18 de abril de 2024

Expertos advierten que Colombia sigue rezagada en formación doctoral

8 de enero de 2015
8 de enero de 2015

Para los académicos, la educación superior contribuye a intensificar la productividad y la competitividad de las naciones a través de la formación de capital humano al más alto nivel y de la generación de nuevo conocimiento.

Las inversiones en educación superior y en investigación, en su concepto, le han permitido a las naciones desarrolladas mantener su potencial innovador, al asegurar un talento con estándares de formación muy superiores.

De acuerdo con Acosta y Celis, algunos investigadores destacan que a la educación superior de los países latinoamericanos le corresponde suministrar el capital humano para garantizar una mayor probabilidad de éxito en la economía global basada en el conocimiento. Tratándose del capital humano, el mayor grado académico conferido por una universidad, después de un título de pregrado, es el de Doctor of Philosophy (PhD), o Doctor of Science (DSc o ScD), mientras que las posiciones posdoctorales no son títulos académicos, sino un ejercicio investigativo antes de ser formalmente profesor o investigador.

Asimismo, según ellos, no más del 1 % de la población de los países desarrollados alcanza el titulo de PhD. Ostentarlo implica conocer un campo particular de la naturaleza o de la sociedad a profundidad y estar dedicado a la investigación sistemática que permita acrecentar el acervo de conocimiento original en el respectivo campo.
Agregan que un PhD ha sido sistemáticamente entrenado entre 3 y 5 años -en ocasiones hasta una década- en investigación para generar nuevo conocimiento. Las universidades consideradas más exitosas son aquellas donde los que enseñan son los mismos que investigan, comúnmente en la frontera del conocimiento.

Colombia arribó tardíamente a la generación de nivel doctoral en sus propias universidades, según los docentes. Sin embargo, se destaca que mientras en 1990, solo existían seis programas doctorales, estos se incrementaron en 2002 a 34 y en 2013 a 197.

El 35,25 % de tales programas están en Bogotá, el 25,24 % en Antioquia y el 7,14 %, en el Valle del Cauca. El crecimiento de la formación visto a través de la matrícula muestra que en 2002, fue de solo 350 estudiantes, mientras que en el 2011 fue de 2.920 y a finales de 2013, de 3.467.

Sin embargo, el número de doctores graduados en 2002 solo llegó a 38 y en 2011 a 258. El acumulado de los titulados en Colombia, entre 1990 y 2011, fue apenas de 1.250. Este número representa el 19,7 % del total (6.345) de ciudadanos colombianos que han recibido título doctoral en el país y en el exterior, entre 2001 y 2011.

Para los académicos, estas cifras contrastan con las observadas en Chile y Brasil, donde en 2010 había 28,1 y 44,8 doctores por cada 100.000 habitantes, respectivamente. Comparando en términos del número de graduados por millón de habitantes, el panorama es más entristecedor: Brasil produce anualmente 63 doctores por millón de habitantes; México, 24; Chile, 23; Argentina, 23; y Colombia solamente 5.

Por otro lado, afirman que la situación es más dramática al realizar el paralelo con Hispanoamérica y el mundo desarrollado: Portugal, España, Estados Unidos, Australia y el Reino Unido, gradúan anualmente 152, 173, 156, 240, y 259 doctores por millón de habitantes, respectivamente. Estados Unidos, en 1930, graduaba 20 por millón de habitantes.

En Colombia, la gran mayoría de doctores están en la educación superior, pero solo en promedio el 5,4 % de los profesores de este nivel educativo posee título doctoral. Esto sugiere que la calidad de la educación superior no es la mejor. En la región, hace más de una década, Brasil tenía 30 % y Chile 14,4 % de sus profesores de la educación superior con este nivel de formación. La planta docente de la UN con título doctoral actualmente se ubica en 40,48 %. En la Universidad de Sao Paulo, es de 99,7 %.

La mayor disponibilidad y producción relativa de doctores en Brasil sugiere que este capital humano ha contribuido significativamente a posicionar a este país como la octava economía mundial.

También los docentes destacan que, la educación superior como intensificadora de la eficiencia y los factores de innovación y sofisticación son componentes de la competitividad. Por ejemplo, el índice global de competitividad 2013-2014 de Brasil se ubica en la posición 56, mientras que el de Colombia está en el puesto 69 y el de Estados Unidos en el 5, entre 148 países.

La calidad es otro aspecto que preocupa a algunos analistas, pues se advierte que se está haciendo más énfasis en la cantidad. La comunidad académica globalizada demanda la circulación de cerebros y de ideas.

Finalmente, Acosta y Celis creen que la movilidad del talento es una oportunidad para que los estudiantes doctorales desarrollen habilidades que les permitan insertarse en la fuerza laboral internacional. Al ambiente “parroquial” en que se forman muchos doctores en Colombia se suma la creciente endogamia académica, consistente en que egresados de un programa se vinculan inmediatamente como profesores de la misma universidad que les confirió el título.

Las universidades de clase mundial se nutren esencialmente de expertos provenientes de los más diversos ambientes académicos. La contribución investigativa de estos programas aún no es suficiente para posicionar a las universidades colombianas en los primeros lugares de los rankings regionales y menos aún en los mundiales, más exigentes, concluyen.