29 de marzo de 2024

En el aire, Grosería estéreo

12 de septiembre de 2009
12 de septiembre de 2009

Los espacios más recurrentes son las habitaciones de los adolescentes y un recorrido, en bus o en taxi, que se hace interminable bajo la voz de bacán malevo que caracteriza a los animadores, locutores es mucho decir, de algunas frecuencias radiales que perdieron el objetivo de entretener con calidad, en especial las de F. M.Emisora guache que se respete, irrespeta a sus oyentes.
Los sardinos son adictos a ellas y se totean de la risa. Los conductores, choferes dizque es muy despectivo, también son seguidores incondicionales. Además, parece que no oyeran, que su licencia de conducir estuviera supeditada al volumen o que fuera una norma de tránsito maltratar a los pasajeros a punta de mala educación amplificada.
No es fácil señalar culpables. Los oyentes permiten que se burlen de ellos entre canción y canción, mientras el dueño del micrófono se siente el de Aguadas a costillas de los primeros. Entre todos forman un ambiente que pasó de la ignorancia a la indecencia. Incluso los chachos de las emisoras tienen el atrevimiento de llamar a sus víctimas para las bromas más pesadas y de mal gusto.
El oyente que llama para participar en una rifa o sólo para una complacencia, debe someterse a un interrogatorio de doble sentido en el que su intimidad sufre un atentado. Si es una mujer le dicen mami, mamacita, ricura o tarrao y la pregunta para romper el hielo no baja de ¿cuántos te echaron anoche, mi amor? Así con toda discreción.
Si es un hombre será mijo, niño o bacán. ¿Coronaste anoche, parce? ¿Cuántas veces? Un sí amerita una fanfarria de pitos, aplausos y cornetas. El no, una de fatal consternación. El calidoso de hace un instante pasó a ser un pesado, un dormido y otros calificativos menos amables. El más moderado acaba en on. O en nea.
Cualquier conversación iniciada con un conductor de este tipo de programas termina obligatoriamente en sexo. Y lo peor es que hasta preguntan detalles de la faena. Quieren saber si fue en la sala, en un motel con jacuzzi o en uno de zancudos. "Dime de qué hablas y te diré de qué careces".
Si le pedimos al joven de la casa que depure sus gustos radiales, seguramente volteará los ojos, dirá entre dientes "me mamé de mi mamá" y se pondrá unos audífonos, síntoma clarísimo de que esa batalla se perdió.
En el bus no decimos ni mu por falta de valentía, pero sufrimos pena ajena con la señora mayor, con la niña de siete años que le pide explicaciones a la mamá de cuántos qué, con la monja que evade la mirada y con el señor serio que va al lado de la monja.
¿Será que no hay quién frene la grosería, la incultura y la vulgaridad en la radio colombiana? ¿Y los patrocinadores qué? ¿Estarán criando a sus hijos con la ayuda de estas lumbreras? Sospecho que ni se enteran de lo que oyen. Y tampoco deben saber a qué letrinas van a parar sus inversiones publicitarias.  (El Colombiano)