Los pueblos caldenses en la independencia
Por: Albeiro Valencia Llano
Hace 200 años el territorio del actual departamento de Caldas era muy conocido debido a los pueblos coloniales de Marmato, Vega de Supía, Quiebralomo, Arma y Ansermaviejo; Marmato, o el Cerro de Oro, era el corazón del distrito minero y todas las poblaciones y aldeas giraban alrededor de la minería. Las principales comunidades indígenas habían desaparecido golpeadas por el choque cultural, pero sobrevivían algunos resguardos y pueblos, aunque acosados y arrinconados por los blancos y mestizos. En ese momento la inmensa zona era frontera entre las provincias de Antioquia y Popayán y el río Cauca funcionaba como límite natural. Por todo esto las guerras civiles y el sentimiento independentista tuvieron aquí algunas particularidades que orientaron el posterior desarrollo de la región y contribuyeron a la creación del departamento de Caldas, en un proceso de casi 100 años.
La riqueza minera
El antiguo distrito minero era un territorio rico en minas de oro y plata y, por lo tanto, los pueblos coloniales debían garantizar la explotación de dichos recursos. Ansermaviejo suministraba alimentos y mano de obra; los dueños de minas vivían en El Llano, San Juan, Vega de Supía y Quiebralomo. Esta última población era el pueblo español, o de blancos, y el centro administrativo. Pero la Vega de Supía era el pueblo que había evolucionado más armónicamente, por su ubicación geográfica, porque era la residencia de muchos criollos ricos, dueños de minas y de haciendas y por la masiva presencia de los llamados libres (mineros independientes, artesanos y peones). Los esclavos tenían sus viviendas en Guamal y la Vega de Supía, mientras que los indígenas habitaban en sus pueblos de Guática, Tachiguía, Quinchía, Montaña, San Lorenzo y Cañamomo.
Y, como era de esperarse, la actividad minera desarrolló un inmenso comercio pues había que abastecer las minas de esclavos, herramientas, hierro, telas, carne y golosinas. El mercado más importante era el de carne, pues las cuadrillas de esclavos incluían en su dieta carne de res fresca y salada, por lo tanto se traía ganado blanco orejinegro de Cartago, Buga y Cali. Otros artículos de obligado consumo eran la harina de trigo, bizcochos, vinos, cominos y alhucema, que se traían de Popayán y la panela y el azúcar, de los trapiches de Cartago. Los comerciantes se encargaban, además, de transportar oro en polvo para las fundiciones; como éste era un medio no oficial de cambio y los mineros compraban sus provisiones y esclavos usando el oro como moneda. Los comerciantes se convertían en los prestamistas y banqueros de la época y estrechaban sus intereses con los mineros, hasta que se transformaban en dueños de haciendas, minas y esclavos. La Vega también era rica en minas de sal lo que atraía otros comerciantes de diversas regiones.
El transporte se realizaba por el río Cauca utilizando indios cargueros, esclavos y balsas; éstas se construían de guadua y tenían en el centro una plataforma techada para proteger la carga de maíz, otros productos alimenticios y pasajeros, y flotaban desde Cali, hasta Cartago y Antioquia. La región era cruzada por uno de los caminos más importantes de la Nueva Granada, que venía de Quito, Popayán, Valle del Cauca, Cartago, Ibagué y Bogotá, a través del Paso del Quindío. De Cartago se desprendía otra ruta o Camino Real hacia Anserma, Vega de Supía y Medellín.
