El Diablo Cojuelo
Omar Yepes tuvo afectiva inclinación por los pensilvanenses. Primero fue Guillermo Botero Gómez, personaje excepcional en nuestro medio.Autodidacta, irreverente, bohemio, altanero, sobrado en inteligencia. Dejó regadas muchas anécdotas que Omar, su gran amigo, recuerda a menudo. Dicen que Guillermo se le imponía a su jefe. Porque Guillermo era caprichoso, testarudo, miedoso como adversario y tierno en la amistad. Si este autodidacta hubiera estudiado, habría sido el jefe en Caldas del Partido Conservador. Es un misterio su suicidio. ¡…Tantas virtudes tenía….!
Vino después Mario Arias Gómez. Fue una amistad con Omar de más de 40 años.
Arias es otro raro animal de la política. Tiene físico trasnochado de árabe glotón, mirada libidinosa, carrillos abultados, mentón corto. Su abundante cabellera, color de nieve, se derrumba sobre sus hombros. Usa boina de israelita pobre. ¡Por qué un montañero de Pensilvania se transmuta en beduino con ojos rebuscadores y una malicia regada por todo el cuerpo? El Diablo Cojuelo lo conoce bien, aunque nunca ¡nunca! se le ha arrimado porque le tiene miedo. Afirman que su lengua tiene filo, que sus labios taladran, que sus ojos parecidos a los de Rasputín se hunden en el interior de las personas que trata, que le lleva la contabilidad a todo mundo, que sabe, minucia por minucia, la vida privada de los políticos de Caldas, y que le canta la tabla, con impiedad de carnicero, a quienes se atreven ser sus adversarios. Me decía Rubén Darío Valencia que Arias tiene memoria de elefante. ¿Por qué de elefante? Nunca lo verificaré porque es mejor tenerlo de lejitos.
Han dicho que el negro Montoya es el rey del adjetivo. ¡Qué va! Arias maneja una escopeta regadera para fusilar con ellos. Es terrible ver cómo desfilan, uno tras otro, esos calificativos mordaces con los que pulveriza a sus enemigos.
Ya no se habla con Omar Yepes. ¿Qué pasó?
Ahora Omar tiene otro pensilvaneño a su lado. No sé cómo se llama. Los veo a los dos, todas las tardes, en una cafetería del Centro Comercial Sancancio. Su nuevo amigo es muy gordo, con estómago grasoso, desgualetado, como sucio, con boca de ratón. Dicen que huele a chivo. Desayuna diariamente en la casa del gran comandante.
En conclusión Yepes ha perdido el gusto. De la desafiante figura de Guillermo Botero, de la maldadosa inteligencia de Arias, descendió al abismo.
Ahora su escudero es un Sancho Panza montaraz, parece que de muy pocas letras, pero sí de muchos kilos.