¡Ecocidio anunciado!
Por: mario arias gómez
Siento gran alivio comenzar el año escrutando el crítico y delicado tema de la degradación del medio ambiente, que afecta a todos los seres, deponiendo la tortura de referirme esta vez a los disparates y payasadas del tóxico y áspero Uribe, el delirante Pastrana, el defenestrado ex procurador, el efímero “Bobo vivo”, la sibilina Martha Lucía, posesos opositores de la paz y de Santos.
Empiezo por resaltar -nobleza obliga- el inestimable esfuerzo del acucioso Arturo Yepes, del Arzobispo, el alcalde de Manizales y los mandatarios locales de Caldas, preocupados por la calidad de vida de sus gobernados; del desarrollo sostenible; el disfrute del aire limpio, el agua potable; por la inducción del uso de bienes biodegradables, el reciclaje y manejo adecuado de residuos, la negativa al uso de envases plásticos, icopor y pitillos.
Campaña de pedagogía inspirada en el lema, “Rembolsa el planeta”, que empieza a dar sus frutos, como la prohibición de la utilización de bolsas plásticas, que entró en vigencia el 30 de diciembre, de tamaño menor a 30 x 30 cm y calibre de 0.9 milésimas de pulgada, evitando la contaminación visual, de ríos, del mar, la oclusión de cañerías y desagües. En la misma dirección va, el “Impuesto verde”, escalonado de 20 a 50 pesos/unidad, creado por la reforma tributaria a fin de crear conciencia ambiental, lo que llevó a Manizales a ser sede del V Congreso de Aviturismo, y en el 2018 la Feria S de Aves. A su vez, Villamaría es reconocida como municipio con alta cultura ambiental.
Justo es registrar los logros que destacan el interés del Yepes Alzate por el tema ambiental, en consonancia con el universo que propende -dadas las implicancias sobre la vida- por el uso responsable de la naturaleza. Igual se inclina por mitigar el calentamiento global, del que Caldas no es la excepción. De ahí la importancia del trabajo de hormiga que adelanta, lo que amerita que los paisanos -y no hago un postlaudatorio- le renueven la confianza, para que siga la ingente labor desde el Congreso, de forjar comprensión ambiental, en beneficio del interés general. Quehacer, que busca la sostenibilidad climática, por medio de la reducción de la emisión de gases, tipo invernadero.
Para alcanzar la meta, es condición sine qua non, generar conocimiento, realzar el valor estratégico del patrimonio ecológico, compuesto en nuestro caso por las áreas por encima de los 3.600 msnm; del Parque los Nevados; las subcuencas hidrográficas superiores de los ríos Chinchiná, Blanco, Claro, Guacaica y Tapias; el Ecoparque los Alcázares Arenillo; el embalse Cameguadua y las cuencas hidrográficas de las cabeceras municipales y corregimientos. Es además necesario abolir las malas prácticas ambientales.
Un ejemplo de lo que no debe repetirse, es el daño ocasionado por el túnel Manso-Amaní -proyecto “La Miel”-, que borró 22 quebradas del ecosistema que adornaban las montañas del Oriente e irrigaban los campos agrícolas y ganaderos, extinguidas mientras los buldóceres arremetían contra ellas, bajo la mirada complaciente, permisiva y silencio cómplice de las autoridades, rendidas -como se sabe- ante el capital y soborno de Odebrecht.
Súmese la indolente pasividad de la población, que apadrinó el daño colateral que aporreó la flora y fauna endémica del Magdalena Medio, al desaparecer la rana “Pristimantis viejas” y la salamandra, “Bolitoglossa lozanoi”, cuyo hábitat natural, como el de las aves, ardillas, culebras, gallinazos, “gurres”, iguanas, osos hormigueros, pájaros, zarigüeyas, zorros, etc., es el bosque húmedo. Irreparable estrago que los brasileros encubrieron con la compra de las tierras afectadas -cerca de 350 hectáreas-, y la indemnización de otros afectados. La vereda “Lagunilla” se convirtió en un sitio fantasma; los mercados agro-ganaderos que sustentaban la economía de la zona, es historia pasada.
