El sainete de los serrucheros
Si el autor de este escrito, que es penalista, fuera juez de la república, con los elementos de juicio conocidos, condenaría al abogado Pacheco, al cínico Jorge Pretelt y al litigante Escobar.
Victor Pacheco, es un imbécil. Podrá ser el mejor civilista del país, experto en antesalas maliciosas, tramitador de influencias, enroscado con unas magistraturas, al parecer, venales.Pero carece de olfato defensivo. Es un niño. Se ha enredado en sus diversas versiones y ya está vinculado a un viacrucis legal con nudo gordiano, imposible de desatar.
Primero, con prueba documental. Le hace un relato telefónico, impresionante y sucio, al magistrado Luis Ernesto Vargas de cómo fue fraguado el inicuo tráfico de influencias entre el abogado, Pretelt y Escobar. En un escondite palaciego, refiriéndose a la Tutela interpuesta por él en representación de Fidupetrol, con la emoción de quien corona una empresa, le dice Pretelt a Pacheco : “Bueno, le tocó a Mauricio González”. ¡Eureka, ganamos! Para una pituitaria elemental, ¿qué se descubre ahí? Que ambos , abogado y juez, le estaban siguiendo las pisadas a la Tutela, y aplauden con alborozo que el reparto de la misma le correspondiera a Mauricio González, el ahora denunciante. Solo un bobo no detecta cómo las mancornas humanas ya están actuando en concierto criminal.
Pacheco hace descargos ante los fiscales. Aquí dice que los 500 millones que exigía Pretelt no eran para comprar a su colega González, sino para contratar un constitucionalista de calificadísimos valores para que representara a la empresa petrolera. Mentira más. Rodrigo Escobar que sí sabe de derecho constitucional, ya tenía bajo su responsabilidad la suerte de Fidupetrol.
Pacheco, carente de nariz, se lanza al precipicio. Estas son las palabras pronunciadas, en conversación telefónica, con el magistrado Vargas. : “Me dice (Pretelt) asi, asi : Oye, tu sabes , el único que habla acá con Mauricio González soy yo. El que le lleva la cuerda. Ajá, y qué es eso? No, que a él, definitivamente, no le gusta la plata. Pero –me dijo así, palabras textuales, y yo no sabía quién era el personaje,- él quiere que, en un momento dado, dice, que yo le consiga la plata y que se la dé a Marcela Monroy (anterior esposa de González) y para un pelao que tiene 17 años. Le digo : De cuánto estamos hablando? De 500 millones”.
Aflora el delito en todo su esplendor.Miente al decir que el dinero era para obtener los servicios de un constitucionalista que ya lo tenía, y con seguridad es una calumnia sostener que iba a comprar la conciencia del magistrado González con un pírrico obsequio para la dama y su hijo.
La acomodada defensa de Pacheco es ingenua y, obviamente, mentirosa. Cómo un abogado, docto y prestigioso civilista, es tan candoroso, tan infantilmente bobalicón, para jugar a varias bandas ante los investigadores. El olfato nos ubica , sin dubitación alguna, en el trampolín armado por Pretelt para –supuestamente- manejar el mercado simoníaco dentro de la Corte Constitucional. El abogado Escobar, de tanto cartel como jurista, fue el comodín en esta empresa ignominiosa.