29 de marzo de 2024

La mano negra de los conspiradores anónimos

31 de julio de 2011
31 de julio de 2011

Por: Albeiro Valencia Llano

albeiroMucha prensa ha recibido el tema de la Mano Negra desde que el presidente Santos revivió el asunto, el 14 de junio, cuando la definió como  “la que no quiere que se reparen las víctimas, la que no quiere que se restituya la tierra a los campesinos, la que también quiere exagerar la inseguridad para decir: este país es un caos”. Y cuatro días después, cuando el pueblo todavía expresaba su ira por el asesinato de la líder de los desplazados, Ana Fabricia Córdoba, advirtió el Presidente que esa extrema derecha está conformada por los que “asesinan a los líderes campesinos que están queriendo recuperar su tierra, no quieren que se reparen las víctimas, solo los victimarios”. Vinculó a sus miembros con  las mafias del narcotráfico, los responsabilizó del petardo que explotó el 16 de junio, en el pedestal del monumento al ex presidente Laureano Gómez y los acusó de querer “generar un ambiente de inseguridad para que la gente, otra vez, se sienta amenazada”.

Se podrían incluir también los dos panfletos que circularon desde principios del mes de junio, firmados el primero por Los Rastrojos y el otro por Las Águilas Negras; en ambos avisos se amenaza a varias personas y organizaciones defensoras de los derechos humanos. Aquí está metida la mano de los neoparamilitares.

Los conspiradores anónimos y la violencia

Pero la historia reciente muestra muchos ejemplos de conspiradores anónimos que impulsaron consignas de odio para eliminar al contendor:
 
•La ley 200 de 1936, que era una tímida reforma agraria impulsada por el presidente Alfonso López Pumarejo, despertó el malestar entre los latifundistas parasitarios y gamonales. Querían impedir que aparceros y arrendatarios se quedaran con parte de los latifundios abandonados; para evitarlo, las fuerzas oscuras que manejaban  los hilos del poder, orientaron la organización de grupos paramilitares de bandoleros, pájaros y chusmeros, para expulsar a los campesinos de las parcelas que venían ocupando. La violencia por razones económicas se sumó a la política; sólo en 1947 hubo 14 mil muertos por la llamada violencia política.
•Para luchar contra la violencia que se estaba adueñando del país surgió el caudillo Jorge Eliécer Gaitán; desde su posición de candidato a la Presidencia se empeñó en denunciar a los personajes que promovían la violencia. Conmovido por los asesinatos selectivos en centenares de municipios, convocó al pueblo para la Marcha del Silencio del 7 de febrero de 1948, pero estas manifestaciones políticas fueron reprimidas a sangre y fuego. Las llamadas “fuerzas oscuras” tenían que doblegar al pueblo mediante la represión. Como consecuencia los enemigos de la paz orientaron la muerte de Gaitán para impedir que alcanzara la Presidencia de la República. Su asesinato se produjo el 9 de abril de 1948;  empezó otra etapa de la violencia.
•    Hacia 1980 el narcotráfico tenía un nicho en buena parte del territorio nacional, parecía inofensivo y despertaba simpatías en muchos pueblos y regiones; los capos mafiosos se estaban abriendo campo en el país por medio del dinero y de acciones cívicas y lentamente llegaron a los concejos municipales, a las asambleas de los departamentos y a la política nacional. En este ambiente los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) habían perdido sus fronteras ideológicas debido al clientelismo y, como consecuencia, surgieron dos nuevos movimientos, el Nuevo Liberalismo, dirigido por Luis Carlos Galán, y la Unión Patriótica (UP). Galán  fue el primero que se atrevió a denunciar el peligro del narcotráfico y alertó sobre la forma como se venía apoderando de la economía y de la política. La respuesta no tardó: el 30 de abril de 1984 fue asesinado el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, y se inició otra forma de la violencia dirigida por los narcotraficantes. El 17 de diciembre de  1986 cayó asesinado el director de El Espectador, Guillermo Cano Isaza, quien libraba una férrea batalla contra los carteles de la droga; finalmente, el 18 de agosto de 1989, le llegó el turno a Luis Carlos Galán. Su muerte fue ordenada por Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha; se dice que los autores materiales contaron con la complicidad de miembros del DAS, del Ejército y de la Policía.
•    Mientras tanto la UP avanzaba en medio de tremendas dificultades por el asesinato de sus militantes. Sin embargo el joven movimiento fue premiado con el voto de opinión y, para las elecciones de 1986, obtuvo cinco senadores, nueve representantes, 14 diputados, 351 concejales y 23 alcaldes. En este punto el odio contra la ideología de izquierda alcanzó su máximo nivel y un nuevo baño de sangre cayó sobre el país. El Gobierno se quedó quieto mientras masacraban a los miembros de la UP, fueron asesinados los candidatos a la Presidencia Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa y aproximadamente cuatro mil militantes.
El  tenebroso fantasma
Si damos una mirada a la historia nos encontramos con que este fantasma apareció hacia 1960, cuando irrumpió la Revolución  Cubana; el campo socialista era fuerte y el movimiento comunista internacional hacía presencia en numerosos países de Europa. En Colombia se había formado el Frente Nacional, para que los dos partidos tradicionales  se alternaran en el poder; pero surgió la disidencia de Alfonso López Michelsen, quien organizó el Movimiento Revolucionario Liberal.
 En este caldeado clima algunos sectores de la clase dirigente estaban preocupados por una posible llegada de la izquierda al poder y, para prevenir el hecho, se produjo la alianza entre la derecha tradicional y el sector empresarial colombiano; así nació el Centro de Estudios y Acción Social (CEAS), con un comité directivo integrado por Aurelio Correa Arango, Jesús María Marulanda, Andrés Restrepo, Alberto Samper, José Gómez Pinzón, Gregorio Obregón y Hernán Echavarría. Los objetivos eran: “crear conciencia entre la gente decente de los peligros que encarna la izquierda; dirigir una campaña anticomunista y anti-Castro, y otra a favor del libre comercio; actuar directamente contra el comunismo y la izquierda, a través de infiltraciones, presiones mediáticas, listas negras, el apoyo de elementos anticomunistas, y el retiro de pautas publicitarias en los medios cercanos a la izquierda, instar a los empresarios a asumir mayor responsabilidad social”. (Juan Villamil. El Espectador, 4 de julio de 2011).
El CEAS echó raíces y aprovechó la etapa del Frente Nacional para apuntalar las políticas neoliberales. En este punto encaja el Grupo de los Seis; sobre ellos dijo Carlos Castaño, en su libro Mi Confesión: “Al grupo ubíquelo durante un espacio muy largo de la historia nacional, como hombres al nivel de la más alta sociedad colombiana.  ¡La crema y nata!… Conocí al primero de ellos en 1987, días después de la muerte de Jaime Pardo Leal. Un año después, pude conocer a los demás, por el grado de responsabilidad y seriedad mío. Allí adquirí conciencia de que hay colombianos que sin estar en el poder, sí están tratando de mover los hilos de la nación… No los obsesionaba el dinero ni el poder, eran unos verdaderos nacionalistas que nunca me invitaron ni me enseñaron a eliminar persona sin razón absoluta; allí aprendí que hay cierto tipo de acciones militares que alguien tiene que hacer para impedir que el Estado las haga como tal, y sucede en todas las naciones en formación. El Grupo de los Seis se mantuvo activo hasta los primeros años de la década del noventa, pues varios de sus integrantes fallecieron”.