17 de abril de 2024

¡Un periodista a cabina!

Por Tomás Nieto
13 de octubre de 2015
Por Tomás Nieto
13 de octubre de 2015

el campanario

Por Tomás Nieto

Asistía toda la razón al poeta Silvio Villegas cuando sostenía que ”lo peor de la muerte es el olvido”.

Valga este párrafo de entrada para registrar el silencioso deceso, todavía reciente, del veterano periodista bogotano Jorge Rincón, quien fue por muchos años fiel escudero de Yamid Amat, en Caracol Radio.

Durante el reinado de “El Turco” o “Juan Lumumba” –que se acabó por infortunada decisión de Augusto López Valencia, “Tuto”–  regía una orden que emitía a los gritos Rincón, por radioteléfono, y que generaba pánico entre los redactores de las demás plazas del país: “Un periodista a cabina … un periodista a cabina”.

Eso significaba que alguien debía ponerse en el acto, al micrófono, desconociendo por lo regular el tema que Amat iba a manejar y que se disponía a crucificar con un torrente de preguntas a quien osaba afrontar el compromiso, sin estar debidamente preparado o documentado. No había, pues, un trabajo sincronizado, de equipo, y se sacrificaba innecesaria e injustamente a la gente de las regiones distintas a Bogotá, siempre ninguneadas con el peyorativo de la “provincia”.

Esta manera tan atropellada de hacer periodismo radial –con un aparente rótulo castrense—pasó a mejor vida cuando El Otomano  se fue con su régimen militar a otras toldas.

El finado Jorge Rincón, que en gloria esté, no tenía la culpa; él se limitaba a cumplir órdenes.

La publicidad política pagada

En su libro “Radio” –obra que contiene los vicios más comunes y dañinos de la publicidad— su autor, Agustín Jaramillo Londoño, consideraba un grave error elegir los medios con carácter político, y traía al canto esta anécdota:

Antes era frecuente oir órdenes como “No me ponga (mi aviso) en El Tiempo, porque yo soy muy conservador”… “Quíteme El Colombiano, que yo soy liberal”.

El mismísimo Julio C. Hernández, hermano de doña Bertha de Ospina, salía por aquellas calendas a visitar empresas, y los dos principales argumentos que esgrimía eran: ”Hay que ayudarle al partido” y “Hay que ayudarle al periódico del partido”.

El olfato del maestro Acosta

Pasaba una temporada en Cali el maestro Alberto Acosta, por entonces director del Noticiero Todelar de Colombia. Por aquellos lejanos días llevaba una semana a punto de zozobrar un barco petrolero a unas pocas millas de Buenaventura. La capitanía del puerto emitía diariamente boletines en los que le hacía seguimiento a la situación. En vista de que pasaron dos jornadas y nadie volvió a decir nada de la embarcación en emergencia, Acosta hizo gala de su gran olfato para las chivas y ordenó: “Hundan el carguero en el próximo cambio nacional”. ¡Orden cumplida!

Dicho y hecho: a las dos horas, la Armada Nacional confirmó en un comunicado que el mar Pacífico se había engullido, entero, al petrolero.

Los titulares coagulados

Hizo época en la capital del país, como diario sensacionalista, “El Bogotano” que dirigía doña Consuelo de Montejo.

Por todas sus páginas rumbaba la crónica roja. No eran permitidas noticias que tuvieran que ver con la política, la economía, el gobierno o la vida social.

Uno de los redactores de este tabloide solía llevar a su casa un ejemplar en el que envolvía un pan francés que compraba en una panadería cercana al periódico. Su hijo mayor, gran tomador de pelo, cogía el pasquín y le decía a su mamá: “Lo que más me gusta de este periódico, mami, es que cuando mi papi llega a  casa, ya lo trae con los titulares DEBIDAMENTE COAGULADOS”.   

Aviso ocurrente

Aviso clasificado que vio publicado en alguna parte el periodista caldense Iván Darío Góez, a pocos días de las elecciones regionales:

Se necesita urgentemente muchacha para el servicio doméstico. La que teníamos decidió lanzarse como candidata al Concejo de Manizales.