29 de marzo de 2024

Quijotesco y desmesurado

10 de junio de 2011
10 de junio de 2011

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Desde sus inicios como escritor, tuvo un proyecto que mantuvo hasta sus últimos días: existe una novela latinoamericana y constituye una zona original. Para Fuentes, la novela creaba un lenguaje moderno que entraba en tensión con una sociedad injusta y la dotaba de un relato posible. Su propuesta no era de orden solamente intelectual; venía acompañada de de una convicción y de una estrategia cultural que Fuentes, como dijo Julio Cortázar, sostenía con “fervor y fuerza”. Para implementar esta estrategia, el novelista contaba con dos virtudes: por un lado, era un intelectual muy generoso y nunca dejó de reconocer y celebrar a sus pares. Por otro, fue un enciclopedista de la novela. Daba la sensación de haberlas leído todas, sobre cada una tenía una lectura y de cada una retenía nombres de personajes y pasajes completos. Es verdad que este enciclopedismo es una de las razones de su éxito pero también de sus fracasos: en esto era un personaje balzaciano o quijotesco que, ambicioso o desmesurado, no rehuía a los esplendores de la derrota que encontraba más digna que el conformismo.

Guiado entonces por su generosidad y su afán enciclopédico, publicó en 1969 La nueva novela hispanoamericana , libro de crítica que reordenó la historia de la narrativa continental y sirvió de marco teórico a los narradores del boom. Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y él mismo son los protagonistas de sus páginas. Pero el gesto más audaz del libro consistió en la postulación de los padres fundadores de la narrativa latinoamericana: Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo y, por supuesto, Jorge Luis Borges. Sobre Borges escribió: “es el primer gran narrador plenamente urbano de América Latina. Quien conoce Buenos Aires sabe que el más fantástico vuelo de Borges ha nacido de un patio, de un zaguán o de una esquina de la capital porteña… Borges confunde todos los géneros, rescata todas las tradiciones, mata todos los malos hábitos, crea un orden nuevo de exigencia y rigor sobre el cual pueden levantarse la ironía, el humor, el juego, sí, pero también una profunda revolución que equipara la libertad con la imaginación y con ambas constituye un nuevo lenguaje latinoamericano”. Había mucha audacia en el hecho de asociar a Borges, en esos años, con la “revolución” y lo “latinoamericano”.

Ya en una de sus novelas más célebres, La muerte de Artemio Cruz , de 1962, se había preocupado por reformular la novela de la Revolución Mexicana. A mediados de los setenta dio un giro en su obra con una novela que viene acompañada de un ensayo. La novela se titula Terra nostra y el ensayo Cervantes o la crítica de la lectura: con estos dos libros, el escritor mexicano articula toda su obra alrededor de la figura de Cervantes y de la idea de que la novela es la épica de una sociedad en lucha consigo misma (idea que toma de Octavio Paz). La novela, como puede verse en el Quijote , tiene la capacidad de pensarse a sí misma. Y no solo eso: le corresponde a la novela, por su naturaleza plural, recuperar la tradición hispánica de las comunas en contra del autoritarismo y las dictaduras, tradición que se remonta al medioevo y pervive en el nuevo continente. El Clarín, Buenos Aires.