29 de marzo de 2024

Votar SÍ, confundir NO

28 de septiembre de 2016
Por Óscar Gutiérrez
Por Óscar Gutiérrez
28 de septiembre de 2016

Óscar Gutiérrez

Oscar GutiérrezEl 2 de octubre los colombianos deben definir, en las urnas y a través de un plebiscito, si aceptan o no los acuerdos alcanzados en La Habana, entre el gobierno nacional y el grupo armado de las FARC. Es del interés de millones de compatriotas saber cómo votar y hacerse a unas ideas que permitan, con conocimiento, tomar tan importante decisión. Después de la lectura de lo acordado, de oír y leer a diferentes formadores de opinión y a dirigentes de la nación y, espulgar lo acordado, he tomado la decisión de votar por el SÍ.

Las razones son varias:

La primera es la más elemental de todas, pero la más poderosa. Los acuerdos implican el desarme de las FARC, el cese de la violencia que durante tantos años ejercieron contra los colombianos, el silenciamiento y la entrega de los fusiles y, por tanto, que se acabe el inmenso rosario de muertos, viudas, víctimas de las minas antipersonas, secuestros, extorsiones y demás horrores derivados de la degradación del conflicto, incluido el narcotráfico y los crímenes de lesa humanidad. Eso solo, ya justifica votar por el SÍ.

Pero, además lo justifica, saber que también deberán cesar los procedimientos de la fuerza pública que generaron violencia, violación de derechos humanos, masacres, falsos positivos y todas las demás formas salvajes que asumió la confrontación armada. Deberán cesar también los grupos paramilitares y quienes desde las esferas de los grandes negocios los prohijaron y protegieron. Razones todas que permiten votar por el SÍ.

Sin embargo, el que se asuma esa posición no puede llevar a dejar pasar el engaño promovido en la propaganda oficial de que se van a resolver, a través de la Reforma Rural Integral, -punto 1 de los acuerdos- los problemas del campesinado y del mundo rural. Así se sostenga que el origen de la confrontación armada está en el campo y que la solución a los problemas de la ruralidad, quedaron acordados en el punto 1, puede decirse -sin temor a equivocación- que la decisión de tomar las armas fue una decisión política y salirse de la guerra también es una decisión política refrendada el 26 de septiembre en Cartagena.

En cuanto a la solución de los asuntos rurales debe saberse que estos están ligados fundamentalmente a la producción de alimentos que garanticen la soberanía y seguridad alimentaria y a producir materias primas para el desarrollo de la nación. La lectura de lo acordado en La Habana plantea que la reforma que se requiere es, de una parte, brindar servicios y bienes públicos y construir infraestructura, escuelas, puestos de salud, carreteras, centros de acopio, electrificación, acueductos y alcantarillados y otros bienes relacionados también con mercadeo, adecuación de tierras, asistencia técnica y otros servicios en zonas de reciente colonización y lenta consolidación.

De otra parte plantea la escrituración y entrega de tierra, siempre y cuando se allegue, para campesinos sin tierra de acuerdo con lo contemplado en la Constitución Nacional desde 1936, en las Leyes reglamentarias y en las que, relativas al asunto de la entrega de tierra se derivan de la reforma constitucional de 1991. Entregar tierra a los trabajadores del agro que la requieran, construir infraestructura y brindar bienes y servicios a las zonas rurales de colonización tardía nada tiene de condenable y es saludable que el gobierno cumpla con una obligación aplazada. ¿Dónde radica el problema?

El asunto radica en que la situación de la producción agropecuaria y del bajísimo nivel de ingreso de los campesinos, las comunidades afro, los indígenas, los empresarios agrícolas no monopolistas y los asalariados del agro, está sometida a las modificaciones constitucionales de 1991, al libre mercado, a los TLC y a la toma de los mercados de alimentos por parte de las grandes corporaciones. El texto presentado a consideración de los colombianos y firmado por las partes reconoce, en el último párrafo del punto 1, que el Estado otorgara apoyos directos “para el fortalecimiento productivo, con el fin de que en la economía campesina, familiar y comunitaria se eviten o minimicen los impactos negativos que supongan la internacionalización de la economía y la liberalización del comercio”. Se reconoce de esta forma lo ya reconocido en el cuerpo del acuerdo: Es un acuerdo en medio de la internacionalización de la economía y la liberalización del comercio. No podía ser de otra manera. Santos nunca consideró la negociación del modelo económico y, la modificación total o parcial de este, será producto de la lucha organizada y civilista de los colombianos.

Quienes comprenden que desarrollar la producción agropecuaria nacional implica derrotar la política de apertura económica, libre mercado, TLC y sus avances posteriores, podrán votar por el SÍ pero sin dar por resueltos los graves problemas económicos y sociales que afectan al país.

Desarmar a las FARC, continuar la oposición democrática al gobierno de Santos y no dejarnos confundir tales son las razones de votar SÍ.