28 de marzo de 2024

¿Mordaza?

28 de agosto de 2016
Por Hernando Salazar Patiño
Por Hernando Salazar Patiño
28 de agosto de 2016

Nota. Un artículo aparecido en El Espectador el pasado jueves, me suscitó la glosa “Dudas de la memoria”, la que envié al diario bogotano, precedido de la siguiente carta, en que se alude a Evelio Giraldo y a Augusto León Restrepo, puntales de Eje 21,  y al comentario incluido en mi última columna.

Señores de El Espectador

Hernando Salazar PatiñoLo que hace que me conozco, y tengo casi setenta años, ha entrado El Espectador a mi casa, inclusive cuando se llamó El Independiente y puedo dar testimonio memorioso de casi todos sus grandes columnistas.

Hace poco, cerca de un mes, les envié un escrito (la primera vez que lo hago en mi vida, excepto una o dos veces casi niño, en la época de Gog) titulado «La polarización del odio» para su sección Cartas de los Lectores. No lo publicaron.

Esa actitud de ustedes, me llevó a preguntarle a un amigo que fue exdirector de un diario, en el que fui columnista : «… a ti, que sabes de esas cosas, que has dirigido medios, que conoces las distancias o, a veces, abismos entre lo que se dice predicar y defender y lo que en realidad se hace:

¿Cuáles son las circunstancias que hacen que un texto, que no tiene nada reprochable en su sindéresis, no da golpes bajos, ni desciende a lo vulgar, ni invade esferas privadas, es merecedor de censura o considerado impublicable?

¿Se prueba mi tesis de que dudar, pensar, cuestionar, es hoy, en este país, dispararle a la paloma y apostarle a la guerra? (Y pongo «paloma» con minúscula, porque a la con Mayúscula, la mantienen en un intercambio de disparos verbales, que una vez los ´»pacíficos» gobiernen, a lo mejor quede como la de Epifanio.)»

Y al director de un diario virtual (Eje21), donde sí publicaron el texto, se lo envié con la siguiente fundamentación, en forma privada:

«Quizá te sirva, porque reflexionar si la dejación de armas implica un trueque político o que la vida será el más alto valor para los seres humanos colombianos, no está permitido.

Uno, es un gesto importante, porque si no se dispara no hay muertos, cierto. Pero si esto implicara y respondiera a una concepción sobre el otro, sobre el prójimo o próximo, sobre el que piensa distinto a uno, me satisfaría más.

Ah, ¡eso se construye! ¿sí ? Pero es si no leer en los internet y en los comentarios de blogs, la capacidad de odiar y de prejuzgar, condenando, que tienen los colombianos, para dudar de unos acuerdos en que cada parte, ha pensado primero en su propia conveniencia como si fueran las del país, y quizás sea así, pero siguen viendo enemigos en todos los que critiquen o se opongan. Y los columnistas, echando fuego a la candela.»

Las transcripciones se las hago por simple vía informativa, sin interés de que sean publicadas, porque ya sé a qué atenerme: Admiten desacuerdos con el editorial, pero no con las columnas de opinión, máxime si se trata de sus columnistas «estrella»: Abad, Bejarano, Molano o la Orozco.

Pero sí les pido el favor, como lector de ustedes por mucho más de medio siglo, que le den a conocer a la joven, inteligente, y todo indica que bella Melba Escobar, las «Dudas» que me suscitó su escrito publicado hoy 25 de agosto, y que adjunto con ésta. No veo otra manera de hacer ese contacto.

Excúsenme si abuso. Gracias.

DUDAS DE LA MEMORIA

La columna de Melba Escobar “Todos nuestros muertos”, nos dejó “todas nuestras dudas”. Cuenta de una excursión de estudio que hizo con otros jóvenes a San Agustín en 2001, en la que encontró otros muchachos de la misma edad, “muy simpáticos”, estudiantes de la UN, un dibujante entre ellos, que los invitaron a acompañarlos en su expedición. No lo hicieron,  pero al regresar a  Bogotá de madrugada, encontró en la puerta de su casa “un titular del periódico que decía “Masacre en el Puracé”. La cara de los excursionistas con quienes había estado dos días antes aparecía en fotos pequeñas…Los mataron a todos. Fue un frente de las Farc” (sic).

Melba dice que entendió lo cerca que estuvo “de ser un retrato más en esa primera página”. No nos dice que entendió ese día, o después, o siempre ha entendido, por qué mataron a esos compañeros con ganas de conocer el país, llenos “de juventud, de entusiasmo, de bonhomía”.¿Eran paramilitares? ¿Los confundirían con paramilitares? ¿Tenían la apariencia de soldados disfrazados? ¿Llevaban o les notaron armas?  ¿Serían informantes camuflados? ¿Tenían el aspecto de ser hijos de oligarcas, como, digamos, un Martín Santos, para poner un ejemplo representativo? ¿Daban las trazas para cualquier confusión? Más bien, todo parece indicar que no. ¿Por qué los mataron?

Le contó al papá que pudo ser uno de ellos, de esos muertos de noticia pasajera y olvidable, que han terminado en una cifra más. Pero, ¿por qué los mataron? Preguntó la prensa, el gobierno, la justicia ¿por qué? De haber sido esa víctima más ¿estaría su padre entre los abanderados del perdón? ¿Sabe si los asesinos lo pidieron alguna vez, lo están pidiendo o lo van a pedir? Los padres de estos jóvenes ¿perdonaron hace tiempo? ¿Quién  les pidió o quiénes les han pedido perdón? ¿Los han reparado o los van a reparar? ¿Por qué los mataron? ¿Les explicaron por qué, o fue otra “equivocación”?.

¿Por qué los mataron? La columnista insinúa una respuesta, muy general, bastante socorrida, y terrible, aun en su abstracción, ante ese caso de una concreción atroz. ¡Es la guerra! Por eso hubo millares parecidos o peores. “La guerra se va llevando gente hasta que un día el turno le toca a uno”, concluye. ¿Por qué los mataron? Porque estamos (¿o estábamos?) en guerra. ¿Guerra de quiénes contra quiénes? ¿Entre quiénes de esos quiénes, estaban? Es decir, ¿de cuál de esas fuerzas enfrentadas, hacían parte esos muchachos? ¿Qué tanto avanzó el proyecto revolucionario de verdadera justicia y reivindicación de los pobres de Colombia, con su muerte? ¿Acercó esa masacre sin contexto a sus victimarios, a la toma del poder por el pueblo? Las preguntas serían irrelevantes y las respuestas pueden ser respondidas si los que la ejecutaron estaban haciendo política con las armas. Si fue solo una cruenta e irreparable acción criminal, es otra cosa, pero no hasta el encubrimiento o la impunidad.

Hernando Salazar Patiño