29 de marzo de 2024

Contrapunto

1 de diciembre de 2009

A la tensión que se ha presentado entre la Presidencia y la Corte para la provisión del cargo de Fiscal se le ha dado variados nombres: que choque de trenes, que pulso de poder, que golpe de estado, bueno, etc. Nada que contribuya, porque eso ha propagado las llamas en la Corte.

Aquello habría que denominarlo por su nombre. Me parece que es un conflicto a secas originado en heridas abiertas de acá y de allá que no fueron oportunamente restañadas y que, llegado el momento, afloraron en torno al tema de la terna y esta se volvió el pretexto.

Al fondo, burlón, el inciso segundo del artículo 249 de la Carta Política que señala como se procede a la designación del Fiscal: terna elaborada por el Presidente y elección por parte de la Corte Suprema. Así, sin más. Aparate del trasiego profesional, las Leyes tampoco exigen más y más.

Así las cosas, y de acuerdo a la norma, el Fiscal debió ser elegido hace rato. Pero la realidad ha resultado muy otra por lo que procede mejorar las condiciones para la colaboración armónica entre la Presidencia y la Corte, en obsequio de los mejores intereses de la sociedad.

Fui de los primeros en resistir la terna germinal y hoy digo que el señor Presidente tiene en sus manos la oportunidad de seguir corrigiendo las condiciones para la elección del alto funcionario, con  la inclusión en ella de una mujer de las mejores condiciones intelectuales, gerenciales y éticas. Entre las que se mencionan, la ex ministra Martha Lucía Ramírez es la que mejor luce, y de lejísimos, para reemplazar a la doctora Virginia Uribe y obviamente para suceder al doctor Mario Iguarán.

Se impone solucionar este conflicto que ya tiene empachado al país y contener el deterioro institucional ocasionado. A mí me enseñaron que los conflictos no son malos por sí mismos, siempre que sepamos remontarlos con ese noble espíritu de gana-gana de que hablan los grandes motivadores. De lo contrario son devastadores, lo dañan todo, lo mismo en la vida pública que en la privada y de los afectos. Hay que encararlos con inteligencia emocional: ¡uy, tan escasa!

Por último, vuelvo y sostengo la necesidad de una reforma constitucional que le reste todas las funciones electorales a las corporaciones judiciales, salvo las propias de su misión inherente como son las de adoptar magistrados, jueces, empleados, hasta ahí.
 
Tiro al aire: ¿qué hacen, por ejemplo, los señores magistrados confeccionando ternas para la elección de contralores? R: ficción destinada a contaminar la sagrada función de administrar justicia.

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