28 de marzo de 2024

¿Cómo explicar la Yidispolítica?

23 de mayo de 2010

No sé si por pesimismo o por realismo también afirmaba: «Mi dogma es la general maldad de los hombres de autoridad». Hago la salvedad de que esta última severidad no la comparto. Conozco muchos que de la autoridad han hecho un servicio. Ello les ha merecido reconocimiento y legitimidad.

Pero volvamos a la raíz. La tradición cristiana, refiriéndose a la corrupción, ha usado el término en su sentido etimológico: tener un corazón (cor) roto (ruptus), o simplemente ser «homo corruptus». Igualmente Kant nos dejó su metáfora: «Somos un leño torcido del que no se pueden sacar tablas rectas». Es como decir que en el ser humano hay una corrupción básica que se manifiesta en sumo grado en los portadores de poder. ¿Por qué precisamente en ellos? Thomas Hobbes responde en su «Leviatán»: «Destaco, como tendencia general de todos los seres humanos, un perpetuo e inquieto deseo de poder y más poder, que sólo termina con la muerte. La razón de esto reside en el hecho de que sólo es posible mantener el poder buscando todavía más poder».
Es claro que hay una relación estrecha entre poder y corrupción. Corrupción es el uso del poder en beneficio propio. El beneficio puede ser dinero, influencia, proyección, tratamiento especial. Es fundamental el secreto en las transacciones, porque son inmorales o ilegales. Pasiva o activamente, se echa mano de regalos, presiones, fraudes, sobornos y nepotismo. Corrupto es quien soborna o acepta ser sobornado, para garantizar beneficios para sí, para un partido o para el gobierno. El punto de inflexión en el caso de la Yidispolítica es el abuso de la posición de poder.
De nosotros se dice que somos un país moralmente enfermo. Que el narcotráfico ha permeado todos los ámbitos de nuestra sociedad, que la búsqueda de los atajos se ha convertido en ethos cultural y el dicho más frecuente es: “Marica el ultimo”. Ad portas de una elección presidencial y reconociendo cuanto ha sucedido, hace bien que nos preguntemos: ¿Cómo superar la corrupción? Para empezar hay que confiar-desconfiando siempre del ser humano. No somos inmunes al abuso del poder. Dar un cheque en blanco más que pecado es estupidez. Concentrar poder no hace bien. Cuando se aceptó que los poderes eran tres se hizo pensando en que hay hombres y mujeres de corazón roto. Alguien debe controlar y los medios de comunicación aquí tienen un noble servicio con utilidad social y política. Urge castigar a los corruptos con fuertes penas por haber cometido un delito especialmente grave: hacer daño a la colectividad.
Permítanme que comparta una anécdota personal que me ha sido lección de vida: para el año 1982, yo era un seminarista teólogo del Seminario Mayor de Barranquilla. Gozaba del aprecio de mis formadores y se me valoraba más de la cuenta. El padre Luis Eduardo Roldán, nuestro rector, me confiaba responsabilidades. Creía en mí. Pero yo lo defraudé cuando, a escondidas, preferí el mundial de España en TV a los momentos especiales de la vida comunitaria. El padre me invitó a la rectoría y me entregó, mirándome a los ojos, una breve expresión latina: Corruptio optimi péssima (la corrupción de los mejores es la peor).

*Sacerdote y sociólogo, director del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de María. El Universal, Cartagena.