29 de marzo de 2024

Una clase de economía política.

19 de noviembre de 2009
19 de noviembre de 2009

El informe de dos exprimeros ministros, el socialista Michel Rocard  y el conservador Alain Juppé recomienda un crédito  por 35 mil millones con colocación de papeles en el mercado financiero, que podrían movilizar 25 mil millones adicionales de inversionistas privados. Es plata grande, en un país donde para 2010 la deuda pública ascenderá al 84% del producto  nacional.

Para Sarkozy el déficit presente no se resuelve  congelando el gasto público para forzar el equilibrio financiero a corto plazo. Según él no todo déficit fiscal es malo, como lo sostiene la ortodoxia monetarista imperante en el mundo y con fuerte presencia en Colombia. Afirma sí, que debe suprimirse el endeudamiento para financiar gastos de funcionamiento, por el cual “…las inversiones públicas del Estado son sacrificadas en el altar de las urgencias y de lo inmediato”.

Sarkozy acepta  que el crédito generará  un déficit adicional pero “justificado para financiar  gastos con futuro… las inversiones estratégicas para preparar la salida de la crisis y el crecimiento de mañana”. Inversiones discutidas previamente con los ciudadanos, orientadas a programas rentables que le generen retornos a la nación “…en forma de crecimiento, es decir mayor riqueza, empleo y desarrollo sostenible, en un plazo razonable”. El informe enfatiza las inversiones en educación e investigación.

A oídos ortodoxos, lo anterior suena a blasfemia, a irresponsabilidad y a populismo. Para quienes consideramos que la economía y por consiguiente las políticas económicas van más allá de análisis financiero- contable para el cual no es posible gastar un peso más del que se tiene en caja, la propuesta francesa permite recuperarle al análisis y las propuestas económicas el espacio y el alcance que les  garantiza una visión dinámica, como proceso, de la economía, de la generación de riqueza. Proceso que manejado responsablemente – y ahí está el quid del asunto – permite apalancar financieramente proyectos e inversiones que aumenten la capacidad de generar nueva riqueza, con la cual se pagarán los recursos que, a corto plazo aparecen como temible déficit. Dentro de ciertos límites, lo determinante no es  tanto el monto del déficit sino el uso que se hace de esos recursos “al debe”. Resulta determinante la calidad del gasto, su capacidad para hacer avanzar la sociedad al proporcionarle más riqueza. Sarkozy nos enseña que no debe tenérsele miedo a la planeación, al financiamiento del desarrollo con parte de la nueva riqueza que  se generará. Hay que temerle es a los gobiernos facilistas, en trance de complacer para ganar unos votos, que dilapidan recursos y posibilidades por su afán por lo inmediato, sin perspectiva ni afán de progresar, simplemente de permanecer.