo, de un comunicado de las Farc que para nosotros es vital, toman cualquier frase, sin asimilar el texto. La central (se refiere al parecer a los directores de los medios) toma eso como la única verdad y por eso el país queda mal informado”.

Y formula la propuesta de producir un programa diario por Caracol o RCN. Puede ser en horarios después de las diez de la mañana, una media hora, “a esa hora la señal es más potente”.

Y como se dio cuenta de que algunos programas dirigidos a los secuestrados desaparecerían  manifestó: “Creo que el Grupo Ardila (RCN) y el Santo Domingo (Caracol) deben recibir presiones para que los programas se sostengan”.

Nunca salió al aire ese programa diario pero hay espacios radiales en distintas regiones del país, que mantienen vive el contacto entre los secuestrados y sus familias. Todavía es tiempo, en mínima reciprocidad para quienes ansían volver a tener algún día la libertad por cárcel perpetua.

Echeverri en cápsulas tomadas del libro mencionado:

“Mi objetivo, además de quererlos a ustedes (su familia) es encontrar para el país una estructura social más justa y menos excluyente”.

“Uno se siente fuerte y optimista con los mensajes de la familia… que es el motivo para luchar resistir, mantener la esperanza”.

“Quiero, durante el tiempo que me quede de vida, dar mi conocimiento, mi capacidad de entrega y mis posibilidades a ustedes, y por intermedio de ustedes a Colombia”.

“El país que hoy tenemos es bueno para unos pocos y es muy malo para muchos” (en mensaje a sus nietos Camila, Tomás y Simón).

“Perdóname, Yaya (su esposa Marta Inés Pérez) el sufrimiento que te causo, pero no puedo dormir tranquilo en mi casa mientras el país se destruye y sus dirigentes sigan ausentes de la realidad”.

“Me preocupa la actitud de la gran prensa y de la burguesía, especialmente la que vive en Bogotá. Históricamente, no han permitido un cambio para disminuir la brecha entre los de arriba y los de abajo”.

“Nosotros no sabemos qué dice la prensa escrita; solo la radio. Ya conocemos los problemas con los cargaladrillos de las cadenas quienes nos arman tremendos problemas por no tener la preparación adecuada y suficiente sobre temas delicados y especializados”. (Publicado inicialmente en la Revista del Círculo de Periodistas de Bogotá, CPB).