El Diablo Cojuelo
Nos arrimamos en La Suiza a la mesa en donde pontificaba , en medio de unos seres absortos, Miguel Alvarez de Los Rios. Éste es –hoy- la cumbre de la intelectualidad en Risaralda.
Se reían, aplaudían, preguntaban, y todos formaban un entusiasta grupo de poetas. Es decir, de locos.
Allí escuchamos una anécdota que por conocer a algunos de los personajes, nos encantó. Oigámosla:
Eran cuatro los bohemios.Jorge Mario Eatsman, Miguel Alvarez, German Martínez y César Montoya. Llevaban tres días donde Carlota Valencia, dueña del mejor parrandeadero de Pereira. Obviamente cada uno tenía su falda coqueta al lado.
De irresponsables, todos y todas embriagados, contrataron un carriol para que los llevara al Corregimiento de Arauca en donde a Montoya le debían un dinero. Con este circulante iban a prolongar la bacanal.
En Arauca hay una piscina. Allí se apearon, pidieron aguardiente más tangos, y de pronto Eastman dice : “César vamos una apuesta para ver quién dura más debajo del agua”. “Acepto”, contestó Montoya. Martínez se encargó de contar el tiempo que duraban sumergidos. Las damiselas aplaudían y las queridas de los nadadores gritaban, cada una haciéndole fuerza a su parejo.
El negro no aguantó mucho. Eatsman seguía sumergido. Entró el pánico. Montoya nuevamente se tira al agua en busca a Eastman que ya chapaleaba tenuamente. El negro lo agarra y lo saca del agua. Estaba renegrido.La prontitud en la reacción de todos los beodos le salvaron la vida. Rápidamente lo llevaron al municipio de Risaralda y allí el médico Benjamin Alzate lo atendió y diagnosticó que Eastman estuvo al borde de un infarto. Milagrosamente le salvaron la vida a quien más tarde sería ministro varias veces, embajador en muchos países y casi presidente de la República.