28 de marzo de 2024

Medio siglo sin Obdulio y Julián

1 de mayo de 2011
1 de mayo de 2011

Un sacerdote conducía el automotor causante del accidente, ocurrido  en  la carrera San Félix con la calle Maturín, uno de los cruces que desaparecieron para dar paso a la construcción de la Avenida Oriental.

La noticia se regó como pólvora y produjo consternación en la ciudad que era la meca de la radio grande de los años 60   y de la floreciente industria fonográfica.

La música vernácula perdió aquella mañana a la dupla bambuquera más genial para la que el erudito Hernán Restrepo Duque siempre tuvo tres apelativos: “Los gordos”, “Los trovadores”! y ”Los monstruos”. En Sonolux dejaron grabados 102 fonogramas.

Obdulio y Julián componían desde 1927, año de su nacimiento en el bar “La Cartuja”, detrás de la Catedral Basílica de Medellín, el binomio más apetecido por los amantes de las serenatas en los tiempos de oro de esta costumbre galana. Con ellos competían en las ventanas de las antioqueñas  Espinosa y Bedoya, el Dueto de Antaño,  Gómez y Villegas y Los Romanceros. Los enamorados los buscaban para contratarlos en el “fogoncito” de la Avenida Primero de Mayo, entre Junín y Palacé.

El historiador caldense Noel Salazar Giraldo dejó esta síntesis de los magistrales intérpretes que le dieron lustre a la canción terrígena, en la cuarta edición de su libro “Ayer y hoy en mis canciones”:  

Obdulio y Julián: Uno de los duetos que mejor interpretó la música colombiana y que se formó en 1927. Lo integraron Obdulio Sánchez González, nacido en Aguadas, Caldas, en mayo 8 de 1906, y muerto en Medellín, el 29 de enero de 1972, en un asilo de ancianos. Julián Restrepo Gaviria, nacido en Medellín en 1908 y muerto allí mismo en 1961 en un accidente de tránsito. Obdulio grabó dos long play como solista y otro a dúo con Rafael Ortiz.

En un homenaje editorial a la dupleta, auspiciado por La Tertulia musical de La Retreta, de Copacabana, encontramos estos aportes: “Venía Obdulio de Aguadas, ya graduado por sus tíos ”Los Grillos” y queriendo seguir la huella de sus parientes y paisanos los Hermanos Hernández.  Julián, de voz culta, cantaba zarzuela y trabajaba de tallador en madera y acuarelista, mientras Obdulio era policía de tránsito. Hicieron dueto por más de treinta años, admitiendo primero en su conjunto a “La Silga”  Antonio Ríos (con su guitarra melódica inconfundible) quien empezó a hacerles cantar “con arreglo”, un diseño de “preludios e interludios”, es decir con introducciones que antes no se usaban, pues solamente “cifraban” antes de entonar”.

El mismo 10 de abril de 1961, unas horas después de la muerte trágica de Julián Restrepo, le tributó este homenaje a su memoria, en versos, el polifacético hombre de radio Mario Jaramillo Duque, tan aguadeño como Obdulio:

Se  marchó el dulce cantor/ por caminos de silencio./ Ya no se oye en los balcones/ de novias enamoradas/ la ternura de su acento.

La lírica musical/ con que acariciaba el viento,/ se fue apagando en su voz/, se fue durmiendo en la sombra/ del insondable misterio.

Al doblarse en los trapiches/ lloran su ausencia las cañas;/ y por las calles románticas,/ suspirando el pentagrama/ pasa en su ronda de lágrimas.

Están tristes las abuelas/ que oyeron sus serenatas/ y en homenaje a su nombre/ vigilan su eterno sueño/ con fervorosas plegarias.

La bandera del bambuco/ por su muerte está a media asta/y las cuerdas de los tiples/ han hecho huelga de trinos/ porque Julián ya no canta.

La apostilla: Fueron tan mancornas en la vida “Los gordos” del bambuco que Rodrigo Sánchez, el unigénito del aguadeño de garganta prodigiosa, solía presentarse, en plan de broma,  como el hijo de Obdulio y Julián.