28 de marzo de 2024

Don Rafael, riesgo, menor, triage

8 de diciembre de 2011
8 de diciembre de 2011


efraim osorio

por  Efraim Osorio López
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Cuando se dice ‘riesgo’, se insinúa que, al emprender un negocio o al realizar cualquier otra acción, el peligro acecha; y las desgracias, los contratiempos y la muerte merodean.

Cuando los fabricantes de automóviles se enteran de que su producto salió del horno con algún defecto, lo ‘retiran del mercado’ (“recall”, en inglés), y llaman a los compradores para que se presenten en determinados sitios para darles la solución. Esto mismo debió hacer la Fundación para la Cultura (Instituto Caldense de Cultura) con la edición de septiembre de 2001 de las Obras Completas de don Rafael Arango Villegas (Editorial Triunfo), porque son tantos sus errores, que no le hace ningún honor a su muy meritorio autor. Poseo ejemplares de diferentes ediciones, y ayer (que puede ser cualquier ayer), por primera vez, abrí ésta para leer uno de sus artículos. El escogido fue “Reportaje futurista”, que tiene tantos yerros, que no parece escrito por el ilustre costumbrista. Un ejemplo; “El que le tiene consideraciones a un rastrojo de cafeto, y lo desyerba, y la Poda, y le echa abonos…”. Retrocedí, entonces, y revisé su única novela, “Asistencia y camas”, y noté que alguien echó a la basura esta hermosa dedicatoria: “Alberto Arango Uribe: A ti, a quien denuncio públicamente como padre intelectual de esta novela, por más que quieras negarlo, la dedico cordialmente, y, al presentártela, te digo como el cliente aquel de Salamina: “Mire, que aquí le traigo la niña”. Su omisión es uno de los pecados que no tienen absolución. Y en el prólogo, “Ai perdonan, pues”, se lee: “El respetable público (…) resolverá si insisto en este género o vuelvo a la crónica humorística, o música, para no molestarlo más”. Esto no lo escribió don Rafael; lo que salió de su magín, como está en las otras ediciones, fue lo siguiente: “El respetable público (…) resolverá si insisto en este género o vuelvo a la crónica humorística, o renuncio a ambas cosas y dedico todas estas energías a aprender tapicería, o relojería, o música, para no molestarlo más”. Como el día y la noche, ¿no? ¡Válgame el cielo! En el comienzo del capítulo primero, en la edición comentada se lee; “Cuando los gallos de Silverio Antonio, atados a los postes del corredor interior, saludaban a la autora con su marcial clarinada…”. ¿Autora? ¿Cuál autora? “…saludaban a la aurora…”, ¡por favor! Y, al azar escogida, esta última muestra, que podría ser apenas la cuarta de no sé cuántos cientos más: “Otro dato curioso, por si les interesa anotarlo: en que servidor de ustedes existe una cualidad muy extraña”. Don Rafael escribió: “…en este servidor de ustedes existe…” (“A mis acreedores, cariñosamente”). Digo, pues, que los responsables de esta edición debieron, después de llamar y compensar a sus compradores, recogerla y echarla a las mismas llamas a las que arrojaron los libros de caballería de don Quijote su ama, su sobrina y sus amigos, el cura y el barbero, porque si la hubiera visto don Rafael, habría suplicado: “¡Que escondan eso, por Dios!”. ¡‘Ai’ perdona, pues, don Eduardo! ***

Cuando se dice ‘riesgo’ se insinúa que, al emprender un negocio o al realizar cualquier otra acción,  el peligro acecha; y las desgracias, los contratiempos y la muerte merodean. No se puede, pues, hablar de un “riesgo vital”. El plegable “Informativo de urgencias”, de la clínica San Marcel, de Manizales, dice: “Es una situación de emergencia o muy urgente. Existe riesgo vital previsible”. Quieren decir, supongo, que en esa “situación de emergencia” hay el riesgo, mejor, el peligro, de que el paciente pierda la vida, que muera. Entonces, el riesgo es ‘mortal’, adjetivo que significa “que ocasiona o puede ocasionar la muerte corporal”. ‘Vital’, en cambio, es lo “perteneciente o relativo a la vida”. ‘Riesgo vital’ es, pues, un contrasentido, más perceptible si se le contrapone la locución ‘urgencia vital’, ésta sí coherente, porque de la obediencia estricta, inmediata y eficaz de las directrices que tan delicada situación impone, depende la vida del paciente. En el mismo plegable, y por ahí muy cerca, informa: “Triage 2: Atención posterior al Triage menor a 15 minutos”. Este adjetivo, ‘menor’ (comparativo de ‘pequeño’), se usa principalmente para establecer la diferencia de edad entre dos personas, por ejemplo, “tu hijo es menor que el mío”, o en frases como “los menores de dieciocho años no pueden votar”. Y tiene, ¡cómo no!, otros empleos –las obras menores del maestro Valencia, por ejemplo-, pero entre éstos no aparece el del plegable, que debió ser redactado de este modo: “Atención posterior al triage de menos de 15 minutos”. Y ¿‘triage’? ¿Qué es esto? Es un sustantivo francés (no lo llamo ‘galicismo’, porque aún no está en el léxico castellano), que significa ‘selección, escogencia, clasificación’. El mismo plegable lo dice: “Triage es el proceso que clasifica a los pacientes…”. ¿Por qué no usan, entonces, la palabra ‘clasificación’, o ‘selección’, que todos entendemos? ¡Averígüelo Vargas! Y no menciono esta belleza: “Deberes. –Cuidar y hacer uso racional (…) de los profesionales que le presten atención en salud”. Haría muy bien la clínica San Marcel si hiciere con su plegable lo que el párrafo anterior dice que hizo el pequeño círculo de don Quijote de la Mancha con los libros de ‘caballeros andantes’ de este loco inmortal.