El ambiente para la independencia
La agitación política llegó por la excelente ubicación geográfica de los pueblos coloniales. Las noticias sobre los gritos de independencia, del 20 de julio de 1810, se conocieron un poco tarde en la región. Los rumores e informes llegaron a Rionegro a mediados de agosto y rápidamente retumbaron en la población de Armaviejo y desde aquí, por el Paso de Bufú en el río Cauca, se divulgaron en Supía y pueblos vecinos; pero también entraron noticias por la ruta de Cartago-Supía. Como consecuencia se reunió la élite de criollos en cada población: los dueños de minas, comerciantes y hacendados. La conmoción los sacó de la monotonía y siguieron con mucho cuidado el movimiento que se estaba gestando en las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca (Cali, Caloto, Buga, Toro, Cartago y Anserma Nuevo). La Vega de Supía, Ansermaviejo y todo el distrito minero hacían parte de la provincia de Popayán y las relaciones económicas eran muy estrechas, y por donde se mueve el comercio circulan las noticias. En este ambiente los dirigentes criollos de la región estaban obligados a involucrarse en el proceso de independencia que estaba madurando en la gobernación de Popayán.
Mientras tanto Antioquia estableció su primera junta de gobierno en septiembre de 1810 y, el 27 de junio de 1811, esa junta aprobó la Constitución Provisional que tiene la virtud de haber señalado que por la abdicación de Fernando VII los pueblos, y entre ellos el de Antioquia, habían reasumido la soberanía. La situación se agravó en 1813 por los avances del español Juan Sámano, quien entró victorioso a Popayán en el mes de julio, ocupó casi sin resistencia la ciudad y luego avanzó con su ejército hacia Cali y Buga. Para enfrentar la Reconquista se nombró a Juan del Corral como dictador de Antioquia; éste envió al Valle del Cauca una expedición militar dirigida por José María Gutiérrez de Caviedes, “El Fogoso”, al mando de 200 soldados con el propósito de ayudar a los patriotas.
Pero Gutiérrez no sólo era militar sino político experimentado y había participado en la proclamación de la independencia de Mompox en 1810; cuando llegó a la Vega de Supía se reunió con los sectores dirigentes y los motivó para proclamar su independencia, hecho que se concretó el 28 de noviembre de 1813. En el Acta de Independencia quedó explícito el juramento de fidelidad y obediencia a Antioquia “durante la orfandad en que han quedado por la usurpación del enemigo que ha penetrado en la capital y principales departamentos de la Provincia de Popayán”.
El nuevo clima político estimuló el surgimiento de grupos de “chisperos”, integrados por mestizos, entusiasmados por la posibilidad de la independencia. La espectacular ubicación geográfica favoreció la circulación de las ideas porque la región era paso obligado de los ejércitos que se movían entre Antioquia y Popayán. Los patriotas recibieron la influencia política del sacerdote José Bonifacio Bonafont, quien llegó desterrado del Socorro por su posición a favor de la independencia. El sector de los realistas estaba formado por la pequeña población de blancos españoles, dueños de minas y de haciendas, con residencia en el antiguo Real de Minas de Quiebralomo, y eran orientados por el sacerdote José Ramón Bueno. Cuando llegó la reconquista española los habitantes se llenaron de pánico. Los patriotas organizaron varias guerrillas y se internaron en los escabrosos montes de la región. Las operaciones que realizó Francisco Warleta, desde 1816, produjo el desplazamiento acelerado de familias pobres de Antioquia hacia el sur de Aguadas y se convirtieron en colonos, organizaron parcelas y fundaron aldeas; pero también aprovecharon el caos e invadieron los pueblos indígenas de Bonafont, Gúatica, Tachiguía, Montaña, San Lorenzo y Quinchía.
Por último el clima de libertad cobijó también a los afrodescendientes y desde el año 1811 se produjo lo que se conoce como la “rebelión de los negros”; numerosos esclavos huyeron del distrito minero hacia la región de Cerritos, cabecera del río Otún y Valle del río Risaralda, para iniciar una nueva vida en la “tierra de nadie”. A raíz de la Independencia toda la región se transformó por la llegada del capital inglés y de varias decenas de ingenieros europeos a la zona minera de Marmato, Supía y Riosucio, se fueron demoliendo las viejas relaciones de producción y como consecuencia la región se integró a las provincias de Antioquia, Cauca y Tolima. En este nuevo clima se aceleró la llegada de campesinos pobres de Antioquia y de otras zonas, se profundizó lo que se conoce como colonización antioqueña y se creó el ambiente para el surgimiento del departamento de Caldas.