28 de marzo de 2024

No hay más terremotos, simplemente desastres más grandes

13 de marzo de 2010
13 de marzo de 2010

Todo esto en un escenario deficitario en materia de entrenamiento de los pobladores de muy escasos recursos, y de las propias autoridades e instituciones responsables de atender emergencias. 

Afortunadamente contamos en Colombia con el Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres, del cual podríamos demandar mejores acciones en la componente preventiva, y cuya eficacia real no tanto en el orden central sino en la realidad de los comités municipales, se ha puesto a prueba ya que periódicamente mantienen actividades registradas en actas a pesar de unos exiguos presupuestos que siempre les asignan a estos  grupos casi siempre conformados por voluntarios, como es el caso de la Cruz Roja y de la Defensa Civil colombianas.

Y lo peor es que a pesar de esto, esa vulnerabilidad se incrementa cuando por falta de una óptica preventiva en la planificación urbana de forma casi irresponsable pero ciertamente preocupante, en aquellos espacios y en otros más formales estamos habitando zonas de amenaza sísmica sin haber mitigado otros factores que incrementan el potencial de los desastres: en todas las zonas de peligro tenemos viviendas que no están aseguradas y edificios públicos de relativa antigüedad como escuelas y hospitales que no se han reforzado para satisfacer las nuevas exigencias derivadas del desarrollo de la ingeniería sismoresistente, cuando nuevos materiales como las fibras de carbono y otros ofrecen alternativas de bajo costo y menos destructivas que las empleadas para refaccionar casi de plano las estructurad deficientes, sin tener que recurrir a prácticas como las que se advierten en las pocas edificaciones ya intervenidas.

Entre las lecciones aprendidas en terremotos como los Popayán (1993) y del Eje Cafetero (1999), es que nuestras ciudades deben avanzar en la microzonificación del suelo urbano para no ocupar zonas con potencial desplazamiento de fallas, limitar las densidades urbanas y construir con especificaciones más exigentes en zonas  de suelos blandos donde se han de intensificar las aceleraciones sísmicas y para incrementar la intensidad de los terremotos  hasta en un grado o en grado y medio más si dicho suelo está saturado o en condiciones topográficas adversas. Una fuente económica que ya se ha empezado a explorar, es la aplicación de recursos estratégicos provenientes de incrementos menores en las sobretasas ambientales, del orden del ½ por mil de los avalúos catastrales.  

A pesar de que las fuentes sísmicas de las diferentes regiones del país son poco conocidas, debemos reconocer los alcances asociados a las actividades de investigación de la amenaza sismotectónica y prevención de sus efectos en varias capitales del occidente colombiano, donde sabemos de la recurrencia casi periódica de sismos profundos de magnitud cercana a 7 asociados a la zona de subducción como los sismos de 1962, 1979 y 1985 que afectaron el Eje Cafetero, y también de la ocurrencia más incierta de otros eventos que se asocian a fallas como los de Popayán y Quindío de magnitud cercana a 6, pero más destructivos dada su localización superficial.  

Desde el OAM, Ed. Circular RAC 554

http://www.manizales.unal.edu.co/oam_manizales