28 de marzo de 2024

Por un relevo generacional

24 de febrero de 2011

Las razones son varias, pero mi primera hipótesis es que, en el escenario del Quindío, hay una gran dependencia hacia el mayor proveedor de empleos y ejecutor de presupuestos, a saber, el sector carácter público. Como de esa ubre presupuestal viven muchas familias y firmas, la más aparente conclusión puede ser que haya un mercado de servicios interdependientes donde “si tú me ayudas hoy, yo te ayudo mañana”. Por eso nos debemos ver con frecuencia.

Este tipo de interacciones cordiales favorece entonces la existencia de un intercambio “suave”, sumiso, entre los actores económicos y políticos del departamento, intercambio que suprime la controversia y estimula el “dejar pasar” como una manera cortés de mantener el carro del status quo siempre resplandeciente pero estacionado. El perjudicado con esta situación es el diálogo necesario entre el sector público y el sector privado, que a menudo se inutilizan recíprocamente para no tocar las campanas demasiado fuerte cuando se trata de “hacernos pasito” entre los dos.

Pero además los quindianos estamos encerrados en una habitación, consolándonos entre nosotros mismos y perdonando mutuamente nuestros errores, y por ello se nos ha olvidado que afuera hay un mundo infinito de oportunidades que —por vivir enroscados en la autocomplacencia— se nos pierden de vista con frecuencia. Recuerdo la historia de un forastero que, hace unos años, nos regañó por estar cultivando plátanos para el sancocho interno, cuando teníamos una tierra privilegiada para vender en dólares los granos de café en el exterior. En efecto, parece que (con el enfoque de mirarnos al ombligo) no queríamos salir de la habitación.

Este fenómeno de reclusión social ha favorecido (sin personalizar nada) la estabilidad en muchos cargos, públicos y privados, institucionales y políticos, que generan por fuerza un círculo vicioso de favores y un manejo para no dañar la salida en el retrato. Como consecuencia, la defensa de las posiciones provoca una limitación a la capacidad de cuestionar las cosas que, a su turno, restringe la creatividad necesaria para avanzar rompiendo las ideas preconcebidas y los temores al cambio. (Y ni se diga lo que esa defensa de posiciones significa en el poder judicial, como lo ha destacado la auditoria general).

Mi amigo Gerardo Eusse, fundador del Icetex, decía que “al que sale le da el viento”. Aludía a que los chicos que van a estudiar en otros países perciben otros mundos, se deleitan con otros valores y otras estéticas, para poder retornar con innovaciones y dispuestos a la modernidad que nos avasalla.

Esa frase hay que imitarla: hay que franquear las ventanas, dejar que entre el aire fresco y que una renovación generacional se cumpla sin sobresaltos. El “endeudamiento constante de favores” debe dar paso a una sociedad abierta donde la crítica sea un factor de progreso y no de represalia. Sólo así podemos desplegarnos para que los talentos propios de esta región regresen y se unan a la cruzada por el desarrollo económico y social.Crónica del Quindío.