28 de marzo de 2024

Los 93 de ÁlvaroHJCK

9 de junio de 2012
9 de junio de 2012

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La emisora de la ex inmensa minoría (HJCK) ya no vive en la frecuencia 89.9, de FM. (Bueno, hay otros inquilinos con otra propuesta). Para tutearse con la sesentona emisora  hay que bajarla con horqueta de Internet: www.hjck.com

De pronto la gente se casa con el que puede, no con el que quiere. Los esposos Álvaro y Gloria Valencia, ya fallecida,  se casaron con la única persona con la que podían hacerlo: ellos mismos. Y si uno se casa para tener con quién hablar en los años otoñales, hicieron el mejor negocio.

La pareja tuvo tres hijos que se la han jugado por la radio: Rodrigo, Pilar y la HJCK. Todos cargan ladrillo en la emisora.

De Gloria puede decirse que su vida es un soneto en el que su marido es el segundo cuarteto, ella el primero, y sus hijos los dos tercetos. Ellos los hicieron abuelos, una profesión creada para sacar un master en alcahuetería.

Un dato para los románticos: Don Álvaro fue el único novio que tuvo Gloria. El novio, delgado como un kilovatio, para serle fiel a su talante, enamoró  a la bella batutera del Colegio Mayor de Cundinamarca, leyéndole obras de los clásicos españoles.

Les fue tan bien en esa coalición-colisión de amor  que la abuela Gloria dice que la de ellos es una “asociación para ser felices”.

LEER, LEER, LEER

¿Y cuál será el secreto del eterno amor de este par de tórtolos? Que el marido, convertido en María Kodama de su primera dama de juventud, le leyó historias de amor hasta antes de que ella cayera en brazos del único amante tolerado en casa: un tal Morfeo.

La musical Gloria, tolimense de todo el bunde,  se inició en la lectura de la mano de la Cartilla de Baquero y la Urbanidad de Carreño, el Ayatola venezolano de las buenas costumbres. Después de este extraño aperitivo cultural, nada de lo cultural le fue extraño.

Nunca cansó  a los televidentes ni a los oyentes con su bella y reposada voz y una sonrisa que era su otro yo. La vimos por primera vez dirigiendo en blanco y negro, “El lápiz mágico”, recién llegada la televisión “en blanco y Bula”, como diría Klim, a mediados de la década del cincuenta, de la mano de su descubridor, Bernardo Romero.

Tampoco produjo fatiga de metal en otro de los cincuenta espacios que presentó, el desaparecido “Naturalia” en el que a la familia  Castaño Valencia se le salió el ecológico que lleva por dentro. O en las mañanas en RCN, donde emulaban madre e hija.  Gloria, improvisadora feliz,  fue la primera Cousteau de tacón alto que tuvo Colombia. Ella tiene acciones mayoritarias en la adquisición de la conciencia ecológica criolla.

EL HIJO NÚMERO 13

A Álvaro Castaño Castillo jamás lo asustó el hecho de ser el hijo número trece. Eso que el diccionario define como triscaidecafobia, o aversión al número trece, no va con él. Es más: a manera de exorcismo, su nombre y primer apellido suman trece letras.

Por supuesto, no le debe nada a la mala ni a la buena suerte, sino a un trabajo de varias décadas en la emisora cultural HJCK, El Mundo en Bogotá.

No fue, pues, fruto de una mojada acalorado que alguna vez les otorgaron a él y a su esposa, el Premio Simón Bolívar de Periodismo.

Cuando la moda era nacer en el centro de Bogotá, a Álvaro la cigüeña que entonces venía de París lo dejó en plena calle 22 con carrera 5ª. Pronto su familia se internacionalizó, lió bártulos y arrancó para el Chapinero bogotano.

Madrugó a aficionarse por la literatura en el Colegio La Salle de los Hermanos Cristianos. Cometió cartas  de amor y versos que no llegaron a ningún Pereira literario, pero que fueron la primera piedra del edificio cultural que levantaría con el tiempo, un palito y una frecuencia: 89.9 FM que después de muchos años ha decidido ponerse al día para ampliar audiencia. Y en medio de las protestas de sus oyentes, se pasó a su majestad internet bajo la “advocación” de Hjck.com. Finanzas obligan.

BAJO PERFIL
alvaro y gloria
Castaño estudió en la Universidad Nacional cuando en el alma máter enseñaban maestros de la talla de Alfonso López, Eduardo Santos, Carlos Lleras (los tres fueron presidentes de Locombia) y Alberto Zuleta, para no alargar el chico de nombres de varones ilustres de estas Indias.

