29 de marzo de 2024

Entrevista al colombiano que inventó el marcapasos

25 de abril de 2015
25 de abril de 2015

Por Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

Jorge Reynolds es bogotano, de madre colombiana, pero su padre era inglés, por lo que al terminar bachillerato fue enviado a Inglaterra para hacer su carrera universitaria, a mediados del siglo pasado. Recién había concluido la Segunda Guerra Mundial, como es sabido.

Allí entró a estudiar Ingeniería Civil, pero luego dio el salto a Ingeniería Eléctrica y, cuando ya estaba a punto de graduarse, a él y sus compañeros les hicieron una atractiva propuesta: que con dos años más saldrían como ingenieros electrónicos, ¡los primeros en Europa!

Aceptó el reto. Fue así como al obtener el codiciado título regresó a nuestro país, donde no tardó en poner a prueba sus conocimientos avanzados cuando varios amigos suyos, que ejercían como médicos, le pidieron manejar unos equipos electrónicos que acababan de llegar a la Universidad Nacional.

Le fue tan bien, por lo visto, que el decano de Medicina, Raúl Paredes, lo nombró Ingeniero del Departamento de Fisiología de la Nacional, un cargo –observa Reynolds, mirando el espejo retrovisor- completamente absurdo para esa época, cuando nadie pensaba que la ingeniería tuviera aplicación en el campo médico, de salud humana.

marcapasosSolo que esto le permitió empezar a entender, poco a poco, que el corazón humano funciona como un sistema eléctrico, base fundamental de lo que poco después sería un gran descubrimiento científico y uno de los más importantes a escala mundial: la invención del marcapasos.

“Zapatero a tus zapatos”, le recriminaban sus colegas, acogiendo la célebre sentencia popular

Un hallazgo histórico

Reynolds, sin embargo, no dio su brazo a torcer. Al contrario, fue donde otros amigos suyos, también médicos pero con una clínica especializada en atender enfermedades cardíacas, cuyos directores: Alberto Bejarano Laverde y Fernando Valencia Céspedes recibieron con entusiasmo su iniciativa, contratándolo allí por medio tiempo, sin que se retirara por completo de la Universidad Nacional.

Se dedicó de lleno al estudio en cuestión, comprobando su hipótesis sobre el sistema eléctrico del corazón y cómo las arritmias son un problema en tal sentido, cuando se presentan bloqueos aurículo-ventriculares complejos, “que son mortales, sin solución”. ¿Cómo hacer para que un aparato eléctrico lo haga otra vez funcionar bien?, se preguntaba con insistencia.

Pasaba noches enteras poniéndose al día, enterándose de los últimos hallazgos al respecto y conociendo los distintos sistemas de estimulación artificial del corazón (desde los antiguos egipcios, quienes empleaban anguilas eléctricas), hasta que un día, con apenas 22 años de edad, diseñó y construyó el primer marcapasos que le fue puesto, con rotundo éxito, a una persona.

Pero, vamos con calma. En primer lugar, el aparato en sí, de veras inconcebible en estos tiempos, cuando ha transcurrido medio siglo largo desde entonces: ¡pesaba cincuenta kilos, con tubos de radio! No era ni mucho menos funcional, ¡pero funcionó!

Y funcionó en el cuerpo de un sacerdote, quien habría fallecido en poco tiempo de no haber sido por el invento, el cual le prolongó la vida durante poco menos de dos décadas, prueba cabal del adecuado funcionamiento del equipo que muchos en Colombia se negaban a aceptar, todo lo contrario al entusiasta apoyo en otros países.

De inmediato, Jorge Reynolds fue proclamado –según consta en registros históricos y científicos que ahora pueden consultarse en internet- como inventor del marcapasos, mientras el médico Alberto Bejarano es reconocido como el primero en haberlo implantado en un ser humano.

La historia les terminó dando la razón.

¡Ya viene el nanomarcapasos!

Hoy, estando próximo a sus ochenta años de edad, Jorge Reynolds se mantiene al tanto de los últimos avances tecnológicos y las tendencias en tal sentido, hasta el punto de ser experto en temas de futurología, del futuro de la ciencia y de cómo ésta, sobre todo en la medicina, mejorará de manera significativa las condiciones de vida de la población, como ha sucedido en los últimos años.

“Dentro de poco, las personas vivirán más de un siglo”, asegura.

Por ello, no es de extrañar que él ahora sólo hable de nanotecnología, esa nueva ciencia que lleva la tecnología  a dimensiones ínfimas, microscópicas, y que por consiguiente haya diseñado para lanzar al mercado, con el apoyo de poderosas firmas internacionales (norteamericanas, europeas y asiáticas), el nanomarcapasos, tema que de veras parece cosa de locos o al menos de ciencia ficción.

El marcapasos, en realidad, sería un nanopuente aurículo-ventricular, del tamaño de un cuarto de un grano de arroz; se introduciría por medio de un catéter, en una cirugía ambulatoria encargada de implantarlo, y no necesita siquiera la batería porque se activa con la misma palpitación o contracción del corazón que le genera su propia corriente. Algo increíble, claro está.

