19 de abril de 2024

Requerir, subjuntivitis, debatir-discutir, albatros 

Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
25 de octubre de 2016
Por Efraim Osorio
Por Efraim Osorio
Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
25 de octubre de 2016

QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA

efraim osorio

Aunque los verbos debatir y discutir son sinónimos, por su origen presentan diferencias. 

Los verbos ‘requerir’ y ‘necesitar’ son transitivos, por lo cual no rigen la preposición ‘de’. El activista argentino Adolfo Pérez Esquivel escribió: “Los desafíos que vienen requieren de políticas sociales fuertes con apoyo del pueblo…” (El Tiempo, 10/10/2016). En esta oración sobra la preposición, porque ‘políticas sociales fuertes’ es el complemento directo de ese verbo: “…requiere políticas sociales”. Con el siguiente ejemplo pretendo demostrar esta doctrina: “El pueblo requiere de las políticas sociales del gobierno justicia y eficacia”: en ésta, el complemento directo es ‘justicia y eficacia’;  el circunstancial, ‘de las políticas sociales’. Lo mismo se aplica al verbo ‘necesitar’, que, cuando se emplea como intransitivo, aunque no lo mencione, sobreentiende un complemento, por ejemplo, cuando digo ‘necesito de un amigo’, se subentiende aquello que de él necesito, que podría ser ‘compañía’, ‘consejo’, o, de pronto, ‘un arrugado de cincuenta’.

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En el mismo artículo del señor Pérez Esquivel, los especialistas encontraron una muestra positiva de ‘subjuntivitis’ en esta frase: “…que permiten silenciar las armas y transformarlas en arados –como lo anunciara el profeta Isaías…”. “…como lo anunció el profeta”, le dijo el internista que ‘corrigiera’, porque si ‘lo dijo’, ya es algo cumplido. En el pabellón de la subjuntivitis, el paciente se encontró con el columnista de El Tiempo Abdón Espinosa Valderrama, incurable, quien siempre da positivo, como en las siguientes muestras, la segunda, purulenta: “…Santos, quien a lo largo de su carrera consagrara a esta causa sus mayores desvelos”. “Tanto más cuanto se presentara inmediatamente después del triunfo del No…” (13/10/2016). Los especialistas ya no le recetan nada a este paciente, porque saben que no tiene remedio su dolencia, pues olvidó que existe el pretérito simple de indicativo.

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La ‘columnista’ Ana María Giraldo Bustamante contrapuso los verbos ‘debatir’ y ‘discutir’ como si fuesen antónimos. De ‘discutir’ afirmó que es “un ejercicio de imposición de ideologías al otro, evitando raciocinios  y sobreponiendo sentimentalismos…”; de ‘debatir’, que es “una ampliación del conocimiento, una comprensión completa de la posición del otro…” (LA PATRIA, 11/10/2016). Más extraviada, imposible. Aunque los dos verbos son sinónimos, por su origen presentan diferencias. ‘Debatir’ viene del latín ‘debattuere’ (‘batir, sacudir; batirse contra alguien con las varas’) a través del francés ‘debattre’ (‘examinar un asunto, debatir, tratar’). Además de ‘discutir, disputar, polemizar, altercar’, otros sinónimos suyos son ‘luchar, pelear, combatir’. Y ‘discutir’ procede del verbo latino ‘discutere’ (‘quebrar, hender, resolver, disipar’) y sus sinónimos son ‘examinar, ventilar, debatir, controvertir, cuestionar, argumentar’, etc. El diccionario de María Moliner da las siguientes definiciones: Discutir. Tratar entre varias personas, exponiendo y defendiendo cada uno su punto de vista, los distintos aspectos de un asunto”. “Debatir. Hablar sosteniendo opiniones distintas sobre cierto asunto”. Sobre las diferencias y similitudes de estos dos verbos se podría escribir un apasionante ensayo, irrealizable en este espacio. Añadiré únicamente que ‘discutir’ y ‘debatir’ se hacen serenamente, con la exposición razonable de los argumentos de cada una de las partes para tratar de conseguir los objetivos correspondientes; y que tanto las discusiones como los debates pueden terminar, las primeras, en chamusquinas en una familia o entre compinches; los segundos, en batallas campales en el Congreso. Lo prueba la experiencia.

En nuestro idioma, cuando una palabra grave (llana) o esdrújula termina en ‘ese’, su plural es invariable, por ejemplo, ‘el martes, los martes’; ’el paréntesis, los paréntesis’.  En su último artículo enviado a La voz del lector, el señor Fernando García Cuartas escribe: “…iguanas, lagartos, cormoranes, albatroz, leones marinos…” (LA PATRIA, 10/10/2016). A un acucioso lector le pareció extraña la ‘zeta’ de la palmípeda, y me preguntó cómo se formaba su plural. La ‘zeta’, le respondí, tuvo que ser un lapsus, sin duda, pues con ella y sin la tilde en la segunda ‘a’ se convierte esa palabra en aguda, y su plural tendría que ser ‘albatroces’. Pero, como se escribe con ‘ese’, y es palabra grave, su plural es ‘los albatros’, según la susodicha norma. Los entendidos dicen que el nombre de esta ave procede del inglés ‘albatross’, a través de ‘alcatraz’, término alterado fonéticamente por su color ‘albo’ (blanco). El diccionario de la Academia de 1914 lo define sólo como “carnero del cabo” (ave palmípeda). Y hay otros que traen ‘albatroste’. Extraño, ¿no?

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