Los pueblos tienen ángel
Fija circuitos geográficos. Allá en Aguadas , entre girones de nubes, rasga tiples y entusiasma con el contrapunteo de las guitarras eléctricas. En Pácora navega alegre por sus cañadas de plata , entregándole a las sílfides un abecedario de suspiros. En Salamina es aire metafísico, sutil y sonoro, alimento de cerebros y hermanastro de dioses. Músculo tenso, bisagra elástica, galope rápido en Filadelfia que también taconeo intelectual con su filósofo de estirpe. Es válvula de escape , palabra que vuela, buril para los poemas en la colcha geográfica de Riosucio, de un verde estridente, inventor además de un diablo bueno, desenfadado y parrandero. Es evocador, aura apacible, huele a musgo histórico en Santa Ana de los Caballeros. Mueve multitudes, abre corazón de primavera en Manzanares y en Samaná tiene sonido de trompeta cuando retornan sus palanques bizarros.
Falta uno : el espíritu de Dios que otea y vigila el alma de Aranzazu. Destacó El altísimo un Querubín, de más selecta jerarquía que el Ángel rezandero, encargándolo de instalar un telescopio en el Cerro de Santa Elena, fabricado en los talleres del cielo, para que determine el sendero que deben transitar sus elegidos. Desde allá contabiliza cunas con sus tiernos lloros y extiende velos negros sobre las tumbas vencidas. Ese Querubín , con un collar de estrellas y alas blancas, cubre el destino de sus gentes. Contemplativo y generoso, arrulla en el claror de las madrugadas y distribuye itinerarios. Querubín dinámico. Sabe controlar asperezas, allanar montañas, secar manglares, fertilizar desiertos. Es espada de luz en las pupilas de sus colegialas, melodía, prosa y poesía intemporales. Es arpegio en los riachuelos,bejuco hostil en las cordilleras, árbol de nieve en las cúspides. Querubín fiestero que degusta jolgorios, comparte nepentes, es claraboya en las mañanas y tiene espacio para los ensueños. Compinche en las travesuras. Prende fuegos en el nido de las parejas que se extasían en festines íntimos.
Como Neruda, “confieso que he vivido”. De Aranzazu incorporé a mis secretas vivencias su música pagana, también hice mías las estatuas caminantes de sus mujeres y las estancias escondidas para los pecados mortales. Míos son sus amaneceres que despuntan por las colinas en una procesión de luces que se van apoderando del horizonte como fantasmas caminantes. Danzan primero y poco después se afirman como arbustos saltones en las lejanías.Míos sus incendios en los orientes nacarados, el campaneo de las horas, las fatigas del véspero, los insondables misterios de sus noches. Aranzazu huele a cielo, a virgen intacta, también a niña quinceañera. Si Aracataca tiene gravitación universal en la pluma de García Márquez, si en Antioquia Bello es un pesebre de nostalgias tristes para Marco Fidel Suárez y Amagá paisaje de muladas cabizbajas en los trotes campesinos de Belisario Betancur, Aranzazu es bohemia, tempestad sentimental, urna secreta, diadema de laurel. Bajo su techo maternal dí los primeros pasos de mi vida.