Más aún, de acuerdo con su investigación el revolucionario dispositivo se podrá conectar al teléfono celular del médico, quien en cualquier momento vería cómo está y si requiere cambiar los parámetros para garantizar su normal funcionamiento. ¡Increíble!

Acerca de la esperada colaboración del gobierno colombiano, admite que se ha reducido a la posibilidad de avanzar en el conocimiento del corazón de las ballenas en nuestro océano Pacífico, gracias a la participación de la Armada Nacional, y pare de contar. “Pero eso nos sirvió bastante”, dice mientras observa que dichos estudios le permitieron desarrollar el nanomarcapasos, sin entrar en detalles al respecto.

“Esto es apenas –sostiene- el comienzo de la nanotecnología, que sin embargo es muy importante para abrirle paso al mayor uso de nanoelementos que cambiarán por completo a la medicina, para beneficio de la humanidad, de todos nosotros.”

Pero, ¿qué es la nanotecnología? A esa pregunta responde a continuación.

La ciencia del futuro

nanotecnologiaPara Reynolds, la nanotecnología es la ciencia del futuro y como tal desplazará a una gran cantidad de técnicas e industrias que hoy existen en el mundo. “Es una verdadera revolución tecnológica”, asegura.

Por ello, no duda en incluirla entre los mayores cambios no sólo en estos tiempos sino en la historia humana, al lado por ejemplo –dijo al oído de los cientos de alumnos que escuchaban atentos su conferencia en la USB- del acelerador de partículas CERN, el cual permitió demostrar que el átomo es totalmente divisible, compuesto por numerosas partículas mucho más pequeñas.

“Por fin sabremos de dónde venimos y para dónde vamos”, sentencia.

Según él, la ciencia está avanzando además hacia la interdisciplinariedad total, o sea, la estrecha relación entre las diferentes disciplinas, según lo demuestra su caso personal, donde el conocimiento de la ingeniería alcanza progresos increíbles en la medicina, tal como ocurrirá –asegura- con su nanomarcapasos que se ha implantado con éxito en organismos vivos, faltando sólo el permiso de las autoridades respectivas para hacerlo en seres humanos.

Y claro, los beneficios por tales avances ya se están viendo con el aumento, verbigracia, en las expectativas de vida de la población, más aún cuando parece inminente que enfermedades como  el alzheimer, el parkinson y el sida, entre otras, dejen de ser incurables en pocas décadas.

“Los niños que hoy están en primera infancia podrán vivir hasta 140 años, según cálculos recientes”, comenta en medio de la sorpresa general, a la que tampoco él es ajeno.

Pero –se pregunta, alarmado-, ¿qué nuevos problemas nos esperan? ¿Tendremos exceso de población, con millones de ancianos que en apariencia son jóvenes, sin conseguir empleo como ahora les pasa a los mayores de cuarenta años? ¿Y qué ocurrirá con sus pensiones? ¿Nadie más se volverá a pensionar, generándose así un conflicto social sin precedentes?

“¡Nuestras universidades deberían estar investigando dichos problemas y cómo resolverlos!”, plantea a manera de un reto para profesores y estudiantes, sin excepción.

Llamado a los jóvenes

Para Reynolds, es preciso tomar cartas en el asunto. Y al más alto nivel, claro está. Las propias Naciones Unidas, en su concepto, deben pronunciarse al respecto e incluso adoptarse en cada país drásticas normas legales para garantizar, en lo posible, que las nuevas tecnologías sean usadas por manos criminales, poniendo en grave riesgo la supervivencia del planeta y de nosotros mismos.

“Tales son los paradigmas que enfrenta la juventud”, advierte en tono crítico, acusador, al señalar que de esto no se habla, ni siquiera en nuestras universidades, donde es urgente -insiste- abordar dichos problemas y buscarles soluciones, lejos de sentarnos a esperar como si nada pasara.

jorge reynoldsLe preocupa, en particular, que las naciones latinoamericanas, donde hay tanto atraso tecnológico que amplía la brecha frente al Norte, no nos demos cuenta de lo que está ocurriendo y, sobre todo, de las penosas consecuencias causadas por fenómenos como la mencionada superpoblación.

Por fortuna -agrega-, Colombia goza de condiciones favorables como la abundancia de tierra, puesto que al menos la mitad del territorio nacional está deshabitado por la improductividad del suelo (en la Guajira y los Llanos Orientales, verbigracia), situación que podría resolverse precisamente con mejores tecnologías.

No es, por tanto, pesimista a pesar de sus cuestionamientos. No. Se declara optimista sobre un cambio positivo de actitud en los centros académicos, aprovechando el talento humano, las diversas disciplinas y la capacidad investigativa para conseguir, entre otras cosas, la preparación debida, sin que para ello se requieran cuantiosos recursos económicos.

Y exhibe un argumento final para justificar su confianza: el apoyo internacional a su proyecto del nanomarcapasos, algo que demuestra con creces -enfatiza- que sí se puede, desarrollando tecnologías propias, creadas en nuestros países.

“¡He ahí nuestro mayor reto!”, concluye el inventor del marcapasos, colombiano a mucho honor.

(*) Director de la Revista “Desarrollo Indoamericano” – [email protected]

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