28 de marzo de 2024

NI UN ERROR MÁS EN CAFESALUD

12 de marzo de 2016

Con Cafesalud no podían cometerse errores. Se esperaba que el traslado a esta EPS de 4,6 millones de afiliados de Saludcoop, ahora en liquidación, fuera la culminación de un escandaloso proceso de corrupción que desnudó la falta de gobierno y desorden dentro de la que era la más grande entidad del sistema de salud.

La súbita salida, la semana pasada, del presidente de Cafesalud, Guillermo Grosso, en quien se puso toda la confianza para que el tránsito de usuarios y pacientes no fuera traumático, estuvo salpicada por informaciones según las cuales hubo injerencia indebida de políticos que pretendían, y pretenden, apoderarse de la que hoy es la mayor EPS del país.

No es para menos: una empresa que hace presencia en 1.022 municipios y abarca a 6,4 millones de afiliados constituye un auténtico botín al que distintos grupos políticos han querido echarle mano, desde la intervención misma de Saludcoop por parte de la Superintendencia Nacional de Salud, en mayo del 2011. Y en ese río revuelto pescan desde sus antiguos dueños, que pretenden continuar con las artimañas que la llevaron a la quiebra, así como los teóricos que aspiran a que esta se convierta en un remedo de la caótica Caprecom.

Los intentos del Ministerio y la Supersalud por blindar todo el proceso de apetitos burocráticos y económicos han desembocado en más de un enfrentamiento de estos despachos con congresistas y personajes de distinto cuño.
Llevar a feliz término todo este proceso requiere que se cubran adecuada e inteligentemente todos los flancos, empezando por los más obvios. Y uno de ellos es la cabeza de Cafesalud.

Aunque era muy claro que Grosso, nombrado presidente de la EPS en noviembre, iba a ejercer por tres meses mientras llegaba un titular definitivo, la aparatosa culminación de su breve periodo demostró que hubo fallas.

No han sido las únicas. El descarado enfrentamiento de la EPS con las antiguas clínicas de Saludcoop contratadas por ella para atender a sus afiliados y consecuentemente el incumplimiento de la pública promesa de que las cosas solo iban a mejorar para los usuarios en materia de prestación, calidad, oportunidad de los servicios y la penosa insinuación de derroche y el hasta ahora coincidencial homicidio del auditor no han hecho más que afectar su imagen y desvalorizar a la empresa.

Este es una asunto de la mayor importancia, si se tiene en cuenta que el Gobierno y los entes de control se juegan su prestigio y con él, la estabilidad del sistema. De la venta de esta empresa, paso que se debe seguir en el proceso, depende no solo un componente importante de la regulación del sector, también la sobrevida de muchos hospitales y otros proveedores, todos acreedores de Saludcoop en Liquidación, dueña de Cafesalud.

Es indispensable que la junta de la EPS mida cada paso, y eso comienza por la elección de un presidente idóneo. Siguiendo la premisa del Ministerio de blindarla contra politiqueros y corruptos, tiene el deber de buscar al mejor, y no precisamente entre todos aquellos que, a pesar de haber demostrado incapacidad ante retos similares, hoy se promueven como los ideales sucesores de Grosso. A este asunto no le caben ni un escándalo ni un error más. Hay demasiado en juego.

EL TIEMPO/EDITORIAL