29 de marzo de 2024

Un golpe a la democracia

21 de marzo de 2010

Quién lo creyera, fue más difícil entender el tarjetón de la Cámara de Representantes que el del Senado, pues tenía tres secciones distintas que confundieron a los electores. Como si fuera poco, a las enormes dificultades que tuvo el personal de la Registraduría el día de elecciones se le agregan seis días de demora para realizar los escrutinios, la polémica entre el Registrador y el Presidente, y las acusaciones de fraude.

Llaman la atención, por ejemplo, las gravísimas irregularidades que el joven congresista Augusto Posada denunció en el escrutinio del municipio de Itagüí.

Esta denuncia está soportada por un video y, como él mismo lo ha señalado de manera íntegra, no lo afectan a él pero sí a otros partidos políticos que participaron en la jornada electoral.

Esa advertencia es una demostración de honestidad de este parlamentario, pues de probarse esta corrupta situación, se verán incluso favorecidos sus contendores políticos. Una denuncia de este calibre, demuestra la vulnerabilidad de nuestro sistema electoral y hace que, por ejemplo, nos preguntemos si esto ocurre en un municipio importante de Colombia, ¿qué puede suceder en las regiones apartadas?

Mientras esto pasa en Antioquia, los problemas técnicos en el nivel nacional se profundizaron y subieron el tono de recriminaciones contra el Registrador, debilitando el proceso y generando una desconfianza que tendrá que superar para las próximas elecciones presidenciales.

Ahora bien, como un indicador inocultable de la complejidad de nuestro sistema electoral, es la manera como se vienen incrementando los votos nulos con respecto a los comicios anteriores. En el 2002, aún cuando los tarjetones tenían las fotos de los candidatos, los votos nulos para el Senado fueron 335.070; en el 2006, ya sin fotos ni nombre, la cifra subió a 1'212.004. Los votos nulos del pasado domingo duplicaron esta última cifra. Que buen número de votantes pierda su sufragio es un atentado directo al corazón de la democracia y a la confianza de la participación ciudadana.

Así mismo, no es cierto que la única razón de la abstención se deba al desinterés de los ciudadanos en la política.

Muchos no votaron porque no entendían los tarjetones, como lo afirma un editorial de este diario

La participación mejoraría si estos galimatías electorales se acaban.

Hay que empezar a introducir el voto electrónico, hacer verdaderamente atractivos los estímulos electorales y aumentar el horario de las votaciones hasta las seis de la tarde, como en muchos países.

Lo más vergonzoso es el desempeño de la Registraduría en el conteo de la consulta del Partido Conservador.

Es el colmo alimentar dudas cuando está en juego la Presidencia de la República. El proceso electoral colombiano perdió ante el país y el mundo credibilidad.