Reflexiones o inflexiones de fin de año
De igual manera se ha hecho alusión al Proceso de Paz que debería ser el epicentro del anhelo Nacional, que viene al decir de muchos polarizando al país, tal vez porque el Estado con la fuerza que lo caracteriza, no ha logrado formar un consenso ciudadano sobre las reglas del juego democrático, que le permita utilizar el monopolio de la fuerza, creando verdaderos espacios legales en el que se puedan resolver sin atropello alguno, los conflictos de intereses económicos, políticos, propios de la sociedad civil.
No es secreto alguno de la debilidad endémica del Estado Colombiano que se manifiesta en la falta de presencia en gran parte del territorio nacional, el recrudecimiento de la inseguridad en los grandes centros urbanos, que de inmediato originan declaraciones de las autoridades de estar todo bajo control, como producto del afán protagónico de aparecer en letras de molde y el brillo de las cámaras de televisión, una fragilidad ante las presiones de los grandes grupos de poder económico, como quedó evidenciado en las discusiones de la mal llamada reforma tributaria, en donde la clase media y los independientes sufrirán los rigores del ARBITRISTA Ministro Cárdenas, nos hace concluir que no fue un buen año, con demasiadas frustraciones y un débil optimismo para el que se inicia el próximo 1 de enero.
Ojalá el 2015 sirva para consolidar el fin del conflicto armado y se dé paso a un proceso de paz sin arandelas, con acuerdos claros y de cara al país, dejando de lado las pretensiones de ciertos sectores de buscar el triunfo militar, que no se ha logrado y nunca se obtendrá, por que de ser así, estaremos al borde de una violencia civil o un período insurreccional que conduciría inevitablemente a unos gobiernos hegemónicos de izquierda o de derecha. El ejemplo lo tenemos a la vuelta de la esquina.
Existe coincidencia en que el país reclama cambios, demorarlos es rehuir un compromiso que tienen quienes ostentan la autoridad, por cuanto todos los que habitamos esta nación, observamos perplejos que el elemento disolvente del bienestar social lo constituye la creciente inseguridad ciudadana, la extorsión, las actividades clandestinas, la corrupción administrativa, ahora en las puertas de los organismos de seguridad, el narcotráfico, (¿podrá considerársele conexo al delito político?), el secuestro, el tráfico indebido de influencias, una justicia aplicada con criterios subjetivos, configurándose día a día un clima de excepcional gravedad y de perturbación de la vida cotidiana, que es la que le interesa al ciudadano del común.
A este ambiente se le suma el caos judicial, que genera desconfianza en las instituciones, alimentándose unas conductas desafiantes de grupos e individuos que abiertamente desconocen a las autoridades legítimas para administrar justicia y sorprendentemente vemos como reciben un tratamiento benévolo de ese sistema penal, cuando se pretende su judicialización.
Que este fin de año sirva para muchas reflexiones, en donde gobierno, partidos políticos y demás estamentos de poder, presenten un pliego de rendición de cuentas, como debe ser en una democracia seria y responsable, en donde seguramente saldrán mal librados por el incumplimiento permanente de las promesas prometidas en las campañas que les sirvieron de sustento para llegar a los cargos que ocupan.
Por cierto, una distinguida profesional, visitante del portal y lectora de esta columna, se pregunta ¿cómo sería de importante se analizaran cada uno de los puntos del plan de desarrollo del actual gobierno?, para determinar lo que se ha cumplido, con la conclusión desoladora que un gran porcentaje de lo consagrado se han quedado en discursos y publicidad mediática.
La apreciación anterior por lo que sucede en el caso de la llamada locomotora de innovación, la que junto a las regalías de ciencia y tecnología (caso depto. de Córdoba), no ha tenido ejecución alguna, al igual que la locomotora de la minería, que con el desplome de los precios de petróleo y los desastres ecológicos de la explotación del oro, no han dado los resultados esperados para beneficio de la economía del país, sin olvidar que la filosofía era la de que las regalías de la explotación minera serían reinvertidas en proyectos de innovación y tecnología, como en los países desarrollados, pero de esa frustrada bonanza y tan cacareada por el gobierno solo queda una deuda ecológica que la padecerán varias generaciones en una corrupción rampante y unos proyectos de infraestructura sometidos al retraso e incertidumbre.
Interrogantes valederos que bien merecen la atención de los responsables de ejecutar estas políticas prometidas y diseñadas en los planes de desarrollo, tan importantes para tener un estado moderno, desarrollado y pensante, que deben correr paralelos a los muy promocionados proyectos de vivienda, que responden a un principio constitucional, de vivienda digna para los colombianos, y no con criterios electorales a futuro.
ADENDA: Y a propósito de la prolongada e inconstitucional protesta judicial, ¿a qué se dedica la Sala Administrativa del lánguido Consejo Superior de la Judicatura?, institución creada con los mejores augurios y marchitada desde los últimos tres añios, por funcionarios que no estuvieron a la altura de la dignidad de la magistratura.
Por las festividades navideñas y de fin de año, esta columna volverá el 20 de Enero, Dios mediante.
Paz y ventura a todos.
Bogotá, diciembre 16 de 2014.
Columnas del autor