28 de marzo de 2024

Colombia ha apostado hasta doce veces a la paz

12 de octubre de 2012
12 de octubre de 2012

La mayoría de esos procesos de diálogo se celebraron en los años ochenta y noventa del siglo pasado, cuando varias guerrillas dejaron las armas, entre ellas el Movimiento 19 de Abril (M-19) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).

A inicios de la década de los noventa también se desmovilizaron guerrillas menores: el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Movimiento Armado Quintín Lame (indígena), la Corriente de Renovación Socialista, el Frente Francisco Garnica, los Comandos Ernesto Rojas y las Milicias Independientes de Medellín y del Valle del Aburrá.

Esos grupos tenían alrededor de 6.000 combatientes que se reinsertaron a la sociedad e incluso a la vida política, y un ejemplo significativo fue el M-19, que participó, ya como partido, en la redacción de la Constitución de 1991.

Años después, en 2006 y en virtud de un acuerdo con el Gobierno del presidente Álvaro Uribe, unos 31.000 paramilitares de las Autodefensas se desmovilizaron con resultados dispares, ya que sus líderes fueron extraditados a EE.UU. y la mayoría de sus bases y mandos medios se incorporaron a las nuevas bandas criminales dedicadas al narcotráfico.

Ahora el presidente Juan Manuel Santos busca un acuerdo definitivo con la principal guerrilla: las Farc, con la que en dos ocasiones, durante los Gobiernos de Belisario Betancour (1982-1986) y Andrés Pastrana (1998-2002), se intentó, sin éxito, la paz en negociaciones formales.

Las esperanzas están puestas en que a lo largo de este proceso, que se abrirá el 17 de octubre en Oslo, se sume el Eln, la segunda guerrilla en importancia y que ha expresado públicamente su intención también de negociar.

«La lucha armada no tiene ningún sentido en el mundo de hoy», argumentó a Efe el director del Centro de Investigación de Seguridad y Defensa de la Universidad Nacional de Colombia, Alejo Vargas, integrante en el pasado de distintos comités facilitadores de paz.

En términos similares se expresó el economista y experto en conflicto rural, Absalón Machado, quien indicó a Efe que «Colombia ha sufrido ya un trayecto suficientemente largo de conflictos como para pensar que pueda seguir en ese proceso».

El primer diálogo formal con las Farc comenzó a inicios de los ochenta en Casa Verde, en plena selva y donde estaba la base de su Secretariado o mando central, y avanzó hasta la declaración de un alto el fuego y el nacimiento de un partido: la Unión Patriótica.

Esta formación concurrió con algún éxito a los comicios locales, legislativos y presidenciales, pero muchos de sus líderes y militantes, más de 3.000, fueron asesinados en una campaña atribuida a paramilitares y militares.

Aquella negociación con las Farc terminó en fracaso en 1987, año en el que ese grupo constituyó, junto a otros insurgentes, la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar, que celebró en 1991 negociaciones en grupo con el Gobierno de César Gaviria (1990-1994) en Caracas y Tlaxcala (México).

El M-19 ya había optado por la desmovilización y en 1990 se presentó a las elecciones y obtuvo el 12,5 % de los votos, un camino político que recibió un revés cuando perdió a su máximo líder y candidato presidencial, Carlos Pizarro, asesinado semanas antes de aquellos comicios.

Mientras las Farc proseguían su lucha armada, al tiempo que se expandían los paramilitares de las AUC, una organización que, con el apoyo de agentes del Estado, profundizó el conflicto.

Las Farc llegaron así a un segundo proceso formal de paz con el Gobierno de Pastrana, quien mantuvo otro diálogo paralelo con el ELN, ambos fracasados.
Al llegar al poder Alvaro Uribe (2002-2010) implementó la llamada Seguridad Democrática y llevó a las Farc a un repliegue estratégico que no las salvó de duros golpes militares, así como a la desmovilización de las AUC.

Ya con Santos en la Presidencia, desde 2010, el Gobierno volvió a acercarse a las Farc y, fruto de unas conversaciones secretas en La Habana, se acordó en agosto pasado abrir la mesa formal de diálogo este mes de octubre en Oslo, de donde se trasladará después a la capital cubana.

Lo nuevo respecto a las negociaciones anteriores «es el contexto nacional e internacional», según el experto Vargas, quien considera que los rebeldes negociarán disminuidos militar y políticamente y con la realidad de que movimientos de izquierda e incluso guerrilleros de América Latina han llegado al Gobierno a través de las urnas y no de las armas.