¿Cuánto vale una quebrada? ¿Cuánto vale un bosque de gran pluviosidad como Florencia-Samaná? ¿Cuánto vale el aire sin CO2? Bienes inestimables que dividen a la opinión del mundo que transita hacia la economía verde. A propósito, incito al vocero de los sin voz, Arturo Yepes, reconocido defensor del medio ambiente; de los “peluditos” (que durmieron por fin -casi en su totalidad- sin sobresalto en diciembre por la disminución de la pólvora); para que denuncie la utilización, por un ex congresista de ingrata recordación, lastre del “Poder del Pueblo” de entonces, de información privilegiada, para engañar a campesinos inermes, pagándoles a precio de huevo sus tierras que revendió a Corpocaldas a precio de oro en época del proceso 8.0000, que absolvíó a Samper y Zerpa.
El inescrupuloso de marras, fue compensado por su voto, con un auxilio con destinación específica, la compra de la precitada reserva forestal, canalizado a través de la autoridad ambiental, redondeando el jugoso negocio. Tramoya -Yo con yo- típico enriquecimiento ilícito que no dudo en calificar como de lesa humanidad, pues “atentó gravemente contra la salud física de la población civil”, a conciencia que estos dineros estaban destinados a la defensa del medio ambiente, de la vida humana, animal y vegetal. Fatídico hecho con indicios suficientes para ser investigados. Rubén Darío Barco -quien estuvo al frente de la desteñida y enmohecida gestión-, Mario Aristizábal y otros, pueden aclarar el negociado, si es que el alzhéimer no los afecta. En “La Miel”, como se ve, hay mucha tela que cortar todavía.
Pesadilla que ahora se repite con las once mini-centrales proyectadas en los ríos: Guarinó, La Miel, Manso, Pensilvania y Tenerife. En ejecución, el Edén-Bolivia, que encausa La Miel por un túnel de 6 Km, que registró infiltraciones de 70 litros/segundo que afectan los ya agotados reservorios, quebradas y nacimientos superficiales de las fincas vecinas, cuando el Plan de Manejo Ambiental, concedió un máximo de 17 litros/segundo, provocando un nuevo fenómeno de desplazamiento por causas ambientales.
“Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir los errores”. La degradación del flujo de agua, es inocultable, sine die. Ecocidio que llevará al abandono de las tierras, extenuación poblacional y muerte por consunción.
Conservar la naturaleza es sinónimo de salvaguardar la vida. A propósito, no puede pasar desapercibido el que el Congreso haya hundido el proyecto que prefijaba como derecho fundamental el uso del agua para el ser humano, antes del agrícola, energético, industrial y minero, lo que es deber del Estado, protegerlo. Se vierten hoy a los suelos y ríos 760 toneladas de residuos orgánicos, 1.000 de sustancias químicas y 200 de mercurio. Según el IDEAM, la industria minero-energética utiliza un 4% del agua disponible, menor al consumo doméstico, pero, con altísimo y nocivo impacto residual.
El país debe estar atento a la posición ambiental de los aspirantes en la convulsa campaña presidencial que se avecina. Es elocuente la apatía de Vargas Lleras, que demostró con la permanente colisión que mantuvo con la ANLA (Autoridad de Licencias Ambientales), en la carretera Santa Marta-Barranquilla, que en forma irreparable afectó la Ciénaga Grande. La pesca se desplomó a la quinta parte, por el alto nivel de salinización que originó el desbalance entre el intercambio de agua dulce y salada, entre el mar, el río Magdalena y los cinco afluentes que bajan de la Sierra Nevada.
La Naturaleza hace permanentes advertencias, que los impávidos gobiernos desatienden. En vez de rectificar, agrandan el riesgo. A ojos vistas, vamos hacia la devastación como consecuencia de los desastres naturales y escasez de agua para consumo humano. La ONU calcula que el mundo demanda en el 2030 un 40 % más de agua. 1.800 millones de personas, toman agua contaminada con bacterias fecales. Los cultivos perdidos por las interminables sequías se multiplican. Se acabó el espacio sin agotar el tema.
Manizales, enero 04 de 2017