Admite que en su casa le inocularon pronto el virus del deber y la responsabilidad. Lo demás ha venido por añadidura.

El bajo perfil ha sido su fuerte. ¿Quién, por ejemplo, es capaz de distinguir la voz de Castaño Castillo de  entre los demás de su misma especie? (Bueno, podrán hacerlo quienes escuchen semanalmente su informe dominical entre diez y once de la mañana). Tal vez para sublimar ese anonimato que no lo es tanto, se ha dedicado a coleccionar las voces de la cultura que están recogidas en la serie discográfica “Colección Literaria H.J.C.K” que se consigue en casetes y discos compactos.

Y como el egoísmo no es el fuerte de los  Castaño Valencia, donaron a la Casa de Poesía Silva copias del archivo de voces que se pueden escuchar gratis en su fonoteca del barrio de La Candelaria.

Además, dice la página de internet, la emisora está remasterizando su archivo de voces.

Álvaro Castaño y su tribu se jactan de tener el mejor archivo de voces culturales del mundo. Voz que no hayan dejado en cinta es porque no ha sido lo suficientemente importante.

Por cierto, una de las primeras y principales grabaciones, el discurso de Alberto Lleras en el Hotel Tequendama el 23 de septiembre de 1955, fue grabado  en una máquina Ampex 600 que tenía que guardar en dos maletas. Con ese y otros históricos discursos, Lleras fue sacando a sombrerazos del poder al general Rojas Pinilla.

LA ÍNFIMA MINORIA

Esas voces han desfilado por la pasarela de la HJCK, esa emisora para la ínfima minoría que inventó Castaño Castillo cuando se le salió el Quijote del kilovatio que siempre ha llevado por dentro. El mil veces laureado Álvaro Mutis con su voz de locutor de la BBC de Londres,  ha sido  el anunciador oficial de la emisora.

Ese ínfimo  gentío poco a poco ha empezado a dejar de serlo porque en solo Bogotá hay cinco emisoras culturales: HJCK, las emisoras de la universidades Tadeo, Javeriana, Nacional y de la Radio Nacional. Todas tienen en la HJCK la respetada mamá grande y son un delicioso oasis en medio de las trágicas noticias del despelote nacional.

Estas emisoras tienen un encanto adicional. En su frecuencia no matan gente. De pronto se da la noticia de la muerte de un tal Mozart o de algún poeta o creador pero no más.

Según Bernardo Hoyos, director de la Emisora de la Tadeo, poquísimas capitales en el mundo tienen tal cantidad de emisoras culturales.

EMISORA DE PEDAL

La hachejotaceká arrancó  en una emisora de pedal llamada entonces Radio Granadina que Álvaro Castaño compró con otros cinco ilusos de su cuerda afectiva y cultural.

Los publicistas lo miraban con una  certaine sourire  cuando Álvaro cometía la audacia de intrigarles cuñas para mantener su propuesta cultural al aire.

En sus tiempos mozos, Don Álvaro sacó tiempo para tirarle piedras al establecimiento y como piernipeludo contestatario participó en otra que otra huelga universitaria.  Como no tumbó el establecimiento se dedicó a mejorarle su calidad de vida a partir de la cultura.

Hablando de piedras, fue de los que puso la primera para la creación de la Universidad de los Andes, donde trabajó el profesor Javier Otálora uno de los protagonistas del cuento Ulrica, de Borges, uno de sus tantos amigos y colaborador de la emisora desde la eternidad. (“Usted sabe más de mí que yo mismo”, le dijo una vez Borges a su entrevistadora Gloria Valencia).

Castaño matizaba su condición de conspirador contra el statu quo  con la práctica del deporte nacional de echar paja que tiene en la tertulia su expresión más afortunada. Es de los que cree que es mejor echar lengua que bala.

Lo que queda del medio ambiente y los animales han sido otras niñas de los ojos de Álvaro Castaño y su tribu. (En una crónica para la revista Soho se declaró el hombre mejor casado del mundo).

Si la receta de Bill Gates, el filántropo más adinerado de la aldea, es trabajar pensando a largo plazo, la de Gloria Valencia, indestronable primera dama de radio y televisión,  produce menos plata, pero la hace multimillonaria en felicidad: camella con amor. Lo mismo su esposo que a los primeros 93 años –proyecta llegar a los cien- siguen tan campante.

Japiberdi, Don Álvaro.