28 de marzo de 2024

Evocando a Hernán Nicholls, un genio de la publicidad

29 de agosto de 2015
29 de agosto de 2015

el campanario

Por Tomás Nieto

El publicista caldense Hernán Nicholls Santacoloma –el  hombre que llevándole la contraria a la rima, parió el vitalicio comercial, según cual, “Carvajal hace las cosas bien”—resolvió irse de este mundo, sin decirle adiós a nadie, el 17 de octubre de 2008, a los 78 años, porque todas las despedidas son tristes y él nunca tuvo pautas, ni cuentas con la congoja.

Hernan nicholls el pais
Hernán Nicholls. Imagen El País, Cali.

Así como eligió para el pollo asado aquella frase que llegó para quedarse: “Kokorico no tiene presa mala” y una que puso a levantar millones a los dueños de “Leonisa”: ”el brassier que sostiene todas las miradas”, el creativo eligió en 1957 a Cali para vivir, trabajar, amar, tertuliar, beber, comer, fumar y morir, sin que tuviera nada personal contra su región de origen.

A Nicholls, nacido en 1931, en una hacienda de su familia, en Risaralda, Caldas, lo mató el cigarrillo. Consumía dos cajetillas diarias de Lucky Strike. No le temía a la muerte. En su escritorio reposaba siempre una calavera de verdad. Su color favorito era el púrpura de los cardenales y de algunos toreros. A su oficina siempre la llamó “La Morada”.

En el momento de su deceso, en Cali, tenía la catadura de un personaje bíblico, en la que sobresalían una blanca melena y una luenga barba que le daba al pecho, como un enorme babero. Tenía, una veces, el aspecto de un abuelo bonachón y en otras el de Robinson Crusoe, el náufrago más famoso del mundo.  Se había vuelto compañero inseparable de un grueso bastón. Hasta el último día de su vida lo acompañó Andrea, la menor d sus tres hijas. Así tituló la noticia El País, el “principal diario caleño: “Murió el ultimo bohemio”…”Se marchó el gran contertulio que hizo las cosas bien”.

Su camarada Carlos Alberto Mejía Pineda, también publicista, quien le manejó una sucursal de su  agencia, en Manizales, sostiene que a Nicholls le llegó la riqueza representada en amigos y oleadas  creativas que le generaron gran cartel como publicista en el ámbito nacional. Se reía del oficio que Dios le dio. Decía que “la publicidad era el servicio militar de la literatura”. De su plantilla de personal, en La Sultana, hicieron parte Gonzalo Arango, Andrés Caicedo y Carlos Duque.

Añade Mejía que don Hernán tenía una particularidad empresarial bien sui géneris: Nunca tocó plata. Siempre tuvo un gerente comercial que tenía que ver con los cheques y los bancos. Opinaba que el dinero contaminaba al artista. Y reclamaba para él, solamente, la parte creativa. Cerró su ciclo vital sin tomar en sus manos el llamado “estiércol del demonio”

Tolón Tilín

Siete años después de su óbito, no se sabe qué suerte corrió el texto para un libro que iba a titular “La historia de la publicidad en Colombia”. ¿Será mucho pedirles a sus tres hijas que le rindan homenaje a la memoria de su padre, buscándole un impresor que sea, por ejemplo, CARVAJAL, firma que todavía hace las cosas bien?