28 de marzo de 2024

Volear, problemática, ejecuciones extrajudiciales, civilzatorio

22 de junio de 2011
22 de junio de 2011

Sinónimos del sustantivo ‘voleo’ pueden ser ‘caos, desorden, desbarajuste’. ‘Hacer voleo’ significa, entonces, “provocar el desorden”, o “hacer algo arbitrariamente”, acción calificada años ha en la Escuela Apostólica, Santa Rosa de Cabal, con tres en conducta, la más baja dentro de tan queridos y recordados claustros.  Ésas fueron las primeras acepciones que conocí de dichos términos en 1946, cuando empezaba mis estudios de secundaria. Recuerdo un ‘voleo de arepas’ que en cierta ocasión hicimos en el comedor, comenzado quizás por alguien que detestaba la arepa tanto como Mafalda, la sopa. Pero el significado primario de ‘volear’ es “golpear algo en el aire para impulsarlo”. Con este sentido, tal vez, lo emplea el comentarista de Une, Eduardo Luis López, cuando, en medio de su entusiasmo, grita: “…y Núñez revolea el balón”, así sea la primera vez que el jugador lo toca. Creía que era una ‘originalidad’ del periodista, pero la noche del partido en el que el Once Caldas debió hacerle siquiera un tanto al Santos de Brazil, se la escuché también al comentarista de Fox. Sea quien fuere el creador de esta ‘genialidad’, el verbo ‘volear’ (menos ‘revolear’),  aunque tenga otras acepciones, no es apropiado en tan popular deporte, porque, generalmente, el jugador recibe el balón, lo para con el pie, lo pone en el suelo, gambetea con él y, luego, si no lo pierde, hace la jugada. En el tenis sí ocurre la acción de ‘volear la pelota’. En fútbol, posiblemente, se podría decir que el jugador ‘voleó’ el balón cuando, como Dayro Moreno, y frente a la portería, lo recibe, sin dejarlo tocar el suelo, con una patada, que puede terminar en un gol para el recuerdo o en las tribunas o en la luna blanca de Salamanca. Tal vez, digo. ***

No sé por qué, pero no me gusta la palabra ‘problemática’. Quizás por el uso desmesurado y esnobista a que la someten periodistas y escritores en general. O tal vez porque no existía cuando ‘hacíamos voleo’. En aquel entonces circulaba sólo el adjetivo ‘problemático-a’, para calificar algo de difícil solución o de naturaleza dudosa. Actualmente la Academia de la Lengua admite el vocablo como sustantivo femenino, con la siguiente definición: “Conjunto de problemas pertenecientes a una ciencia o actividad determinadas”. De acuerdo con esta acepción, me parece que no se debe abusar de ella y, además, que en la mayoría de los casos debe emplearse únicamente en singular. Laura Gil, de El Tiempo, escribió: “Mucho se queja el estamento militar del tratamiento mediático que se les da a sus problemáticas” (VI-13-11). No, señora, “a su problemática” o “a sus problemas”, porque la primera abarca todos los ‘problemas’ que sufren las Fuerzas Armadas de Colombia. ***

En el mismo diario, la misma periodista escribe: “…nada menos que por una ejecución extrajudicial”. En esta frase, ‘ejecución’ es sinónimo de ‘ajusticiamiento’, que no es otra cosa que la “aplicación de la sentencia de muerte a un reo, dictada por un juez competente”. Y hay quienes hablan de ‘ejecuciones extraoficiales’. Como en Colombia no hay pena de muerte, es absurdo hablar de ‘ejecuciones judiciales u oficiales’, porque ningún juez de esta maltrecha nación puede imponer las pena capital. Y es más absurdo aún hablar de ‘ejecuciones extrajudiciales’, porque éstas no son otra cosa que ‘bajas’, ‘homicidios’ o ‘asesinatos’, según el cristal con que el periodista las mire. Y según las circunstancias, por supuesto. Llamemos, pues, las cosas por su nombre, “pan por pan, vino por vino”, volear por volear, problemática por problemática y ejecución por ejecución. Y así sí podremos afirmar, cuando alguien expresa una idea, que “más claro no canta un gallo”. ***

Parece, no estoy seguro de ello, que la sociología moderna habla de “procesos civilizatorios”. Manuel Guzmán Hennessey, respetado periodista de El Tiempo, escribió: “…no podemos imaginarlo sin cambio climático, puesto que aún en el improbable evento de un milagro civilizatorio global…” (VI-3-11). El terminacho, un adjetivo, no está asentado en ningún diccionario, y no lo está, porque no se necesita, ni siquiera para que el idioma evolucione. En efecto, nuestro lenguaje tiene el adjetivo ‘civilizador-a’, y el participio presente del verbo ‘civilizar’, ‘civilizante’, ambos con el significado de “el que, lo que civiliza”, que es el que tiene, según mi modo de entenderlo, en la oración del señor Guzmán, tanto más cuanto que lo traducen del o al inglés por “civilizing”, adjetivo que el diccionario MacMillan traduce así: “Haciendo que alguien se comporte de una manera  cortés y razonable”. Sigamos, pues, hablando y escribiendo castellano, y digamos civilizador por civilizador, civilizante por civilizante y dejémonos de neologismos innecesarios. Nota: La palabra ‘aun’, don Manuel, no lleva tilde en su oración, porque en ella no significa ‘todavía’ sino ‘hasta’.