28 de marzo de 2024

EMPLEO JUVENIL: NO IMPROVISAR

27 de julio de 2015
Los jóvenes enfrentan grandes dificultades para acceder y mantenerse en los mercados laborales. En Colombia se tienen avances que deben ser consolidados antes que salir con iniciativas aisladas.

La crisis económica reciente y el crecimiento mediocre de los últimos años ha significado un alto costo económico y social para los jóvenes del mundo. Ello se expresa en niveles altos de desempleo, limitado acceso a los mercados laborales formales y un aprovechamiento muy restringido de las oportunidades que se generan.

Según la OIT, entre los jóvenes latinoamericanos prevalece un desempleo elevado (13 por ciento), con tasas que son de dos a cuatro veces superiores a las de los adultos. Además, cerca de dos de cada tres jóvenes que trabajan tienen empleos precarios. Para este grupo de edad la informalidad supera el 55 por ciento.

En Colombia, según Fedesarrollo, en la última década, y gracias a las mejoras que ha tenido el mercado laboral, se ha presentado una reducción de la tasa de desempleo juvenil, la cual pasó de 22,9 por ciento en 2004 a 15,8 por ciento en 2014, lo que representa una caída de 7,1 puntos porcentuales.

La OIT estima que en el país, en promedio, el 59 por ciento de los jóvenes ocupados son asalariados y un 30,5 por ciento son cuenta propia. Un rasgo común del empleo juvenil es la informalidad. En Colombia, el sector informal explica el 78 por ciento de la misma.

Esto hace que una alta proporción de trabajadores jóvenes carezca de condiciones laborales adecuadas y no haga parte de los sistemas de protección social. Ello lleva a que este grupo poblacional presente la menor cobertura en seguridad social.

En razón a la problemática laboral de los jóvenes, los diversos países latinoamericanos, incluido Colombia, han adoptado distintos programas tendientes a promover el empleo, la empleabilidad y el emprendimiento juvenil.

Precisamente, Fedesarrollo, al revisar los efectos de la Ley 1429 de 2010, conocida como la Ley de Primer Empleo, encuentra que desde su implementación, “la tasa de desempleo juvenil ha evidenciado una reducción más pronunciada con respecto a la tasa de desempleo promedio de la economía”.

A pesar de estos logros, el Gobierno ha puesto en marcha una nueva iniciativa, “40 mil primeros empleos”, cuyo objetivo es beneficiar a un número igual de jóvenes que nunca hayan trabajado para que adquieran experiencia en su área de estudio. En este programa confluyen recursos del Gobierno y de los empresarios.

El ministro de Trabajo, Luis Eduardo Garzón, ha dicho que con el programa se busca “romper esa lógica perversa de creer que un joven, por no tener experiencia, no puede entrar a trabajar”.

Fedesarrollo, al estudiar la nueva iniciativa, encuentra que “genera muchas dudas”, no solo por el enorme costo que tendría (300 mil millones de pesos), sino por dar lugar a subsidios poco focalizados.

La experiencia internacional en este tipo de programas enseña que la eficacia va ligada a la integralidad y la OIT recalca que “las medidas aisladas en general tienen poco impacto y su efecto es limitado”.

Infortunadamente, la nueva iniciativa gubernamental hace poco caso de estas recomendaciones y, antes que consolidar y articular los actuales programas que adelantan diversas entidades, promueve la dispersión.

Frente a una crisis fiscal que tiene en jaque la sostenibilidad de muchos programas, el Gobierno debería considerar la conveniencia de continuar con la iniciativa de los cuarenta mil empleos y más bien dedicar los recursos disponibles a integrar y fortalecer las acciones en marcha. Sin duda, con ello se haría más por nuestros jóvenes.

EL COLOMBIANO/EDITORIAL