29 de marzo de 2024

15 años de un magnicidio

21 de noviembre de 2010
21 de noviembre de 2010

El entonces director del periódico El Siglo, uno de los líderes políticos más estructurados del país. había sido candidato a la Presidencia de la República en tres ocasiones: 1974, cuando disputó la presidencia con Alfonso López Michelsen; 1986, cuando tuvo como contendor a  Virgilio Barco Vargas;  y 1990, como candidato del Movimiento de Salvación Nacional, donde se enfrentó al candidato del Nuevo Liberalismo, César Gaviria Trujillo.

Alvaro Gómez Hurtado fue una de las mentes más brillantes de Colombia. Un dirigente político que conocía, como pocos, los problemas nacionales. Y que aportaba, con su inteligencia, ideas para construir una sociedad donde la tolerancia permitiera el debate civilizado sobre lo que a la patria le convenía para lograr el crecimiento económico. Durante el cuestionado gobierno de Ernesto Samper Pizano habló sobre la necesidad de lograr lo que él llamaba un acuerdo sobre lo fundamental como base indispensable para alcanzar el entendimiento partidista. En los editoriales del diario El Siglo planteó con claridad meridiana los problemas que vivía la justicia colombiana, y la necesidad que existía en ese momento de darle herramientas para garantizar su aplicación transparente.

Quince años después, el asesinato de Alvaro Gómez Hurtado continúa en la impunidad. La justicia todavía no ha podido establecer quiénes estuvieron detrás del homicidio. Sin embargo, muchos analistas piensan que fue un crimen de Estado. Todo porque debido a sus constantes críticas a lo que él llamaba el régimen, era un líder incómodo para quienes en ese momento detentaban el poder. Gómez Hurtado hablaba sobre la necesidad de implantar un gobierno que recuperará la dignidad nacional en el concierto de las naciones. Para él, el gobierno de Samper estaba manchado como consecuencia de la financiación de la campaña política con dineros del narcotráfico. Y blandía su mejor arma, la pluma, para fustigar a quienes por este señalamiento consideraba indignos.

En el momento de su muerte, Gómez Hurtado era el colombiano más preparado para ejercer la Presidencia de la República. Después de su gestión como copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, su carrera política tomó un nuevo aire. Colombia lo empezó a mirar con otros ojos. Si en 1994 no quiso que su nombre figurara, por cuarta vez, como candidato presidencial, para las elecciones posteriores se le abría la posibilidad de obtener el triunfo. El dirigente conservador mostraba coherencia en su ideario político. Es decir, enseñaba un discurso analítico, claro, conciso, que convocaba a la unidad. El calificativo de sectario había dejado de ser para el Partido Liberal un motivo recurrente para condenar su candidatura.

Muchos de los artículos de la Constitución de 1991 tienen la impronta de Alvaro Gómez Hurtado. La acción de tutela, el derecho de petición, las acciones populares, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, instrumentos que le permitieron al ciudadano obtener una protección efectiva de sus derechos, fueron fruto de su lucha de muchos años por organizarla justicia. La creación de la Fiscalía General de la Nación, que reemplazó a la Dirección Nacional de Instrucción Criminal, se abrió paso en la Asamblea Constituyente debido a los sólidos argumentos que sobre el tema expuso Gómez Hurtado. También el Consejo Superior de la Judicatura. Esta fue otra de las innovaciones que el líder sacrificado ayudó a introducir en la nueva constitución.

¿Cuándo se conocerán los nombres de los autores intelectuales del magnicidio de Alvaro Gómez Hurtado? Es posible que esto nunca ocurra. Sobre todo cuando se sabe que la investigación para esclarecer su muerte no avanza. Aunque algunos delincuentes han señalado que el ex candidato presidencial estaba detrás de un Golpe de Estado que se fraguaba contra Ernesto Samper, estas versiones no tienen sustento probatorio. ¿La razón? Alvaro Gómez Hurtado demostró, con su accionar político, que era un demócrata.Con su asesinato, Colombia se  privó de tener en el Palacio de Nariño a un verdadero estadista, a un dirigente político formado para gobernar, a un líder que con su conocimiento del Estado pudo haber transformado nuestras instituciones.